Austria perdió en 2022 casi diez mil habitantes

En 2022 Austria ha perdido casi 10.000 habitantes. Parece una mala noticia, pero no lo es en absoluto.

20 de Febrero.- Según Statistik Austria, el Instituto de Estadística austriaco, Esta Pequeña República registró un crecimiento negativo de casi diez mil personas en 2022.

O sea, que la diferencia de nacimientos y muertes se saldó a favor de las personas difuntas y Austria perdió 10.000 habitantes.

Es el tercer año consecutivo en el que esto sucede. En concreto, en 2022 nacieron en Austria 82.198 personas y fallecieron 92.107.

También nacieron menos criaturas que en 2021 (concretamente un 4,5% menos) mientras que los fallecimientos crecieron, con respecto a 2021, en un 0,2%. Según las estimaciones de Statistik Austria, incluso sin pandemia, se hubieran producido en Austria más fallecimientos que en el quinquenio 2015-2019, debido principalmente al envejecimiento de la población y al sucesivo descenso de los nacimientos.

PARECE QUE “ES MAL” PERO “ES BIEN”

Generalmente, cuando se dan este tipo de noticias, la gente se suele echar las manos a la cabeza. La gente pide políticas natalistas para que la gente tenga más críos y así evitar la extinción de la raza humana o, por lo menos, un colapso de la seguridad social y del Estado de Bienestar.

¿Están en lo cierto? Pues, aunque intuitivamente pueda parecer lo contrario, parece que no.

Desde principios del siglo pasado se venía vaticinando este apocalipsis que, por otra parte, no se ha producido (como es evidente, si uno se da una vuelta por las ciudades y los pueblos de Europa). De hecho, a pesar de que las mujeres, desde principios del siglo veinte, tienen cada vez menos hijos, lo cierto es que Europa nunca ha estado más poblada que ahora. En 1900, las mujeres tenían en Austria, como media, 4,5 hijos y hoy, datos de 2020, tienen 1,5.

Austria tenía en 1900 alrededor de seis millones de habitantes y hoy va por los nueve.

¿Qué ha sucedido? Pues evidentemente, que ahora nos reproducimos menos pero nos reproducimos muchísimo mejor. O sea, de una manera mucho más eficiente. Es una ley natural que se entiende con un ejemplo muy fácil. ¿Por qué hay muchos mosquitos? Pues porque también mueren muchos. Con las personas, igual. En 1900 la gente tenía que tener muchos hijos porque también se morían muchos niños. Hoy le dedicamos a los críos muchísimos más recursos que en 1900. En sanidad, en educación, en todo. Resultado: los críos que no insisten en llevar una vida como la de Felipe Juan Froilán de Todos los Santos, llegan a adultos y aportan al sistema.

SOMOS MÁS VIEJOS, PERO ESTAMOS PIMPANTES

Ya, listo, ¿Y el envejecimiento de la población? Pues es una consecuencia natural de este estado de cosas, pero no quiere decir que tenga que ser malo a la fuerza. La gente vive más, pero permanece saludable y productiva mucho más tiempo. En 1950, los hombres nos moríamos en Austria a los 62-63 (esta es una razón de que la jubilación sea a los 65, porque entonces era un “regalo” que se hacía a los moribundos). Hoy, la esperanza de vida es de 14 años más. Un bebé que nazca hoy tiene muchas posibilidades de llegar a centenario.

El aumento del nivel económico y del desarrollo tiene como consecuencia casi automática que baja la natalidad. Y no porque la gente se vuelva egoísta ni ninguna de esas idioteces, sino porque, simplemente, tener muchos críos no hace falta.

La prueba es que ninguna de las políticas natalistas que se ponen en práctica aumentan el número de hijos por mujer. Incluso en esos territorios agrestes y ultraconservadores, como la Hungría de Orbán o la Rusia de Putin. Las medallas que se les ponen a las grandes madres, a las madres heroicas que se dejan la vida en el paritorio, son más marketing que otra cosa. Hungría, a pesar de sus tan cacareadas “ayudas a la maternidad” tiene una tasa de 1,5 hijos por mujer.

Esto de la población y la natalidad es un arma política y lo ha sido siempre. Aquí he hablado yo alguna que otra vez de esa loca teoría conspiranoica (a la que, por cierto, está abonada la ultraderecha austriaca) del “gran reemplazo” o la “gran sustitución”, según la cual los países dejan entrar a personas “marrones” con mayor tasa de natalidad que los de la “raza aria” para que los arios, que solo se dedican a ver porno y no embarazan a sus hembras, se terminen extinguiendo. Esta teoría, nacida del caletre calenturiento de algún opusino, es una tontería, porque la ley que vincula progreso social y económico de una población con la bajada de la natalidad rige igual lo mismo para los Hohenlohe, que viven en Austria desde hace generaciones, que para los Benyahl que acaben de llegar de Afganistán. Los “reemplacistas” hacen trampas, porque intencionadamente ignoran esta ley.

En fin, una noticia que parece mala, pero que no lo es, sino solo un indicativo de lo bien que nos va.

 


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