Un think tank europeo ha hecho unos vaticinios muy interesantes sobre el futuro demográfico del viejo continente.
31 de marzo.- Hace cuatro días se publicó un informe del “Think Tank” Bruegel, una organización independiente que se dedica a examinar diversos aspectos de la realidad europea. En este caso, el turno le ha tocado a la población. Más en concreto a la evolución futura de la población en la Unión Europea. La conclusión fundamental, también la de enunciado más espectacular, es que 2026 será el último año en el que la población de los 27 crecerá de manera neta. A partir de ese momento, se espera que la población europea empiece a disminuir.
Según este informe, esta disminución, aunque se producirá en todos los países, no tendrá el mismo impacto en todas las zonas de la Unión Europea. Los países del este de Europa, sentirán mucho más el rigor del invierno demográfico. Al proceso natural de envejecimiento debido a la bajada de la natalidad, se le va a añadir el efecto pernicioso de las políticas migratorias de los gobiernos del este de Europa. Aquellos países, como Austria, que han acogido y siguen acogiendo inmigrantes, verán algo mitigados los efectos de la despoblación, aunque las perspectivas variarán dependiendo de las áreas, como ya se está viendo, por cierto, desde ahora mismo.
Los inmigrantes se concentran (nos concentramos) donde hay trabajo, y esto, en Austria, suelen ser los entornos urbanos, por lo que es más que probable que haya una gran escasez de mano de obra en los entornos rurales.
La disminución y el envejecimiento de la población tendrán un gran impacto a todos los niveles. Por poner un ejemplo: en estos momentos, el porcentaje de personas en edad de trabajar con respecto a la población total es de algo más de un sesenta por ciento. En 2070, cuando yo sea ancianísimo (si llego) las personas en edad de poder sostener mi pensión van a ser, según la proyección de Bruegel, poco más de un cincuenta por ciento de la población.
También se espera que el número de personas de ochenta y cinco o mayores se doble de aquí a 2070. Del cuatro por ciento al ocho. Esto llevará sin duda a un tensionamiento del sistema sanitario y de los cuidados (¿Quién nos cuidará cuando seamos viejos y no podamos valernos?) por no hablar de las pensiones.
Nuestras ciudades y nuestra realidad diaria tendrá que transformarse para quitar recursos de donde ya no van a ser necesarios y ponerlos en donde van a hacer falta. Por ejemplo, se tendrán que cerrar escuelas y el sistema educativo, naturalmente, encoger.
Mal administrado, este estado de cosas puede tener un impacto negativo en nuestro nivel de bienestar. Sin embargo, hay buenas noticias también. Las nuevas generaciones tienen niveles más altos de capacitación que las antiguas y es previsible que los avances en inteligencia artificial y robótica compensen una parte de los efectos negativos de la disminución de la población.
Yo siempre pongo el mismo ejemplo: en el siglo XVIII, un archiduque austriaco pariente de Maria Teresa, fundó la propiedad agrícola de Albrechtsfeld, dedicada a la ganadería a y a la agricultura. En aquel momento, para llevar a cabo todo el trabajo, el archiduque fundó un pueblo anexo, en donde vivían casi mil personas dedicadas a las faenas del campo. Hoy realizan todo el trabajo ocho, y una de ellas es la encargada de la administración. Todo por obra y gracia de las máquinas.
Es probable también que el envejecimiento de la población lleve también a cambios culturales. Las personas mayores somos más reacias al cambio, salimos menos e invertimos nuestro tiempo libre en otras cosas que los jóvenes. Esto, y el inevitable alargamiento de la vida laboral, van a incidir en la economía. Es probable que se exacerbe el culto (bastante bobo, por cierto) por la juventud que ya existe hoy.
Quién sabe.
El informe entero, que es bien interesante, se puede leer aquí.
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