El eventual ascenso al poder de la extrema derecha en Austria ha hecho que haya cundido la inquietud en las cancillerías europeas.
11 de Enero.- En estos momentos se puede decir que el mundo está mirando a Austria y que hay bastante inquietud por lo que pueda pasar de aquí a unos meses.
Se puede decir que, en estos momentos, la Unión Europea vive un acoso sin precedentes en su historia y que se está jugando no solo su futuro inmediato, sino su mera existencia. Y Austria es uno de los escenarios del juego.
Ya se han iniciado oficialmente las conversaciones oficiales entre el Partido Popular austriaco y la extrema derecha, con el fin de intentar formar un Gobierno.
Estas conversaciones han causado una gran inquietud, como digo, en los núcleos profundos del poder en Austria.
Del poder económico pero también del poder político.
Como puede imaginarse el lector sin demasiado esfuerzo, de Secretario de Estado para abajo hay toda una red de competentes funcionarios que son los que hacen el trabajo de verdad, el de pico y pala de todos los días. Son personas con carrera, con estudios superiores (cosa que les falta a bastantes políticos de los que salen en los carteles electorales) y, en muchos casos, son personas de las que depende un elemento clave para el bienestar de un país: la reputación que ese país pueda tener de cara al exterior.
De esa reputación, por ejemplo, depende que Austria pueda acudir a los mercados a financiar su deuda. Esto es: si las entidades que prestan dinero a crédito al Estado austriaco no creen en que los futuros gobernantes de este país puedan llevar a cabo su trabajo en condiciones, se pensarán prestarle dinero al que, hasta ahora, ha sido uno de los pagadores más fiables del mundo.
De momento, hoy la agencia de rating Fitch ha publicado previsiones pesimistas sobre el futuro de la economía austriaca. Es una malísima noticia. Porque la mala reputación se gana en un instante pero la buena se tarda años en reconstruir.
Otro signo de la inquietud creciente a propósito de un eventual gobierno de extrema derecha en Austria es la circular que el nuevo canciller interino, Schallenberg, envió ayer a todas las embajadas austriacas. Ni más ni menos que con un argumentario sobre qué tenían que contestar los diplomáticos austriacos a las preguntas de sus homólogos europeos.
Con un partido como el FPÖ lleno de majad…Digooo de personas radicales y fanáticas, con estrechos contactos con Rusia (véase Karin Kneisl, última ministra de exteriores nombrada por el FPÖ antes del escándalo de Ibiza o los simpatizantes del FPÓ infiltrados en el servicio secreto, como Egistos Ott) en las embajadas de la Unión todo es un hervidero de preguntas.
Preguntas que se pueden resumir en una sola: ¿Seguirá siendo Austria el socio fiable que ha sido hasta ahora en Europa? No está ni mucho menos claro, pero Alexander Schallenberg ha rogado a los diplomáticos bajo su cargo que respondan con contundencia que sí, que Austria seguirá siendo fiel al cumplimiento de sus compromisos. Textualmente: que esto ha sido así con todos los gobiernos anteriores y que seguirá siendo así con los Gobiernos que vendrán.
Por supuesto, Schallenberg ha cumplido con su obligación, pero el ascenso al poder de la extrema derecha en Austria, acompañado con el muy adverso contexto internacional, en un mundo lanzado a toda velocidad hacia el tecnofeudalismo de un Elon Musk al que se le ha ido la mano con los polvillos blancos, hace que sus afirmaciones sean solo fáciles de sostener de momento.
No está nada, pero nada claro, que el Partido Popular austriaco consiga contener a la extrema derecha en la política exterior y, aunque de puertas para afuera pareciese lo contrario, Herbert Kickl, como canciller, tendrá en la mano todos los resortes del poder para despedazar todo lo despedazable al servicio de quien le manda al final, que son todas esas fuerzas oscuras que todos sabemos.
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