Más de la mitad de las personas en edad de trabajar que viven en Viena son migrantes. Somos un recurso fundamental para la economía austriaca.
18 de Junio.- En Austria, como en todas partes, el debate a propósito de la inmigración es sumamente candente. Todo el mundo coincide en que es bueno que haya una entrada ordenada de personas al mercado de trabajo. En primer lugar, para protegernos a nosotros, los inmigrantes, de los abusones de costumbre. A partir de ahí, hay variantes. Desde los que abogan por una inmigración negativa, la famosa “remigración” de los ultras, hasta el “dejad que los inmigrantes se acerquen a nosotros” (básicamente, porque los necesitamos).
El WiFo ha publicado un estudio muy interesante que pretende contribuir con hechos a este debate tan polarizado.
Empezamos por la cifra. Hoy, 18 de Junio del año de nuestro Señor de 2025, más de la mitad de las personas en edad de trabajar en Viena son migrantes. Los inmigrantes representamos más del 40% de horas trabajadas y representamos un tercio del producto regional bruto.
Viena tiene mas o menos dos millones de habitantes. De esos, más o menos 677.000 somos migrantes. ¿Qué considera la estadística austriaca como migrantes? 546.000 personas del total son migrantes de primera generación. O sea, gente como yo, que vino a Austria un día con las maletas cargadas de sueños y se quedó. 131.000 son, o bien hijos de dos padres migrantes o bien personas que tienen al menos un progenitor migrante.
Los migrantes estamos repartidos por grupos en tres grupos que más o menos abarcan cada uno un tercio del total. O sea, un tercio de los migrantes venimos de otros países de la Unión Europea. Otro tercio viene de la ex Yugoslavia y de Turquía, y el tercio restante de países terceros como Siria, Afganistán o países de Latinoamérica.
En general, los migrantes tenemos como media un nivel educativo menor que la media de los austriacos. Algo menos de un treinta por ciento de nosotros solo tiene los estudios básicos (en la población austriaca este grupo es solo del 14%) pero también somos de media más jóvenes. Un cuarenta por ciento de los migrantes de segunda generación tiene entre 14 y 24 años.
Los migrantes trabajamos sobre todo en los trabajos desagradables, duros o las dos cosas que los austriacos no quieren hacer. El 72% de los trabajadores de los hoteles vieneses son migrantes o hijos de migrantes. O sea, que en un hipotético mundo en el que el FPÖ llevase a cabo sus políticas, los hoteles no podrían funcionar. Otro tanto de lo mismo con el sector de los cuidados a personas dependientes. Un 90% de las personas que cuidan a otros en Viena son migrantes.
Esto explica también que los niveles de ingresos sean más bajos que en la población austriaca. El sueldo medio de una persona migrante es en Austria de 2200 euros netos mensuales en tanto que el sueldo medio de un austriaco de pata negra son 2900 Euros netos.
Las conclusiones son muy claras y nada sorprendentes. Sin nosotros, las personas extranjeras, la economía austriaca se pararía. Hacemos los trabajos que los austriacos no quieren porque pueden permitirse no hacerlos, ya que, por diversas razones, pueden acceder a ocupaciones más cómodas. También los hacemos por menos dinero. En general, somos una ganga para la sociedad que nos acoge.
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