Vientos adversos corren por Europa en lo económico. Las empresas austriacas están empezando a notarlos de forma indudable.
4 de Diciembre.- En primer lugar, me gustaría pedir disculpas a los seguidores de Viena Directo porque, digamos que en las últimas dos semanas, no estoy publicando artículos con la asiduidad que solía. Y es que, a pesar de que yo pongo todo mi empeño en ello, la navidad, como todos los años, me tiene azacaneado. Que si galletas, que si cenas, que si vinos calientes (en realidad, vino más anticongelante) que si tal y que si cual. En resumen, que procuraré enmendarme, pero también digo que espero con ansiedad enero, con su calma, para poder recuperar el paso y el ritmo.
LA ENVIDIA Y EL DESPRECIO
El otro día, tomándome un Nesquick con unos amigos, salió en la conversación el documental, dirigido por David Trueba, que se llama La Silla de Fernando. El Fernando del título es no podría ser de otra manera, Fernán Gómez, el nieto natural de la gran actriz María Guerrero (su padre, hijo de la diva, nunca le reconoció). Me extendería en consideraciones genealógicas, pero voy a lo mollar. En el documental, FFG decía que el pecado nacional, en contra de lo que suele decirse, no es la envidia, sino el desprecio. El gran actor lo ilustraba con un ejemplo muy claro: si uno dice “!El Quijote! Qué gran novela” es porque uno se da cuenta de que los dos tomazos de Cervantes son dos monumentos y porque a uno le gustaría escribir algo así. Eso, decía Cervantes, es envidia. En tanto, si alguien coge una de las dos partes de las aventuras del ingenioso hidalgo y dice “El Quijote! Pos vaya, no es para tanto” eso es desprecio.
En estos momentos, Herbert Kickl, por razones obvias para cualquier observador, se encuentra sumido, por lo menos de puertas para afuera, en un vómito de desprecio. Ve a los tres partidos que están negociando la nueva coalición y solo tiene para ellos denuestos. Su sueño es que fracasaran o fracasasen, para así él poder coronarse triunfador de unas hipotéticas elecciones, en las que pudiera campar a sus anchas con su racismo, su xenofobia, su mala baba y, en general, con su manera tóxica de ver las cosas.
CARAS DE CIRCUNSTANCIAS
Lo cierto es que la coalición tripartita se enfrenta desde ya a la tarea titánica de enderezar la economía de Esta Pequeña República. De las circunstancias no van a poder esperar mucha ayuda, esa es la verdad. Uno de los principales mercados de los productos austriacos, Alemania, nuestra vecina de arriba, se encuentra en estos momentos sumido en una crisis profundísima, probablemente sin parangón en las últimas décadas. La otrora imbatible industria alemana, que era la locomotora de Europa, está dando claras muestras de agotamiento y se están viendo estos días imágenes tan inéditas como alarmantes, como por ejemplo manifestaciones de obreros ante las fábricas de Volkswagen, fábricas que se enfrentan a una perspectiva que hace años hubiera dado risa: el cierre.
En Austria el panorama no es mejor. Algunas empresas que parecían sólidas, como el fabricante de motocicletas KPM, se enfrentan a la insolvencia y 6500 personas, que trabajan elaborando piezas para la industria automovilística alemana, temen por sus trabajos.
Desde el servicio público de empleo, AMS, y otras instancias públicas como Statistik Austria, se alerta de que la situación de la economía austriaca y, en general, del bienestar económico de Austria, se están deteriorando desde hace, por lo menos, un lustro. El Gobierno entrante se ve en el dilema de abordar reformas necesarias, pero sabiendo que serán dolorosas y que, en un ambiente tan polarizado, es probable que le den alas a una extrema derecha que ha sabido canalizar el descontento utilizando su retórica incendiaria y populista.
Entretanto, ya hay cinco Bundesländer de los nueve en donde la extrema derecha está en el Gobierno. Probablemente Burgenland se sume a principios de 2025 a esa lista. Serán palos en las ruedas de un Gobierno que hubiera necesitado más que nunca aliados. ¿Los tendrá? Esa es la pregunta.
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