Los austriacos y los toros

ManoleteUn torero,desgraciadamente, ha tenido un accidente de trabajo y ha muerto. Era joven y quizá por eso su muerte ha impresionado más ¿Cómo ven los austriacos los toros?

12 de Julio.- Algún lugar de Burgenland, Austria, Agosto de 2005. El bloguero –entonces un pichón- se sienta, calladito, modoso, en una Bierzelt en una fiesta de pueblo. Delante de él, medio pollo asado, junto a él, dos adolescentes –hoy hombres casados, cómo pasa el tiempo- que le miran con curiosidad y algo de extrañeza.

El bloguero, tratando de causar buena impresión, anuda una conversación en la que se habla de fiestas populares y tradiciones –es lo primero que te preguntan los austriacos y da idea de la importancia que tienen esas cosas para ellos-; metidos en harina, explica el bloguero, en inglés, el concepto “encierro”.

-Pues en mi pueblo –Sebastián de los Reyes, marco incomparable de belleza sin igual- en estas fechas, se cierra la calle principal y se corren los toros –con perdón- desde el corral hasta la plaza.

Los adolescentes miran al bloguero con perplejidad y, pasados unos segundos, hacen LA pregunta:

¿Para qué? –como diciendo “¿Para qué se toman todo ese trabajo, si podrían llevar los toros en un camión y santas pascuas?”.

El bloguero, ante este golpe de imbatible lógica centroeuropea, no sabe qué decir y se abisma en su pollo asado.

El bloguero empieza a reflexionar. Y hasta hoy.

Para las personas que nacimos en España entre mediados de los setenta y principios de los ochenta, todavía eran los toros una cosa que nadie cuestionaba. O, mejor dicho, con la que todo el mundo vivía pero que, en pocos casos, producía repugnancia o repulsa.

En la tele “echaban” aún corridas de toros, comentadas por señores que, antiguamente, hubieran comentado lo mismo una demostración sindical o una misa en el Valle de los Caídos, y a nadie se le ocurría que aquellos espectáculos fueran poco apropiados para un niño, de manera que, para todos nosotros, aquello se terminaba convirtiendo en algo acostumbrado, aunque tu familia no fuera especialmente amante de los toros.

Por supuesto, al crecer, aquellos de nosotros que teníamos (y tenemos, o creemos tener) una visión medianamente progresista de las cosas, nos hacíamos antitaurinos, lo mismo que nos hacíamos pacifistas (o, mejor, antimilitaristas) o que nos hacíamos partidarios de la donación de órganos. Todo en el mismo Pauschale, que dicen aquí. Un poco por convicción y otro poco porque hay que serlo, porque si eres una cosa, no vas a dejar de ser la otra, porque es lo decente y lo que toca cuando eres joven.

Desde que vivo aquí, tengo que reconocer que, como me ha sucedido con otras muchas cosas españolas, la existencia de los toros o su prohibición, con perdón, es un tema que me resulta lejanísimo y esta lejanía creo que me ha dado una cierta libertad para observar el fenómeno con una gran distancia (por no decir, lisa y llanamente, que me resulta incomprensible lo acalorado del debate y que toda la cuestión me la refanfinfla).

La RevueloSouveniers

A los aborígenes, no, por cierto. La mayoría de los austriacos que conozco, confrontados de adultos por primera vez, por ejemplo, con un encierro pamplonica, reaccionan aterrorizados (el otro día me mandó un amigo incluso un guasap, en el que me decía que, con lo peligroso que es, no entendía cómo aquello se permitía aún; yo, personalmente, tampoco lo entiendo pero, por lo mismo, habría que prohibir también los llamados, gilipollescamente “deportes de riesgo” y ahí sigue la gente practicándolos).

Naturalmente, en estas ocasiones, uno trata de templar gaitas, porque, entre las cosas subliminales que un español de mi generación aprendía de aquellos señores tan franquistas que comentaban las corridas de toros era que, cuando uno hablaba mal de “la fiesta” ponía en cuestión la calidad de su masculinidad (hoy, por suerte, esas tontadas ya no se usan).

Yo, soy incapaz de matar a ningún animal (vamos, creo que incluso en defensa propia sería incapaz de matar a ningún ser) y fuera de las hermosas fotos que hace mi primo Jose (Alcolea, en la profesión) ni entiendo de toros ni quisiera tener que entender nunca; sospecho que, como es de razón, se terminarán cuando el estado deje de darles pasta vía impuestos, y se consiga que haya una generación de niños que hayan crecido sin que les hayan dejado entrar a las plazas y que vean las corridas como las ven los austriacos; o sea: vírgenes de costumbre, como adultos nacidos y crecidos en un siglo XXI que ha empezado, tímidamente, a poder empatizar con vidas diferentes de la humana; niños que no sueñen con los toros como vehículo de ascenso social (para salir de la miseria, cualquier chica suficientemente operada o cualquier chico suficientemente dotado ya puede hacerse tronista en Hombres, Mujeres y Viceversa) y que consigan ver los toros como lo que son: como una manifestación cultural que ya ha cumplido su misión y de la que los seres humanos han podido extraer todas las enseñanzas que podrían haber extraído y no como lo que son ahora: casi (o sin casi) una toma de postura política.


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Comentarios

2 respuestas a «Los austriacos y los toros»

  1. Avatar de Ernesto Pastore
    Ernesto Pastore

    A algunos seres humanos nos revuelve el ánimo pensar que lo que compramos en los mercados es carne de ganado que estuvo preso, secuestrado y luego faenado en una polimasacre con martillo neumático. Así que la matanza porque sí en un circo frenético no tiene explicación, así como no tiene explicación cuando encierran en un corral a una vaca y varios jóvenes con palos entran para apalearla hasta la muerte, o la cabra que se arroja viva al vacío, desde el campanario de la iglesia del pueblo.

  2. Avatar de Laura
    Laura

    Nunca me han gustado los toros, de niña lloraba por el pobre animal. Una vez hicimos un debate en el colegio (hablo de principios de los noventa) sobre toros “sí” o toros “no” y me llevé muchos ‘palos’, empezando por la maestra, sólo porque defendí al animal diciendo que no era justo que lo torturaran de esa manera. Para mí no es una postura política, es una cuestión moral. Para algunos a lo mejor es una postural política, pero no por ello me parece menos digna. Sólo espero que las corridas de toros y otras muchas salvajadas que se comenten contran los animales en España se acaben pronto.

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