Agosto, momento de sequía informativa ¿Seguro? ¡No! Porque hemos sabido hoy que nueve niñas austriacas que nacieron en 2014 se llaman Cheyenne.
3 de Agosto.- ¡Dios mío, Agosto, qué horror! ¿Y de qué hablamos? Estas preguntas suenan en todas las redacciones austriacas durante este mes. Aunque también es verdad que son ganas de quejarse a lo tonto, porque de unos veranos a esta parte, hay noticias a cascoporro. Las de verdad (los barbas que matan gente en Oriente medio, los pobres afligidos por la desgracia de tener que pedir asilo…) y las que vienen de las elucubraciones de los periodistas de la forma ¿Qué pasaría si…? Una de estas, por ejemplo, es que, como roedores en un barco que se hunde, algunos los diputados del Team Stronach, viendo que su partido hace aguas por todas partes (mayores y menores) están buscándose el chusco en otras partes –ya se sabe que la vida del político es dura, señora- y, quien más quien menos, se está pasando al Partido Popular (austriaco). Un periodista (son gente de letras, sin ánimo de faltar, que uno lo es también) al saberlo, empezó a echar cuentas con los deditos de su mano y se dio cuenta de que, si todos los diputados del Team Stronach se pasaban al Partido Popular (austriaco) pronto dicho partido popular podría formar una coalición con la ultraderecha de Strache y revivir, sin elecciones ni costosa campaña electoral por medio, la nefasta coalición que estuvo a punto de dejar Austria como un solar a finales del siglo pasado y cuyos coletazos judiciales continúan hoy.
De momento, como es lógico, los afectados (particularmente los portavoces del ÖVP, a quienes se les nota que les halaga que se hagan estas cábalas) juran y perjuran que ellos no van a tener nada que ver (de momento) con la bestia parda (digo azul) y los azules no lo dicen todavía, naturalmente, pero lo dirán, que ellos lo que quieren es que “el pueblo” les vote masivamente para poder sacar a Austria del marasmo en que los mandatarios que mandatan actualmente la han metido.
¿Qué sucederá? Lo veremos en las próximas elecciones las cuales, si todo sigue como va, nos darán un susto.
Los niños del 2016 podrán quizá decir aquello de “yo nací el año en que Strache fue canciller” y sus padres les dirán:
-Pues sí que es verdad, Anna, hija mía.
Porque según publican las estadísticas, durante el año 2014 y por sexto año consecutivo, el nombre de la abuela de Nuestro Señor Jesucristo –madre de la Vírgen María, esposa de San Joaquín- fue el preferido por las parejas austriacas para nombrar a sus criaturas de sexo femenino. Anna, aparte de ser un nombre bonito, tiene otra ventaja: que es un nombre bastante neutro que suena bien en casi todos los idiomas.
El equivalente masculino de Anna es Lukas (y sus variantes, añado, porque también hay padres que se acogen al itálico modo y llaman “Lucca” a sus niños). Entre las niñas siguen en popularidad las Hannahs, las Sophias y las Emmas en tanto que Leonie (para mi gusto) conquista el trono del chonismo total (son curiosas las asociaciones que despiertan los nombres).
También hubo el año pasado opción para los amantes de la onomástica extrema. Continuó la caída de Justin (gracias a Dios). De todos los niños que nacieron en Austria, más de 66.000 solo 22 recibieron este nombre espantoso (probablemente eran los angelitos hijos de gente dedicada a la trata ilegal de estupefacientes o al crímen organizado), a cambio hubo 5 Maddox que, con ese nombre, tendrán un brillante porvenir en el mundo del cine porno, lo mismo que las nueve Cheyennes o las nueve a quienes sus padres llamaron Joy (sin Eslava –este chiste solo me lo van a entender mis lectores de Madrid asi que creo que será mejor que ponga el punto final aquí, después del guión de cierre y del paréntesis-).
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