Han pasado más de veinticuatro horas desde los terribles sucesos de ayer. El shock va dejando su lugar a otras cuestiones.
11 de Junio.- Han pasado de 24 horas desde los terribles sucesos de Graz, que le costaron la vida once personas.
El día ha sido hoy para la conmemoración y el duelo por las víctimas. Las autoridades, encabezadas por el Bundespresidente Van der Bellen, han depositado flores y velas y han participado en actos organizados por diferentes confesiones. A las diez de la mañana, se ha guardado un minuto de silencio.
Como sucede siempre, una tragedia de estas características pone al conjunto de la sociedad frente al espejo, y retrata por tanto a quienes la contemplan y a los que informan sobre ella. Después del trauma debería venir la elaboración de lo sucedido y con ella, si es posible, las medidas necesarias para que la repetición de algo así sea más difícil.
Voy a empezar con lo que a mí me concierne, que es con la manera más correcta o, por mejor decir, menos dañina, de informar de un suceso semejante.
En general, los expertos aconsejan dar pocos detalles personales a propósito del agresor y de sus motivaciones, para desincentivar a los que en el ámbito anglosajón se denominan “copycats” o sea, personas dispuestas a perpetrar hechos semejantes.
También por este motivo, pero asimismo por respeto a las víctimas, hay que ser extremadamente prudente a la hora de publicar cierto material audiovisual que, si bien garantiza el clic o la respuesta emocional barata y cortoplacista, es absolutamente perjudicial a largo plazo. En este sentido, fue ayer ejemplar la cobertura de la televisión pública austriaca y manifiestamente mejorable la de las televisiones privadas. Yo estuve viendo ATV, por ejemplo, y daban bastante vergüenza las imágenes repetidas en bucle de los COBRA entrando al instituto y la melaza emocional y absolutamente innecesaria con la que los locutores rebozaron sus informes sobre el asunto. Quiero insistir en el adjetivo “innecesario” porque ciertos detalles no aportan ningún tipo de información imprescindible para entender el suceso y no perjudicar.
La siguiente cuestión es todavía más básica.
Austria es uno de los países de la Unión con más armas en manos de personas privadas. En concreto, hay la friolera de 30 armas censadas por cada cien habitantes. Lo cual hace aproximadamente 1,5 millones de armas de fuego en manos de particulares. En Austria, basta ser mayor de edad para obtener un permiso de armas y, por lo tanto, para poder comprarte un arma. Una barbaridad.
La pregunta, por supuesto, cae por su peso: ¿Para qué pollas querría nadie normal, que no se dedique a la seguridad, tener un arma de fuego en su casa? Austria es uno de los países más seguros del mundo -y no por las armas, precisamente- o sea, que es totalmente innecesario tener un arma de fuego para defenderse. Si no la prohibición total, el Estado debería velar por a quién se le da una licencia de armas, hacer que su posesión dependa de estrictos controles (periódicos) de salud mental.
¿Que usted quiere tener armas? Estupendo, venga aquí y páseme una prueba psicotécnica. Por supuesto, esto chocaría con claros intereses económicos. Por ejemplo, Glock, empresa fabricante de una de las armas del atacante de Graz, con sede en la bonita localidad de Deutsch Wagram, cercana a Viena, facturó casi mil millones de euros en 2021 (últimas cifras disponibles).
Está claro que asesinatos va a haber siempre, porque pirados (y piradas) va a haber siempre. Pero no es lo mismo la eficacia de golpear en el occipucio a un cristiano con una sartén de freír schnitzels o con un cueceleches que matar a veinte de una tacada en el mismo tiempo con una metralleta.
Cómo será la cosa que hasta a los fabricantes de armas les parece que conseguir una en Austria es demasiado fácil.
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