Olas de calor de meses

La plana mayor de los expertos mundiales en cambio climático están reunidos en Viena. El panorama que dibujan sus conclusiones es preocupante.

 

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17 de Abril.- La semana pasada fue en Austria entera y en Viena en particular una semana típica del verano.

Alcanzamos cómodamente temperaturas propias de Junio. Los termómetros batieron varios récords (entre ellos, el punto más temprano del año en el que se alcanzaron los treinta grados) y yo estrené unas sandalias que no había pensado ponerme hasta después del cuarenta de mayo.

Es bastante probable, sin embargo, que estas temperaturas no sean un episodio aislado y que tengamos que lamentar (sí: lamentar) olas de calor muchísimo peores antes de que el siglo alcance su ecuador.

Estos días se reúne en Viena la asamblea general de la Unión de Geociencias y el balance que los científicos hacen de la situación es terrible tirando a catastrófico.

Las temperaturas del verano en Europa entre 1980 y 2022 han subido de media casi dos grados y medio (como referencia: el objetivo de los acuerdos de París, hoy sobrepasados por la realidad, era lograr que la temperatura global no subiese más de un grado y medio). La mayoría de los modelos climáticos han subestimado el calentamiento que ha sufrido la atmósfera sobre el continente europeo.

Por ejemplo: Philip Aglas-Leitner, del Institute of Science and Technology (ISTA) en Klosterneuburg y que trabaja en el Instituto para la Investigación del Cambio Climático de la Universidad de Nueva Gales del Sur, ha presentado este miércoles un estudio comparativo de 25 olas de calor entre 2010 y 2023 en todo el mundo.

En este estudio, aún no publicado y que Aglas-Leitner ha elaborado en colaboración con otros científicos de la Universidad de Viena, se dice que, aún en un escenario muy optimista (y, por lo tanto improbable a día de hoy) de reducción drástica de la emisión de gases de efecto invernadero y, por lo tanto, de incrementos de temperatura media “moderados” Europa se enfrenta a un escenario en el que, de aquí a finales de este siglo, se harán cada vez más probables las sequías y las olas de calor que dejarán en mantillas los récords que se registraron en 2018.

En concreto podrían ser una y media o dos veces más fuertes.

Serán olas de calor que “podrían durar meses” y que golpearán de forma cruel a grandes capas de la población. Por ejemplo, a los niños y a los ancianos, que son las personas que más sufren las altas temperaturas. Y que las sufren ya.

Siendo realista (o sea, contando con que no se reducen las emisiones de gases de efecto invernadero tanto como sería necesario) el escenario aún se torna aún peor, con olas de calor de hasta seis meses, que golpearían grandes zonas del continente europeo al mismo tiempo, produciendo consecuencias en todos los órdenes de la vida.

Curiosamente, los científicos relacionan estos veranos infernales con la bajada de la contaminación.

Según Dominik Schumacher, del ETH Zürich, al haber bajado las emisiones de aerosoles y de partículas y haberse reducido las famosas “boinas negras” sobre las ciudades, se ha perdido una cierta protección.

Al no haberse incluido estos efectos en los modelos climáticos disponibles, las temperaturas salían más bajas de lo que, probablemente, serán.

A pesar de todo, Schumacher ha pedido que no se interpreten mal sus palabras y ha dicho que la contaminación no es tampoco buena (la prueba es que todos los años mueren miles de personas por su causa).

Dentro de algunas semanas serán las elecciones al Parlamento Europeo. El mundo se enfrenta a una situación inédita en su historia y Europa va a ser una de las zonas más golpeadas por el cambio climático. Todos sabemos que hay partidos políticos que no solo niegan, contra toda evidencia, que el cambio climático exista, sino que apuestan por revertir las políticas que pueden amortiguar un poco sus tremendas consecuencias. Está en nuestras manos pararles.


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