Stefan Zweig: el hombre de 2023 (2/3)

El estallido de la primera guerra mundial hizo saltar por los aires el mundo de Stefan Zweig. Un trauma del que jamás se recuperó del todo.

La primera parte de esta serie está aquí.

7 de Enero.- Toda esta vida de juegos de maletas caros, hoteles de lujo y trabajo intelectual tendría un abrupto final con el estallido de la primera guerra mundial. Cuando Danilo Princip se cargó al archiduque Francisco Fernando en Sarajevo, Zweig tenía cuarenta y dos años. La guerra le sume en un hondo conflicto. Por un lado, es mayor para incorporarse a la vida militar, pero por otro lado es joven para estar sin hacer nada. Sin embargo, encuentra la manera de colaborar en el esfuerzo de la guerra en el archivo de la guerra de Viena.

Para un hombre como Stefan Zweig, cosmopolita por naturaleza, la primera guerra mundial supuso un durísimo golpe. Hay que ponerse en su lugar. Lo mismo que hoy en día, la comunidad de los lectores y de los pensadores se entiende mal con las fronteras y los ejércitos. Hay entre la gente inteligente de todo el mundo una fraternidad que es muy difícil de romper. Zweig se había movido por la Europa de la preguerra como Pedro por su casa y, por lo mismo, no podía creer la propaganda que presentaba a unos enemigos bestiales y reducidos a la subhumanidad.

Muy influido por su amigo, el pacifista francés Romain Rolland, decidió “empezar su guerra personal: la lucha contra la traición a la razón”.

Desde el principio -aunque, suponemos, se cuidó muy mucho de decirlo- Stefan Zweig dudó de la victoria final y, si hemos de creer sus declaraciones posteriores, se sintió “solo en medio de sus amigos (…) o sobrio en medio de aquella borrachera”. En 1917, con la guerra ya irremediablemente perdida, Stefan Zweig se apartó del servicio militar. Al principio, en excedencia. Después, definitivamente licenciado. Aprovechó un contrato teatral, la preparación de su tragedia “Jeremías” para mudarse a Zurich. Desde la Suiza neutral, trabajó como corresponsal para un periódico de Viena y publicó artículos alejados totalmente de cualquier partidismo, y presididos por el humanismo. En Suiza, en 1918, conoció a Erwin Rieger, el cual escribió su primera biografía.

Tras el fin de la guerra, Zweig volvió a Austria, casualmente el mismo día, el 24 de marzo de 1919, en el que el último emperador, Karl, abandonaba el país en dirección a su primer exilio, en Suiza. En “El mundo de ayer” Zweig describió este encuentro en la frontera suiza.

Se estableció en Salzburgo, ciudad en la que había comprado, en 1917, un caserón, el Paschinger Schlössl, en la Kapuzinerberg. En Enero de 1920 se casó con Friderike Wintermitz, la cual aportó dos hijas al matrimonio.

En aquella revuelta Europa que pensaba que había acabado con todas las guerras pero que caminaba hacia otro conflicto general, Stefan Zweig un hombre, al fin y al cabo, del siglo XIX, trató de reconstruir el mundo de la Belle Epoque. Se posicionó vehementemente contra el nacionalismo y el revanchismo, y a favor de una Europa unida, aunque solo fuera en lo espiritual. Los veinte del siglo pasado fueron el momento cumbre de su éxito. Stefan Zweig escribió de todo. Cuentos, dramas teatrales, novelas. Por ejemplo, “Momentos Estelares de la Humanidad” aparecido en 1927 es, aún hoy, uno de sus libros más exitosos.

En 1928, Stefan Zweig viajó a la entonces joven Unión Soviética, país en donde sus libros, por iniciativa de Máximo Gorki, con quien mantenía correspondencia, aparecían en ruso. En 1931 le dedicó su libro, Curación por el Espíritu, a Albert Einstein. En 1933, creó el libreto de la ópera Die Schweigsame Frau, de Richard Strauss.

La Europa de los treinta se iba polarizando más y más. La toma de poder por los nazis en Alemania, en 1934, se dejó sentir también en Austria, en forma de terrorismo de extrema derecha. Austria misma se convirtió en una especie de imitación barata y cutre del nazismo, tras una guerra civil corta que culminó con la prohibición de la socialdemocracia y el cierre del Parlamento.

El 18 de febrero de 1934, pocos días después del final de esa corta guerra civil, cuatro policías registraron la casa de Stefan Zweig, un declarado pacifista. Se le acusaba de guardar armas para las milicias socialistas. A pesar de que el registro no fue muy exhaustivo, Stefan Zweig tuvo miedo y, dos días más tarde, cerró su casa, se subió a un tren y se marchó a Londres.

Solo contar el siguiente tramo de la vida de Stefan Zweig rompe el corazón. Conforme crecía el poder de los nazis en Europa, el trabajo de alguien como Stefan Zweig, pacifista pero, sobre todo, judío, se hizo cada vez más difícil.


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