Ciudadanos respetados por la sociedad colaboraron con la maquinaria criminal nazi sin grandes problemas de conciencia.
8 de Abril.- Albert Widmann murió en 1986 en su casa de Stuttgart . Tenía 74 años. Durante toda su vida había trabajado como químico, y es probable que sus vecinos no estuvieran demasiado al tanto de que este, en apariencia, probo ciudadano, había tenido sucesivos problemas con la justicia, que siempre “resolvió” pagando cuantiosas multas en sólidos marcos alemanes.
EXPERIMENTOS Y PROTOTIPOS
En 1939, cuando se promulgó la llamada Acción T4, Albert Widmann trabajaba en la policía criminal como químico. Se le encomendó darle forma a la manera concreta en la que las vidas “no valiosas” serían eliminadas.
Widmann, con entusiasmo criminal, se puso manos a la obra. En la prisión abandonada de Brandenburgo construyó el primer prototipo de la cámara de gas que más tarde se usaría en el castillo de Hartheim.
Estaba compuesta de una habitación que hizo alicatar con azulejos blancos, para darle el aspecto de unas duchas. Dedujo que; dándole a su instrumento de ejecución un aspecto familiar, las víctimas no opondrían resistencia.
El equipamiento lo completaba una puerta hermética, con un ventanillo por el que se podía observar lo que sucedía en el interior de la habitación y unos tubos conectados a sendos tanques llenos de monóxido de carbono. Fue Widmann mismo el que, eficiente, adquirió el gas, proveniente de la fábrica cercana de la IG Farben (esta empresa más tarde fabricaría el famoso Zyclon B, originalmente un plaguicida).
Tras encontrar a los ocho primeros “conejillos de Indias”, Widmann y sus ayudantes los encerraron en el habitáculo y abrieron la llave del gas. La prueba resultó “satisfactoria”, dado que los ocho desgraciados murieron en cuestión de minutos como, por otra parte, era perfectamente previsible.
Inmediatamente, se construyeron otras cámaras similares por todo el “Reich” alemán, incluyendo, cómo no, la del castillo de Hartheim.
Widmann también fue el responsable de idear el proceso que reutilizaba el oro de los dientes de los asesinados.
PERSONAL MÉDICO
La orden gubernamental que ponía en marcha la acción T4 especificaba que solo podían abrir la llave del gas médicos que, más tarde, deberían certificar la muerte de los condenados. Aunque claro, más tarde, con las prisas de los asesinatos en masa, esta norma se fue relajando y, al final, todo el personal empezó a participar en las matanzas. Lo cual, si bien se mira, es un peldaño más en la escalera de privar de dignidad a los pobres muertos.
En el matadero de Hartheim, los dos médicos que supervisaron los asesinatos fueron los austriacos Rudolf Lonauer y el alsaciano Georg Renno.
El primero no sobrevivió a la guerra, como veremos más tarde, pero el segundo murió en 1997 en Alemania, no sin antes declarar que se iba de este mundo con la conciencia muy tranquila.
Dejo aquí un espacio para que el lector pueda pensar lo que, a tenor de lo que ya lleva leido, le parece esta afirmación.
Empecemos por Lonauer.
De familia de médicos, los primeros contactos de Lonauer con el nazismo datan de fecha tan temprana como 1924. Un año más tarde, ingresó en uno de esos nidos de nazis más o menos declarados que hoy llamamos Burschenschaften (la mayoría de los políticos prominentes actuales del FPÖ como, por ejemplo, el incalificable Udo Landbauer o el mismo Herbert Kickl son miembros de estas “fraternidades”).
Era tradición que esos bestias se retasen a duelo para probar la calidad de la testosterona que producían sus testículos (estos duelos se llamaban “Mensur”) y por lo visto, en el curso de una de estas justas, Lonauer hirió tan gravemente a uno de sus colegas de Burschenschaft que el infortunado murió poco más tarde. Lo que no deja de dar la medida de la catadura moral de este personaje nauseabundo.
Ya durante sus estudios de medicina Lonauer se preocupó mucho de las teorías raciales y de la pureza de la raza aria (lo cual, por otra parte, era un dogma ampliamente extendido en su época, incluso o quizá sobre todo, entre las élites culturales).
En 1931 ingresó en las SS y en 1933 en el partido nazi. En 1932 se casó con una fulana llamada Maria Hofer, nazi también.
Por cierto, curiosamente (o quizá no) Lonauer tenía un hermano que hubiera entrado dentro de los criterios de la acción T4 para ser eliminado. Tenía frecuentes ataques epilépticos que, en aquella época no tenían tratamiento. Sin embargo, curiosamente (o no) murió de muerte natural y no a manos de la alimaña de la que estamos hablando.
Después de la anexión de Austria por parte de los nazis y, tras pasar por diversos establecimientos psiquiátricos, Lonauer terminó, con solo 33 años, en Hartheim. Al mismo tiempo que supervisaba los asesinatos en masa, el asesino Lonauer llevaba también su consulta privada en Linz.
Durante la acción T4 él fue uno de los encargados de buscar por hospitales e instituciones psiquiátricas “vidas sin valor” y también supervisó la construcción de una cámara de gas como la de Hartheim y un crematorio adjunto, en un sanatorio de Hall en Tirol.
En su calidad de “asesor” Lonauer decidía sobre la vida y la muerte de las personas utilizando la información contenida en unos cuestionarios que recibía desde los hospitales y nunca veía en persona a los enfermos.
Por esta labor, obtenía un sobresueldo fijo que se pagaba en forma de lo que, en alemán, se llama “Pauschal”.
En 1943, cuando la guerra empezó a ponerse difícil para los nazis, Lonauer se incorporó a la división de voluntarios “Prinz Eugen” de las SS. Mientras tanto, su colega Reno le sustituía en el duro trabajo de evaluar cuestionarios que conducían a la muerte de personas inocentes y en la consulta de Linz. Lonauer le daba por carta todas las instrucciones necesarias.
En este terrible recuento hay también espacio para personas que, jugándose la vida y con las pocas posibilidades que tenían, trataron de entorpecer la maquinaria de la muerte. Tal fue el caso de la enfermera jefe Godefrieda, que trabajaba en otro de los “sanatorios” que Lonauer supervisaba. Ella dejó de ejecutar los asesinatos de mujeres que se le encargaban, pero no pudo parar el traslado de enfermos al castillo de Hartheim.
La media de estancia (con vida) en el sanatorio en cuestión pasó de ser de varios años antes de la guerra a treinta y ocho días durante la contienda.
En 1945, una hora antes de la entrada de las tropas americanas en la ciudad en donde residía, Neuhofen an der Krems, Lonauer mató a su mujer y luego asesinó a sus hijas, de seis y dos años, y después se suicidó convirtiendo así el planeta en un lugar mejor para todos.
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