Herbert Kickl, líder de la extrema derecha austriaca, ha visitado hoy una comisaría de policía en Burgenland.

29 de Noviembre.- Una de los daños colaterales de la pandemia ha sido que el espacio público ha sido invadido por teorías de la conspiración que, hasta hace poco, nos hubiera parecido increíble que nadie hubiera podido creer.

Esas teorías, que parecen modernas, en realidad son reediciones de cosas muy antiguas -en los ambientes de extrema derecha no reinan ni la creatividad, ni la inteligencia ni la imaginación- y, si uno rasca un poquito la roña (las vacunas con chips, las vacunas magnéticas, las vacunas cancerígenas…) no tarda en encontrarse con viejos conocidos como el antisemitismo.

EL GRAN REEMPLAZO

Una de las variantes de estas teorías de la conspiración, una especialmente pegajosa y, por lo tanto, una de las más asquerosas, es la teoría del llamado Gran Reemplazo o Gran Sustitución, en alemán Grosser Austausch.

Según esta teoría de la conspiración, “las élites” (generalmente judíos reales o personas tomadas por judías, como George Soros o Bill Gates) tienen un plan para arrinconar a la población blanca y católica en Europa, a base de (!Bingo!) permitir intencionadamente una invasión de población musulmana procedente de Oriente Medio, por ejemplo.

Para esto, esas “élites” utilizan organizaciones como las Naciones Unidas.

En alemán, los términos suelen ser Bevölkerungsaustausch, Überfremdung o Volkstausch.

En el ámbito europeo, esta porquería empezó a extenderse en 2011, a partir de la publicación de un libro llamado Le grand remplacement, salido de la mente calenturienta de un tal Renaud Camus. En Austria, por ejemplo, este gran reemplazo es una de las teorías que difunde el movimiento de los identitarios, que pasa por ser el ala dura del FPÖ , lindando con el neonazismo.

Dado este marco teórico se entenderá mejor lo que ha pasado hoy.

KICKL HACE UNA EXCURSIÓN

Hoy, el líder de la ultraderecha austriaca, Herbert Kickl, ha convocado a la prensa en una comisaría de policía de Nickelsdorf, uno de los puntos calientes de la presión migratoria y el punto de recepción de refugiados en Austria. Le acompañaban Udo Landbauer, jefe del partido en Baja Austria (quizá le recuerden los lectores más memoriosos por haber estado implicado en un turbio asunto sobre canciones nazis) y Alexander Petschnig, el jefe de la ultraderecha en Burgenland.

Durante su comparecencia ante la prensa (y no por casualidad) Kickl, Landbauer y Petschnig han pedido expulsiones, alambres de espinos y hasta un nuevo catálogo de derechos humanos “específicamente austriaco”, como el “derecho a una patria para la población austriaca” (!) o la prohibición de la “vacunación obligatoria”.

La estigmatización de los refugiados como gente bestial, subhumana y con tendencias criminales ha continuado en boca de Udo Landbauer en unos términos tan sumamente abyectos y asquerosos, que me permitirá el lector que no los reproduzca en este artículo.

También se ha mencionado la teoría del gran reemplazo.

El término elegido ha sido Bevölkerungsaustausch, precisamente el nombre de una web nauseabunda en la que hacen proyecciones pretendidamente científicas en las que se predice que, para mediados de este siglo, los austriacos “puros” (o sea, sin contaminación de “sangre extranjera”) serán una minoría en el país.

Naturalmente, para la extrema derecha solo son austriacos de pleno derecho aquellas personas sin rastro de sangre extranjera.

La asquerosa web no admite ninguna mezcla entre los dos grupos de personas (las mujeres que tengan hijos con hombres no austriacos estarían cometiendo lo que los nazis llamaban “pecado contra la raza” y viceversa).

Lo cierto es que, sin nosotros, las personas migrantes, la vida en este país sería pronto imposible. Y, por mucho que le pese a Herbert Kickl, somos tan austriacos como el que más.

Y a veces, más.