Las personas que trabajan en el comercio minorista están entre los peor pagados de Austria. Lo dicen los datos.
6 de Diciembre.- Se acercan las olimpiadas anuales del consumismo (si es que no estamos ya en ellas). La gente compra por comprar, lo que no necesita, lo que terminará arrumbado en cualquier sitio el dos de enero (o incluso antes). La necesidad de que la economía ruede (es temporada alta) está cubierta por una capa de merengue hecha de villancicos, azúcar y alcohol de garrafón.
Estos días los empleados del comercio han hecho varias horas de huelga de advertencia. Avisan de su situación es, en muchos casos insostenible y que es necesario que la patronal mejore sus condiciones de trabajo. La patronal, como es costumbre en estos casos, se pone de perfil. Se echa las manos a la cabeza, diciendo con actitud elegíaca que hay que ver, que estos trabajadores salen cada día más caros, que ya no se conforman con que les hayan quitado la bola de hierro y la cadena, que no agradecen que ya no se les den más latigazos ¡A dónde vamos a llegar! Todo así.
Pero el caso es que los datos parecen dar la razón a los trabajadores, según un estudio del que los medios austriacos se hacen eco hoy.
En Austria, hay 300.000 personas que trabajan en el comercio al por menor. La mayoría (71%) son mujeres y más de la mitad de empleados (mujeres y hombres) trabajan a tiempo parcial. El del comercio es uno de los pocos sectores de actividad en el que los hombres, en esto, también lloran. Un 22% de los varones que trabajan en el comercio lo hacen a tiempo parcial.
Aunque también es verdad que, en muchos casos esta parcialidad de los contratos es elegida y la gente no quisiera trabajar más horas (como veremos, ahí le duele también)
Los sueldos en el comercio son una porquería. De media, un empleado cobra 24.000 euros brutos. Esto viene a representar dos terceras partes del sueldo medio en Austria. Los hombres (decíamos ayer) que trabajan en el comercio cobran de media 30.400 laureles brutos, en tanto que las mujeres 21.500.
Dadas estas cifras, comprenderán las personas que me leen lo siguiente: solo un 6% de los empleados del comercio llega con comodidad a fin de mes, un 56% vive justito (o sea, a base de pasta y arroz) y un diez por ciento chupan el gotelé de su casa a falta de cosa de más alimento que echarse a la boca.
Un tercio de las mujeres que trabajan en el comercio y un quince por ciento de los hombres no podría sobrevivir sin la ayuda financiera de sus parejas.
Este panorama desolador tiene además otra derivada: cuando estas personas se jubilen (si es que se pueden jubilar a la edad legal) van a estar condenadas a la pobreza.
En general, el trabajo en el comercio se valora poco y mal, también porque muchas personas ocupadas en este sector trabajan en grandes cadenas de distribución en donde tanto las jefaturas como, ojo, nosotros, los clientes, tenemos la sensación de que son piezas intercambiables. Y no es así.
El otro día, por ejemplo, recogí un cuadro que había llevado a enmarcar en un establecimiento de estos de toda la vida (lo lleva un matrimonio anciano que, me temo, se me jubilará pronto). La señora, al ver que iba a pie y que llovía en la calle, me hizo con el cuadro enmarcado el paquete más primoroso que me hayan hecho nunca.
Y es que, queridos amigos, el factor humano también es una diferencia. Y habría que pagarlo como se merece.
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