Protestar pegados (en Viena)

Los activistas por el clima han provocado enormes atascos en el tráfico matinal en Viena.

15 de Mayo.- Ya lo cantaba Sergio Dalma, que protestar de lejos no es protestar, que hay que protestar pegados. Ah no, que eso era bailar.

El hecho es que hoy el tráfico en Viena ha estado bastante complicado: los activistas por el clima han se han pegado a la calzada en diferentes lugares de la ciudad, provocando hermosos atascos que, desgraciadamente, no serán suficientes para que alguien, por fin, haga algo para parar la catástrofe que, lenta, pero inexorable, se nos aproxima.

Los activistas piden cosas muy sencillas que no son, de ninguna manera, irracionales: reducir las emisiones de dióxido de carbono por un medio tan sencillo y tan barato como bajar la velocidad máxima en las autopistas. Concretamente a unos más que suficientes 100 kilómetros por hora. También piden que no se perfore más en busca de petróleo. El Gobierno no está dispuesto a hacerlo. Vamos, lo que es su competencia, el límite de velocidad. La industria del automóvil y la de los combustibles fósiles (una de las empresas más grandes de Austria es, precisamente, la ÖMV) le aplaude. Pero no solo: el vehículo propio de explosión es parte inseparable de la manera de ver el mundo de la generación más mayor, o sea, de esa que sigue votando al Partido Popular austriaco, esa por miedo a la cual se siguen bloqueando las reformas que permitirían ponerle fecha de caducidad a los carnés de conducir o subordinar su posesión al paso de determinados tests médicos y de reflejos.

Y así, se ve a personas por este país que, entradas en la década de los ochenta de sus vidas, siguen conduciendo por aquí y por allá, causando accidentes y muertes.

(Independientemente, por supuesto, de que dejen el clima hecho una pena, que eso también).

Muchas personas equiparan independencia (y estatus) y coche. Lo mismo que piensan que si la comida no lleva carne, no es comida. Y ya se sabe que contra las inercias culturales no hay quien pueda. Y más en este país, que tardó más de seis meses en hacer peatonales un trozo de 200 metros de Mariahilferstrasse.

Hoy en las protestas, que se han registrado en diferentes puntos de Viena, ha habido una novedad. Los “cabaretistas” (humoristas, diríamos en español) se han unido a los activistas para dejar patente su opinión de que este es un tema transversal y uno de los desafíos más acuciantes a los que se enfrenta la humanidad. Rostros tan conocidos como Robert Palfrader o Martin Puntigam han colaborado en los cortes de tráfico.

Otros colectivos de la sociedad civil, como las “Omas gegen Rechts” les apoyan también.

Las protestas se han saldado con cuarenta detenciones y algunos incidentes sin importancia por parte de algunos conductores cabreados, mientras los medios más cenutrios insisten en pintar una imagen de los activistas que es idéntica a la que se pintaba, por ejemplo, de las mujeres que pedían el voto femenino a finales del siglo pasado (rollo: pero qué quieren estas locas, si ya les hemos hecho cocinas más grandes? ) o las personas que piden una igualdad efectiva para el colectivo LGTB (rollos: qué quieren los maricas estos, si ya les dejan casarse?).

El cambio climático es nuestro mayor reto como especie. Mucho mayor que la pandemia. Porque, si abril es el nuevo julio (que se lo digan a mis paisanos, allá en el sur) cómo será el nuevo julio?

PROGRAMA “MIGRANTE EXTRAVIADO”

Ayer por la tarde, en el programa semanal de La Tarde en Directo, el Sr. D. Rafael Barceló, cónsul mexicano en Tucsón (ciudad fundada por un austriaco, por cierto) nos estuvo explicando pormenores muy interesantes a propósito de la que es la frontera más concurrida y traspasada del mundo y de las labores del consulado para ayudar a personas extraviadas mientras cruzan el desierto de Sonora.


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