Hungría tiene anemia democrática

El Parlamento de Bruselas ha despojado a Hungría de su estatus de democracia. En Austria, la situación se ve con inquietud.

15 de Septiembre.- Las noticias se entienden mejor cuando se colocan juntas. Vamos allá. Estos días pasados, el servicio secreto de los Estados Unidos ha hecho oficial algo que ya sabíamos todos: Moscú lleva décadas financiando a los partidos de extrema derecha europeos para intentar destruir desde dentro la Unión Europea.

Los estadounidenses no han dado nombres, claro -en el caso austriaco, tampoco hacía falta, la verdad- pero le han pasado a los gobiernos concernidos información reservada para que pudieran saber con certeza a dónde habían ido los millones de euros.

Hoy, en el Parlamento de Bruselas, Harald Vilimsky, destado político austriaco de extrema derecha, ha intervenido en el debate en el que la cámara debatía una resolución sobre si Hungría es una democracia auténtica o no es una democracia auténtica.

Harald Vilimsky, adhiriéndose completamente a las tesis de Budapest, ha acusado a los europarlamentarios de estar persiguiendo injustamente a Hungría.

La resolución, por cierto, ha sido aprobada por amplia mayoría. Según los europarlamentarios, Hungría no „una auténtica democracia“ sino un „sistema híbrido“ en el que, de vez en cuando, se vota. Pero se vota sin garantías, con una ley electoral hecha para favorecer a Fidesz, la fuerza ultraderechista que gobierna con una mayoría de dos tercios del parlamento de Budapest.

El parlamento europeo ha ido aún más lejos, desde hace décadas, Orbán y sus sucesivos gobiernos han hecho un esfuerzo consciente y „sistémico“ para destruir la democracia húngara. La persecución de las mujeres y de las minorías, como por ejemplo, los homosexuales, la asfixia de la libertad de prensa, todo hecho mediante leyes cada vez más alejadas del ideario de libertades que es la espina dorsal de la Unión, duele más si se piensa que esta operación se ha hecho en gran parte con dinero de la Unión Europea.

Los sucesivos Gobiernos de Orbán han sido „dopados“ con fondos de cohesión europeos. Solo entre 2014 y 2020, el Gobierno de Budapest recibió de la Unión 27.000 millones de euros.

En Bruselas, cada vez hay más voces que piden incluso que se active el mecanismo que permitiría expulsar a Hungría del club comunitario. Y si no se ha hecho ya es porque hay otro Gobierno, tan díscolo como el de Orbán y casi tan próximo a Rusia: el de Polonia. El procedimiento de expulsión de Hungría exigiría unanimidad y los polacos y los húngaros se ayudan.

ASÍ SE VE LA COSA EN VIENA

En Austria, la creciente tensión en las relaciones entre Budapest y Bruselas se ve con preocupación. Hungría es un socio estratégico, sobre todo en materia de inmigración. Las rutas de las mafias que traen a los refugiados a Austria pasan por territorio húngaro y, desde que empezó la guerra de Ucrania, Moscú está haciendo todo lo posible por aumentar la presión sobre los Gobiernos europeos utilizando a los pobres refugiados como carne de cañón.

Sin ir más lejos, a pocos kilómetros de donde estoy escribiendo esto, en el centro de acogida de Traiskirchen, se ven escenas que no se veían desde los alrededores de la crisis de 2015. El alcalde de la localidad ha calificado la situación de “dramática” y no ha ahorrado en críticas al Gobierno de Viena.

En la cancillería de la capital de Esta Pequeña República, aún recuerdan del patinazo de Faymann, el cual llamó a Viktor Orbán lo que por otra parte salta a la vista que es, o sea, una cosa que empieza por na y termina por zi, y luego, al ver las gravísimas consecuencias que hubiera tenido ignorar el poder de Orbán para hacer en Austria la vida más complicada, tuvo que tragarse el sapo de pedirle disculpas.

¿Qué consecuencias tiene la declaración de hoy del Parlamento de Bruselas? Pues en principio, pocas, al ser la resolución no vinculante.

Sin embargo, es probable que pronto se activen nuevas palancas: la principal, la de cumplir una antigua amenaza de la Unión: cerrarle a Orbán el grifo de los fondos de cohesión europeos. Casi dos decenas de miles de millones. Y eso hace pupita. Eso sí: habría que contar con el daño que Orbán puede hacer bloqueando sistematicamente las decisiones de la Unión que necesiten unanimidad. Entre ellas, por ejemplo, la prórroga de las sanciones a la Federación rusa por la criminal invasión de Ucrania (veto que es probable que, de todas maneras, Orbán ejerza).

La solución al problema no es nada fácil y una salida de Hungría de la Unión (por voluntad propia o por expulsión) dejaría a Austria en una situación muy delicada. De momento, Budapest, siguiendo su estrategia clásica, ha calificado todo este asunto como una caza de brujas y trata de retrasar en lo posible el momento de ponerse en serio a hacer los deberes.


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