Un periódico austriaco deberá pagar 20.000 euros por publicar una noticia falsa

En un par de días el que pasa por ser uno de los periódicos de más circulación de Europa ha sufrido dos serios reveses para su reputación.

2 de Agosto.- A Dios gracias, una de las dificultades que tiene el informar sobre la actualidad austriaca es que, generalmente, las cosas que pasan son bastante gris marengo.

Es una circunstancia afortunada para los que, por suerte, vivimos en uno de los países más seguros y tranquilos del mundo aunque a los periodistas les haga la vida un poco complicada, sobre todo en estos tiempos tan dados al cebo para clicks o clickbait. O sea que, si bien se mira, es admirable la pericia de esos santos del antiguo Österreich (ahora oe24) para encontrar noticias de vísceras y de sexo con las que cocinar titulares truculentos.

No es casualidad que el periodic(uch)o de Fellner esté en guerra sin cuartel con otro de los medios masivos de Austria, el Kronen Zeitung.

El que pasa por ser el periódico impreso en papel con más circulación del continente europeo (tirada en relación con el número de habitantes del país en el que se publica) intenta combatir la pérdida de lectores dándole cada día un poco más de leña al mono. Y es que, seamos sinceros, si ya la prensa de papel andaba boqueando, la pandemia ha venido a darle la puntilla. Y al Kronen le pasa lo que al españolísimo ABC, que no pierde lectores, que se le mueren de viejos.

El caso es que los propietarios de la cabecera,en vez de lavarle la cara a la marca e invertir en la creación de un periódico digital más o menos respetable, continúan publicando en el mismo formato de 1993.

El Kronen Zeitung ha sido noticia en las últimas horas por una polémica y un revés que dan la medida de su (ejem) calidad.

Como recordarán los lectores de Viena Directo, estos días pasados apareció muerta la doctora Anna-Lisa Kellermayr, la médico que no había podido soportar el acoso de esos bestias que son los antivacunas.

Como suele suceder en estos casos, la policía tendió un piadoso (y terapéutico) velo sobre los detalles concretos de su fallecimiento. En la escueta nota, se dejaba entrever que la doctora Kellermayr se había quitado la vida. Se sabía también que había dejado una carta de despedida y no se daban ningunos detalles más de un suceso que, de por sí, ya era suficientemente triste.

Pues bien: el domingo, el Kronen publicaba no solo las circunstancias concretas de la muerte de la pobre señora sino que también aireaba citas literales de la carta que había dejado tras de sí.

Aparte de por las razones obvias de tacto y respeto a la familia de los fallecidos, la no publicación de los detalles del suicidio de una persona se hace como medida de prevención, para evitar el llamado “efecto Werther” o sea, que haya otras personas con problemas y pesares que, al escuchar o leer ciertas cosas, se sientan “inspirados” y decidan llevar a la práctica lo que hasta ese momento era una teoría.

(Esto yo sé que a mis lectores españoles, acostumbrados al rancho que sirven los medios celtíberos, les hará pensar que los austriacos se la cogen con papel de fumar, pero también es verdad que uno de los secretos de la calidad de vida que disfrutamos está en cosas como esta).

La siguiente noticia relacionada con el Kronen Zeitung está relacionada con el presentador de las noticias de la ORF Rafraider.

Los lectores de Viena Directo quizá recuerden que el bueno de Rafraider fue apartado de las pantallas de forma fulminante, al comparecer ante la audiencia ofreciendo un espectáculo un poquito lamentable, o sea, con serios problemas para mantener la verticalidad y una dicción muy poco compatible con el alto estándar al que la ORF nos tiene acostumbrados.

Se dijo que si estaba piripi, se dijo que si había tomado unas pastillas que le habían sentado mal.

Fuera como fuera, el Kronen Zeitung decidió que la realidad no era lo suficientemente atractiva para su parroquia hambrienta de sensaciones y decidió publicar que la noticia de que Rafraider estuviera haciendo un Massiel se debía a que, atención, había tomado minutos antes unas pastillas tranquilizantes al objeto de sobreponerse a la noticia de que su padre estaba agonizante (!Quién sabe si por escorbuto o por el baile de San Vito!) en una unidad de cuidados intensivos.

Devastado pero animado por estas pastillas de la risa, el periodista había salido al aire y había marcado el que sin duda es el punto abisal de su carrera.

Con todo esto solo había un pequeño problemilla. O sea, que menos los tropezones de Rafraider, el resto de la historia era todo una trola marinera que nadie se molestó en comprobar.

El padre de Rafraider, por suerte, sigue vivito y bailando Sarandonga (tan vivito que se ha personado como acusación particular) y el juez le ha dado la razón y ha condenado al Kronen a pagar diezmil machacantes al padre y diezmil machacantes al hijo.

Por cierto, quizá para mantenerle alejado de la ocasión de que vuelva a reincidir, Rafraider trabaja ahora en la flamante redacción que une las noticias de la tele y la radio pública la cual aspira, según el director de la corporación, a ahorrar costes y a alimentar sinergias.

Amén.


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