Viena, Ringstrasse, Hotel Imperial

Adolf Hitler, el huésped incómodo

Viena, Ringstrasse, Hotel ImperialEn Marzo de 1938, recién anexionada Austria a Alemania, Adolf Hitler se alojó en un famoso establecimiento de la capital. Quién iba a decir que, hoy, 75 años después, este hecho traería cola.

Un viaje en coche cargado de importancia política

12 de Mayo.- El catorce de marzo de 1938 fue un día cuyo desarrollo estropea un poquito la explicación que, después de la guerra, sirvió para calmar la conciencia de una gran mayoría del pueblo austriaco. Aquello de “nosotros fuimos la primera víctima”. Aquella mañana de incómodo recuerdo, Adolf Hitler abandonó la ciudad  de Linz y, en una cabalgata de limusinas se dirigió a Viena, camino de lo que, si bien no fue la cúspide de su carrera política, sí que fue seguramente  la culminación de un sueño muy anhelado. Como diría el castizo: “una patá en la boca” a aquella Viena por la que había vagado sucio, pobre y hambriento. (Para saber más del tema, pueden mis lectores seguir las huellas de Hitler en Viena sin pinchan aquí, aquí y aquí).

Más de veinte años más tarde de haber abandonado la que él consideraba la capital de la abominación,qué digo, la moderna Babilonia,  el canciller de los alemanes entraba en Viena dispuesto a rebajarla al estado de una capital de provincia. La comitiva, formada por trece coches de policía además de la lujosa berlina Mercedes del propio Hitler fue vitoreada a lo largo de todo el camino entre Linz y Viena, júbilo popular que acarreó que Hitler llegara con retraso a la ciudad al final de aquella tarde. Siguiendo instrucciones del cardenal Innitzer –experto en el arte, tan conveniente en un príncipe de la Iglesia, de nadar y guardar la ropa- a la llegada de Hitler, tocaron las campanas de todas las iglesias de Viena. Asimismo siguiendo las instrucciones del purpurado, todas fueron engalanadas con estandartes con esvásticas (un gesto insólito, si se tiene en cuenta que ya dentro de Alemania Hitler contaba con la férrea oposición de amplios sectores de la Iglesia católica).

A los vieneses, entretanto, les faltó bailar la macarena y el aserejé (si lo hubieran conocido) o el gañán style. Entre los que iban por convicción y los que iban temiendo las consecuencias de no ir, la Ringstrasse estaba cubierta por una multitud densísima, que se hacía cerrada frente al Hotel Imperial, en donde Hitler se alojó durante aquella su primera estancia en Viena. Los vítores fueron incesantes durante toda la noche del 14 al 15. Tanto, que Hitler tuvo que salir varias veces al balcón (como Michael Jackson, muchos años después, en el Adlon de Berlín, solo que sin niño colgante) porque las masas no hacían más que pedir verlo.

El Hotel Imperial hoy

El Hotel Imperial sobrevivió a la guerra mundial y, hoy por hoy es, junto con el Sacher, el establecimiento con más solera de la capital. Todo el que cuenta algo en este mundo cruel y que pasa por Viena se aloja en él. La última fue la cantante Madonna (así informó Viena Directo sobre el tema), la cual incluso varió la rutina de aquella santa casa instalando un gimnasio en uno de los salones de convenciones del hotel. Naturalmente, no bien el huesped famoso ha hecho las maletas y se ha ido con la música (o lo que sea) a otra parte, la dirección del Imperial se apresura a escribir su nombre en una lista de “invitados de honor” (Ehrengäste) que está colgada bien visible al objeto de que huéspedes más modestos o menos conocidos sientan el orgullo de haber dormido (e ido al baño y haberse afeitado) en el mismo sitio que Indira Gandhi o que el rey nuestro señor, Don Juan Carlos doblemente de Borbón.

Esta lista, sin embargo, no está libre de controversia. Según ha destapado un observador plumillas del Österreich –gran periódico- en la enumeración de huéspedes ilustres del Imperial figura (aún) Adolf Hitler, por mor de aquella noche que contábamos más arriba. La dirección del hotel se ha apresurado a decir que Hitler, Adolf, fue innegablemente huésped del Imperial en varias oportunidades y que, en el momento de serlo, y fuera cual fuera la catadura moral del personaje, era el jefe de estado de Alemania. De momento, pues, el nombre de Hitler seguirá apareciendo en la lista de invitados prominentes del lujoso albergue a la verita de la Ringstrasse. A lo más que ha accedido el hotel ha sido a estudiar la supresión del nombre del tito Adolfo con un grupo de historiadores. Quién sabe si, después de la próxima visita de un invitado con campanillas, desaparecerá del lugar de honor la huella de la visita de Hitler.

Por cierto, hoy en Austria es el día de la madre (Muttertag), quien quiera leer algo más sobre los orígenes de tan entrañable festividad, no tiene más que pinchar en este link a un post antiguo de Viena Directo. Felicidades, por cierto, a todas las madres que me leen (que sé que son muchas además de la mía).

Para saber más: aquí, un documental en alemán sobre la anexión.

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Comentarios

Una respuesta a «Adolf Hitler, el huésped incómodo»

  1. […] con la “anexión” a la Alemania nazi. Hitler entró en Viena en olor de multitudes y se alojó en el Hotel Imperial. El 15 de Marzo de 1938 (o sea, hace algo más de setenta y cinco años) pronunció un discurso, en […]

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