Inmediatamente (o ya, si eso, en seis meses)

Foto generada artificialmente (Leonardo)

El Gobierno quiere detener en cuanto pueda el reagrupamiento familiar, un mecanismo que permite entrar en Austria a muchos extranjeros.

LTeD 09.03.25: 1+364

12 de marzo.- Uno de los mantras del herido Herbert Kickl durante estas últimas semanas es que la coalición presente es fruto del miedo. Y es muy probable que tenga razón, aunque no en el sentido degradante, neurótico, en el que él usa la palabra miedo. El miedo de los tres partidos gobernantes y, no lo olvidemos, el de la inmensa mayoría de los votos de los austriacos que la sustentan, no tiene nada que ver con ese sentimiento frío y pegajoso que Kickl cuyo fantasma invoca el líder de los ultraderechistas austriacos. No es, en ningún caso, esa desazón inconcreta que siente quien siente que no controla el mundo y no sabe a qué atenerse.

El miedo de los coaligados es, por el contrario, muy simple y muy concreto: el que produce la previsible deriva autoritaria, corrupta e imprevisible que un gobierno del FPÖ llevaría consigo, como ya ha demostrado la Historia.

Por eso, una de las misiones del Gobierno actual, sin duda la más difícil, mucho más difícil que atajar los problemas del presupuesto, es la de quitarle fuerza al FPÖ. Como digo, no es fácil, porque la fuerza del FPÖ se sustenta en un conjunto de circunstancias que son muy tozudas y que tienen que ver con un ambiente de pesimismo generalizado, creado interesadamente (decíamos ayer) pero también con problemas de índole económica que están minando desde hace años la sensación de bienestar económico de las clases medias y bajas de este país.

MARCANDO LA AGENDA

Los anteriores gobiernos se han esforzado, sin mucho éxito, esa es la verdad, en tratar de mandarles mensajes a los votantes del FPÖ, a base de intentar dar sus versiones más o menos decentes de las medidas maximalistas que la extrema derecha lleva en el programa. La esperanza es puntuar en ese grupo de votantes que, de todas maneras, no atiende a los medios que el Gobierno usa para comunicar esas medidas (de nuevo, decíamos ayer) con lo cual lo que se consigue es una política contradictoria y un sí es no es errática, que termina por ser contraproducente.

El Gobierno austriaco, desde que se constituyó, quiere hacer ver que va a detener la inmigración. Por supuesto la ilegal, pero también aquella que, siendo legal, le resulta molesta al votante medio austriaco. Por ejemplo, la que causa el mecanismo de “reagrupamiento familiar” que permite a las personas que tienen estatus de refugiado en Austria traerse a sus familias.

En los últimos dos años, varios miles de personas han llegado a Austria mediante este procedimiento. Se han concentrado en su mayor parte en la ciudad de Viena y han “tensionado” muchísimo las infraestructuras de la ciudad, especialmente las educativas, porque muchas de las personas que han llegado a Viena en los últimos dos años son menores de edad que están obligados a ir a la escuela.

Viena no daba abasto para enseñar alemán a tantos niños que, por añadidura, vienen muchas veces de situaciones muy difíciles. Se tuvieron que habilitar escuelas en contenedores, y reclutar a toda prisa a personal para intentar apoyar al que ya estaba sobrecargado.

Esa situación, sin embargo, se ha aliviado algo desde que empezó el nuevo curso y muchas de esas escuelas de emergencia que se habilitaron están hoy vacías.

DETENER EL REAGRUPAMIENTO FAMILIAR

Desde la semana pasada el Gobierno recién incorporado está anunciando que va a detener el mecanismo de reagrupamiento familiar. Sin embargo, no parece que vaya a ser ni tan fácil ni tan rápido hacerlo. Por encima de las leyes austriacas están las leyes comunitarias y los acuerdos, como la convención europea de los derechos humanos, que obligan a esta república lo mismo que al resto de los veintisiete.

El Gobierno cree, sin embargo, que retorciendo el artículo ocho de esa convención de los derechos humanos podrá parar el reagrupamiento familiar. Ese artículo establece sobre poco más o menos que se puede detener el reagrupamiento en el caso de que la llegada de personas a un determinado territorio (país) ponga en peligro el funcionamiento normal de las infraestructuras de ese territorio.

En Austria esto ha sido así (ya no lo es) pero solo en la ciudad de Viena. Los juristas que han examinado el caso son casi unánimes al afirmar que la Unión Europea podrá echar atrás la propuesta austriaca mediante un sencillo procedimiento: si Viena está sobrecargada da refugiados, lo que tenía que haber hecho el Gobierno (y puede seguir haciéndolo) es repartirlos por el resto de Austria.

El problema, fundamentalmente, es el mismo que tiene la Comunidad Canaria en España y es que en el resto del país, en muchos de cuyos gobiernos regionales la extrema derecha está presente, no quieren ni oir hablar de ese peluquín.

En cualquier caso, hoy se ha llegado al acuerdo y el canciller Stocker ha anunciado la detención inmediata del reagrupamiento familiar.

LA LETRA PEQUEÑA

En esto, sin embargo, como en todo, hay que leer la letra pequeña. Los partidos coaligados han acordado una reforma legal que creará un instrumento por el cual se pueda detener el reagrupamiento familiar y una serie de instrumentos para monitorear variables como la integración, la demografía o la seguridad, de manera que, en el futuro, se pueda ordenar el tráfico de personas y crear contingentes de inmigrantes.

Hay que señalar también que el reagrupamiento familiar ha bajado mucho. Desde que empezó el año solo lo han utilizado 80 personas. Y esto porque se han instaurado controles de ADN más estrictos que permiten verificar si las personas que alegan ser familia efectivamente lo son.

Fuera de cámara los expertos afirman que todas estas reformas podrían entrar en vigor como mínimo en seis meses. Eso, si la Unión Europea no tiene nada en contra. Que si lo tuviera (o tuviese) abortaría esta operación.

El mensaje para los votantes del FPÖ sería este: “lo han intentado pero la Unión Europea, ese mónstruo burocrático que nos esclaviza, no les ha dejado, a los muy pringados de ellos”.

En fin: que no se sabe si es mejor el remedio o la enfermedad.

 

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