El excéntrico Hermes Phettberg falleció ayer a los 72 años de edad. Con él se acaba una manera de entender el mundo muy austriaca.
19 de Diciembre.- Todos los años, en el desfile anual del Orgullo LGTBIQ+ (aquí se llama Regenbogenparade) había un participante que solía acudir, impasible y majestuoso, en un Mercedes blanco un poco decrépito. El rey sin corona de Viena, llegaron a llamarle.
Se trataba de Hermes Phettberg (seudónimo de Josef Fenz), una persona que gozó de inmensa popularidad en Austria a principios de este siglo y que aún seguía siendo recordado como exponente de esa gente que vive al margen de las convenciones. Phettberg murió ayer, en Viena, a la edad de setenta y dos años.
CHICO MAL DE CASA BIEN
Phettberg -por comodidad, seguiremos utilizando este nombre- nació en una familia de productores de vino de Retz, en Baja Austria. Entre 1969 y 1973 trabajó como empleado de banca en Viena. Dejó la banca para interesarse por la teología (una vocación bastante inaudita si uno piensa en su trayectoria posterior) y trabajó hasta finales de la década de los setenta como asistente pastoral en la diócesis de Viena. Más tarde, lo dejó para trabajar en el bufete del gobierno del Land de Viena. Fue por esa época cuando se afilió por primera vez al Partido Popular austriaco, formación de la que salió, volviendo a entrar de nuevo y volviendo a salir. En 2018, anunció vía Twitter que se había hecho el carné de partido socialdemócrata. Bajo esas siglas ha muerto.
Phettberg padecía obesidad mórbida (llegó a pesar 170 kilos), lo cual tuvo consecuencias bastante graves en su salud. En 2007 sufrió un derrame cerebral y fue enviado a una clínica en donde consiguió la proeza de reducir su peso en casi cien kilos (de 170 a 73). Vivía de la asistencia pública y recibía una pensión por invalidez.
Nuestro protagonista de hoy era, como Waluliso, un producto típico de cierta manera de ser austriaca. Lo que aquí se llama un “original”. Una persona excéntrica que parecía complacerse en mandar a tomar por saco los tabúes. Especialmente los sexuales. En los ochenta montó una asociación para promover el sadomasoquismo y propuso, con un ánimo iconoclasta, la fundación de una escuela para la pornografía y la prostitución. Se hizo famoso por sus “performances” sadomasoquistas (le gustaba que le pegasen latigazos hombres vestidos con vaqueros, los “jeansboys”) y sus apariciones en Talkshows.
Desde marzo de 1992 escribía en el semanario progresista Falter. Tenía una columna fija, llamada Pehttbergs Predigtdienst. Sus textos adoptaban la forma de textos que iban ajustados a las diferentes fechas del calendario litúrgico católico (la última fue hace unos días y trataba de la navidad).
LA TELE, LA METAFÍSICA, LA POPULARIDAD
El pico de la popularidad le llegó en 1994 con un estrambótico Late Night llamado Phettbergs Nette Leit Show el cual, visto hoy, demuestra lo mucho que mola tener una televisión pública que no tenga que preocuparse del dinero y de las audiencias. Era un lujo ver a Phettberg entrevistar a personas que tenían cosas que decir, como Elizabeth T. Spira, Hermann Nitsch, Manfred Deix, Josef Hader o el experto en ópera Marcel Prawy (la que encabeza estas líneas). Las entrevistas siguen estando por ahí disponibles (la magia de internet) y las preguntas eran imprevisibles en la mayor parte de las ocasiones y, por lo mismo, extremadamente interesantes.
La primera, siempre era la misma “Frucade oder Eierlikör?” (Frucade es un refresco ultradulce para niños, parecido a la Fanta, y el licor de huevo también es un potingue que suele consumirse mucho por estas fechas, una bebida de abuelas que deja unas resacas espantosas, según tengo entendido -ejem).
El show tuvo tanto éxito que se editó en 6 DVDs.
Phettberg, incansablemente curioso, siempre dispuesto a probar nuevos medios de expresión, se pasó lo que llevamos del siglo XXI experimentando con nuevos formatos de televisión y de internet, incluyendo su propia página web y los vídeos musicales.
No se detuvo ahí, incluso inventó un lenguaje neutral con respecto al género, en el que las terminaciones de género eran sustituidas por la letra “y”. Por ejemplo, en vez de llamar a sus lectores “Lesser*innen” los llamaba “lessys”.
Hablando con un colega de la noticia, y viendo viejos videos de Phettberg y de sus (a veces) desconcertados invitados, decíamos los dos lo mismo: hoy esto no sería posible. Y es una pena que así sea.
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