El coronel no tiene quien le sujete el cubata

La cuenta atrás se ha puesto en marcha y en “la casa roja” andan muy preocupados resolviendo “la cuestión de los extranjeros”. No faltan ideas. Pocas constructivas.

La europea media

12 de Junio.- No sé conducir (y, al paso que va la burra, dudo que vaya a aprender nunca). Esto tiene muchas ventajas. La principal es que, como vivo en la inocencia automovilística, todos los conductores son para mí perfectos. Me da igual que vayan a paso de tortuga o que reten a los radares. Para mí, todos igual de buenos.

Cuando mi hermano se sacó el carné de conducir, mi padre se sentaba a su lado en el asiento del copiloto y, al ver cómo mi hermano conducía, se notaba una alta tensión ambiental. Aunque mi hermano conducía y conduce estupendamente, mi padre, durante mucho tiempo, no pudo evitar ese sentimiento inconsciente de “yo lo haría mejor”.

En la política es un poquito igual. Sobre todo cuando las cosas no van demasiado bien.

En estos momentos, el partido socialdemócrata es el hermano pobre de los tres grandes austriacos. Con la extrema derecha crecida y la derecha “civilizada” con unas ganas enormes de echarse al monte rollo Luis Candelas, los socialdemócratas, con sus huestes desanimadas y (me temo) envejecidas, buscan la manera de devolverle la ilusión a la ciudadanía y de reconquistar el terreno perdido.

No ayuda nada que al frente tienen a Andreas Babler (el Pepe Gáfez de la política austriaca), que es un hombre al que Dios no llamó precisamente por el camino de la comunicación. Él lo intenta, claro, pero es todo como la vida de Kiko Ribera, o sea, que no acaba de cuajar.

Para colmo, está “la otra”. O sea, Hans Peter Doskozil.

Pero hagamos historia porque, como dijo Kim Kardashian, los pueblos que no conocen su historia están condenados a repetirla. Recordarán las lectoras y los lectores que, hace poco más o menos un año, al frente del SPÖ estaba la doctora Pamela Rendi-Wagner. Muy alta, muy lista, muy guapa y muy fina pero…En fin. Con poco tirón entre las masas. Digámoslo así. Además, con cierta periodicidad, Hans Peter Doskozil se dedicaba a sabotear su liderazgo. Era como las matrimoniadas de José Luis Moreno, pero en más cruel. Hasta que a Pamela Rendi-Wagner se le hincharon las narices, se puso delante de la militancia y dijo:

-Militancia, o este (y señaló a Doskozil) o yo.

La militancia dijo:

-Pamela, cari, no podemos plantear la cuestión en esos términos. Vamos a coger a un tercero en discordia, por lo menos para cubrir las apariencias una miaja.

Se presentó el tercero. Andreas Babler. Se convocaron las correspondientes primarias. Pamela Rendi-Wagner quedó eliminada a la primera. Por unas horas, pareció que Doskozil, por fin, iba a poder conducir el coche de la socialdemocracia austriaca y entonces, en un giro de guion espectacular, se supo que había habido un error y Doskozil sufrió la humillación más grande de su vida: la de ir a por lana y salir trasquilado. La militancia se había decantado por Babler.

Doskozil, ofendidísimo (no era para menos), dijo que se volvía a Burgenland, que eran todos unos ingratos y que nunca jamás iba a volver a intentar salvar al SPÖ. Mientras daba un portazo, gritaba:

-Ya me echaréis de menos, ya. Pero cuando me necesitéis os van a dar por Marx.

Todos sabíamos que, más tarde o más temprano, Doskozil volvería porque no está en su naturaleza dejar a otros conducir. Su ego descomunal (y la tropa de aduladores que debe de tener en Burgenland) le llevan a considerarse el gran postergado de la política austriaca. En la política nacional, sin embargo, Doskozil es ese hombre que dice “sujétame el cubata” y al que nadie quiere sujetarle el cubata.

Después de conocerse el resultado (poco lucido) de Babler en las europeas del domingo era cuestión de tiempo que Hans Peter Doskozil se hiciera vivo para decir “conmigo el resultado hubiera sido otro”. Esta vez ha sido a cuenta de la “Ausländerfrage” o sea, de los extranjeros. Pero no de los extranjeros como yo, sino de los extranjeros que votan a la extrema derecha visualizan cuando se habla de extranjeros. O sea, los moritos y las moritas. Que si hablan raro, que si sus críos no saben hablar alemán (¡Con lo fácil que es!), que si van vestidos como quieren, que si cocinan sus cosas…En resumen, que no se integran.

Si por Doskozil y la extrema derecha fuera, irían todos los sirios con lederjosen y las sirias con escotazo.

Los que entienden de las cosas (Doskozil, por ejemplo) afirman que los socialdemócratas con han conseguido resolver “la cuestión de los extranjeros” y quieren significar que el austriaco medio piensa que los socialdemócratas no muestran “suficiente mano dura” con esa pobre gente.

¿Será verdad?


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