Lena Schilling, candidata de los verdes a las elecciones al parlamento europeo, ha tenido que dar hoy otra rueda de prensa (y van tres)
Ayer, entre Der Standard y Der Spiegel (austriaco y alemán, respectivamente) publicaron sendos “chats” en los que la política confesaba dos cosas de hondo calado. Por una parte, insinuaba que, al día siguiente de ganar las elecciones y obtener el acta de eurodiputada, se cambiaría de fracción y, de los verdes, pasaría a ser de la fracción de izquierdas (die Linke).
De los chats que obran en poder de las dos empresas periodísticas, se deduce que Schilling albergaba ya esta intención durante el proceso por el que fue elegida candidata por Los Verdes. El día en que esta candidatura se confirmó, parece que escribió sobre poco más o menos “si ahora me cambio a los de izquierdas, ya no pueden hacer nada muhahha (sic)”. Precisamente la onomatopeya, que es lo que la manera en que los malos se ríen en los cómics, da lugar a dos interpretaciones diferentes. Por un lado, la que defiende la propia interesada, diciendo que era una broma (joé, vaya broma, en cualquier caso) y la otra, la del Standard que, con sumo cuidado y respetando los tiempos para que una revelación sensacional no ahogue a la anterior, va poniendo las piececitas para mostrar una imagen de Lena Schilling como pájara de cuenta.
La otra revelación que se conoció ayer es que Lena Schilling odiaba al partido Verde (Schilling tiene sus orígenes en el activismo contra el cambio climático).
El barullo que se ha formado ha sido tan grande que Lena Schilling ha dado esta mañana una rueda de prensa para explicarse (y van tres) y tratar de parar la inmensa pella de fango que se le viene encima a ella y, por extensión, al partido que la presenta como candidata. Aunque algo me dice que las explicaciones llegan tarde, aunque solo sea porque todos los que la critican quieren que lleguen tarde.
Para defenderse, Lena Schilling ha anunciado hoy que se ha afiliado al partido, ha explicado que los supuestos planes de pasarse a la fracción de la izquierda en el Parlamento europeo no pasaron nunca de ser coñas marineras dichas en tono de broma y que decía odiar a los verdes porque, en su corazón puro y juvenil (esto no lo ha dicho, pero lo ha dado a entender) pensaba que los verdes estaban haciendo demasiado poco por la protección del clima y que claro, al ÖVP no lo criticaba tanto porque, como activista a favor del clima, ya me dirás qué puedes esperarte de los señoros del ÖVP.
También ha dicho que toda esta cascada de revelaciones se debe a una campaña orquestada.
Hasta aquí lo que se puede decir objetivamente. Para terminar este artículo, sin embargo, me gustaría decir dos cosas: la primera es que no me cae bien Lena Schilling. A ver, no tengo ninguna razón para que esto sea así, más allá que ese cierto olfato que da la edad. Dicho esto: yo creo que la pregunta principal de todo este asunto sigue sin responderse y es: ¿Por qué? O ¿Por qué precisamente ahora? ¿Cuántos de nuestros teléfonos móviles sobrevivirían a un escrutinio semejante? ¿En qué contextos se hicieron las afirmaciones que se le reprochan? ¿Si todas las cosas que saben el Standard y el Spiegel ya se sabían al principio de esta historia, por qué se van publicando con unos intervalos medidos, para que la eficacia sea mayor? Todas estas preguntas se reducen a una, como casi siempre ¿Qui prodest? ¿A quién le beneficia todo esto?
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