En busca del unicornio

¿Trabaja usted a tiempo parcial? El Ministro de trabajo austriaco ha tenido una idea que puede afectar a sus prestaciones sociales.

27 de Febrero.- El trabajo de un político consiste en tomar decisiones impopulares. Estas decisiones se abordan por una variedad de motivos que van desde la convicción de que tomarlas es lo mejor para el país hasta devolver favores a las personas o grupos de presión.

El principal problema que se le presenta a un político a la hora de tomar una decisión impopular es construir una narrativa que la haga más o menos justificable.

LA ESTRATEGIA DEL UNICORNIO

Un procedimiento bastante habitual es lo que yo llamo “la estrategia del unicornio”. Todos sabemos que los unicornios no existen pero nada impide inventarlos. Dada la necesidad de justificar una medida impopular, un político (o política) puede afirmar que la toma en respuesta a la acuciante necesidad de acabar con, pongamos, los unicornios.

¿Cómo funciona esto?

Veamos un sencillo ejemplo.

Usted es un político que, por hache o por be, tiene que devolver favores a unos amigos que, casualmente, son dueños de un gran grupo de clínicas privadas. Está clarísimo que, si la gente tiene una sanidad pública funcional, no va a querer hacerse un seguro privado. Así pues, sus amigos le dicen:

-Fulano ¿Qué hay de lo mío?

Y usted se devana los sesos para hacer que la sanidad pública funcione de la peor manera posible, para que la gente necesite un seguro privado si quiere que la atiendan en unas condiciones razonables

¿Me sigue?

Esto, evidentemente, no se puede hacer a cara descubierta entre otras cosas porque los votantes podrían tomar algo así por maldad o, peor, por incompetencia.

Hay que ser sutil.

¿Qué hace usted? Pues blanco y en botella: reduce usted poquito a poquito el número de médicos y, cuando los que van quedando tienen que ver, en cinco horas de trabajo, pongamos, a doscientos pacientes y, lógicamente, se le quejan, usted aduce que el problema no es que los médicos tengan demasiado trabajo, sino que no quieren trabajar. Como prueba de esta afirmación a todas luces peregrina, pone usted en circulación el caso de un médico que solo veía, pongamos, a sesenta pacientes en una jornada.

Su jefe de comunicación de usted tira de agenda y le pide a un par de tertulianos afines que dejen caer por ahí que, en general, los médicos son una gente buenísima, pero que hay unos pocos garbanzos negros (los unicornios) que no quieren trabajar. O, mejor: crea usted un grupo de Telegram en donde se dicen todas estas cosas y echa a rodar la bola.

Problema solucionado: mañana mismo habrá mucha gente convencida de que los médicos (todos) son unos vagos y de que, si la sanidad funciona mal, es por culpa de esas ovejas negras. Como prueba, aportarán el caso del médico que solo veía a sesenta pacientes al día.

Se encontrarán dos señoras en la calle y se preguntarán si se han hecho un seguro médico privado:

-Me lo he tenido que hacer, hija. Es que ya sabes, los médicos de la sanidad pública no quieren trabajar.

TAMBIÉN HAY UNICORNIOS EN AUSTRIA

El Ministro de trabajo austriaco, Sr. Kocher, tiene un problema: ha hecho cálculos y se ha dado cuenta de que, de aquí a diez años, mantener las prestaciones sociales del sistema austriaco costará bastante más que ahora. Por ejemplo, por el envejecimiento de la población.

Dato importante: el ministro Kocher (ÖVP) es conservador.

Dada esta situación, el ministro Kocher podría hacer una de dos: o bien ver de llenar las arcas públicas subiendo un punto o dos la presión impositiva a las grandes empresas (presión que, por cierto, no es en Austria de las más altas de Europa) cosa que, lógicamente, molestaría a las grandes empresas o bien recortar las prestaciones sociales.

Naturalmente, como ministro, no puede recortar las prestaciones sociales así como así (ya sabe el lector, maldad o incompetencia). Así pues se devana los sesos en busca de un unicornio. Y lo encuentra, claro: corren por ahí historias de que cada vez hay más jóvenes (una minoría muy minoritaria) que deciden vivir la vida y trabajar solo a tiempo parcial. Por el enorme trauma de la pandemia y blablablá. Suelen ser personal cualificado que tiene unos sueldos que permiten eso. Naturalmente, ningún trabajador de una fábrica que cobra mil doscientos al mes puede permitirse reducir la jornada y, con los ochocientos que le queden, darle de comer a sus niños y pegarse la vida padre.

Estos jóvenes alternativos son el unicornio perfecto, sin embargo. Suficientemente presentes en el imaginario colectivo pero también demasiado pocos como para que su cabreo se refleje en las encuestas.

Así pues, el ministro insinúa que el contribuyente austriaco no está para mantener vagos y que, quienes quieran trabajar a tiempo parcial, muy bien, pero que se atengan a las consecuencias y (ahí está la clave) que si la gente trabaja a tiempo parcial también tiene que recibir del sistema prestaciones “parciales” acorde con lo que contribuya.

El ministro lanza la propuesta (en una entrevista concedida al diario vienés Kurier) y, sorprendido, se encuentra con que acto seguido le empiezan a llover collejas.

Incluyendo, atención, desde lugares tan poco sospechosos de comunismo libertario como la asociación de familias católicas.

¿Por qué?

Austria tiene una de las tasas de jornada parcial más altas de Europa (si no me falla la memoria, la segunda más alta). Casi un cincuenta por ciento de las mujeres que trabajan en Austria trabajan a tiempo parcial (alrededor de un millón). Por una variedad de razones: la principal es que la cultura patriarcal dominante considera que son las mujeres las que tienen que cuidar a los hijos. Sobre todo, en las áreas rurales. Si un hogar tiene que renunciar a un sueldo, normalmente es el de la mujer el que se recorta.

En la inmensísima mayoría de las empresas austriacas ni se contempla que un hombre pueda reducirse la jornada o coger una excedencia por paternidad (esto se deja implícito pero a veces también explícito, mediante las correspondientes bromas acompañadas de varoniles palmoteos en la espalda). En todo caso, cuando las mujeres vuelven de esas excedencias suelen caer en lo que se llama “la trampa del tiempo parcial” y así el círculo se perpetúa.

De manera que si se pusiera en práctica el plan del ministro Kocher de subordinar las prestaciones sociales a las horas trabajadas la medida se convertiría rápidamente en un castigo para las trabajadorAs. Un castigo que se sumaría a los que ya sufren, porque las mujeres no solo cobran menos como media (la semana pasada fue el Equal Pay Day en Austria) sino que también, al trabajar a tiempo parcial, cotizan menos, lo que las lleva a ser más pobres que los hombres cuando se jubilan.

Todo parece indicar que el ministro Kocher se va a tener que buscar otro unicornio.

 


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