Parlamento austriaco

Fin de ciclo

Parlamento austriaco

La presión aumenta sobre el Gobierno austriaco y la cuerda se tensa cada vez más ¿Hasta cuándo aguantará? Hoy hemos visto un aperitivo de lo que vendrá.

2 de Noviembre.- Mañana va a haber tangana en el Parlamento austriaco.

Vamos, mañana va a haber tangana OTRA VEZ en el Parlamento austriaco.

Ante la comisión parlamentaria que trata de desenredar la maraña de corrupciones durante el mandato de Sebastian Kurz, va a comparecer Thomas Schmid y todo el mundo tiembla ante las cosas que pueda decir con luz y taquígrafos, como suele decirse. Recordemos que Thomas Schmid, antiguo secretario de estado del Ministerio de Finanzas y fontanero para todo del partido popular austriaco, le amargó a Sebastian Kurz la promoción de su nuevo libro respondiendo durante catorce días (!Catorce!) a la fiscalía anticorrupción austriaca.

A lo largo de su confesión no dejó títere con cabeza y pronto jugosos detalles aterrizaron en los medios y, aunque todo se encuentra en fase “presunta” lo cierto es que el pueblo soberano, que ya está curado de espantos y por eso es malpensado, no tuvo que usar mucho la imaginación para figurarse que el Partido Popular austriaco, bajo Sebastian Kurz, era una barra libre de choriceo y corruptelas, de jóvenes cachorros encorbatados que tenían serios problemas para distinguir las arcas del Estado de las propias o el interés general del interés de ellos mismos y de sus amigos.

Todos gente, eso sí, con sonoros apellidos, de misa dominical y máster.

Hoy, el preámbulo de esa comparecencia, como decía, ha sido también sumamente bronco.

En el Parlamento austriaco se ha vivido una sesión que, sin problemas, hubiera podido suceder en la Roma de Melloni.

No ha sido precisamente un espectáculo agradable de presenciar.

OLOR A SANGRE Y FIN DE CICLO

En el aire flota una sensación de fin de ciclo, con la consiguiente incertidumbre. A la coalición, curtida en mil batallas, ya no le caben más hechos históricos. Fueron el remiendo del escándalo de Ibiza y luego les tocó torear el Mihura de la pandemia (que fue un Mihura que salvo traspiés, como el asunto de la vacuna obligatoria, torearon aceptablemtente, las cosas como son). Y, si esto no hubiera sido bastante, además les ha tocado la guerra de Ucrania y toda la cola que ha traído.

Las encuestas favorecen a la extrema derecha (comparativamente, algo menos, a los socialdemócratas). Los primeros huelen sangre y el que esto escribe está seguro de que Herbert Kickl tiene sueños húmedos pensando en el día en que su partido sea el más votado y Alexander van der Bellen no tenga más remedio que encargarle la formación de un Gobierno en el que se sentaría gente de esa con la que uno no iría ni a comprar cien gramos de jamón de York. Como los antivacunas y otra gente de mal vivir.

Con todo esto en mente, la extrema derecha convocó para hoy un pleno extraordinario con un objetivo meridiano: hacer caer al Gobierno.

No lo ha conseguido, porque la coalición que nos gobierna ha resistido (mal que bien). La pregunta, sin embargo ha sido y es por cuánto tiempo eso va a ser así.

Hoy se han vivido en el Hofburg, sede temporal del Parlamento austriaco, escenas muy, pero que muy agrias. A cuenta de la corrupción, sobre todo, pero también de la gestión del Gobierno en temas no menos candentes, como la crisis económica y la inflación.

La presión ha recaído sobre todo sobre los verdes.

El resto de los partidos del arco parlamentario austriaco es perfectamente consciente de que los de Werner Kogler tienen la llave de la estabilidad de una coalición que también les desgasta más cada día que pasa.

De cualquier manera, y gracias a los votos de los verdes, que han completado la mayoría suficiente, ni la petición de elecciones anticipadas ni la moción de confianza interpuesta por la extrema derecha han prosperado.

Lo dicho: veremos hasta cuándo la cuerda aguanta la tensión.

 


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