Cuando uno aterriza en este bonito país y se pone a aprender el idioma se da cuenta de que hay cosas que son solo traducibles a medias. Hemos hablado ya otras veces de aquellas cosas que los alemanes tienen y que a nosotros nos faltan. Vocablos tan imprescindibles como Heimat o Kuschelig, perífrasis como sich freuen (que los que vivimos aquí ya hemos españolizado como “froyarse”). Pero ¿Qué les falta a ellos? ¿Qué cosas no pueden decir los germanoparlantes con la misma eficacia que nosotros?
–Cundir. Que yo sepa no hay verbo equivalente. En la Península Ibérica, a uno “le cunde” cuando realiza una tarea determinada en poco tiempo y, con el sobrante, puede dedicarse a cosas más placenteras (o a hacer más cosas, tampoco vamos a insistir en el tópico Johny Juergas). Ejemplos prácticos son diálogos como ¿Qué tal te ha ido el día? ¡Uy! Me ha cundido un montón. Me ha dado tiempo a ir a la peluquería, al médico, a pin y a pan. En fin, en alemán, no hay.
–Espabilar. No se puede decir tampoco. De un niño, no hay forma de decir que es “el más espabilao de su clase” o no se le puede decir al santo/a “Vamos, cuerpo, que como no espabiles vamos a perder el tren”. No. No se puede. Porque espabilarse no es darse prisa, no es despertar y, al mismo tiempo es todas esas cosas. No, no hay forma.
–Estrenar. No hay verbo para decir que uno se pone algo por primera vez. Eso de: hoy he estrenado el tanga de piel de leopardo que me ha regalado mi santa, no se puede decir (aunque uno tenga, efectivamente, un tanga nuevecito que no se haya puesto nunca).
–Cachondeo. En frases de la forma: “¿Pero qué invento es esto? Esto de la peatonalización de Mariahilferstrasse es un cachondeo”. No existe. Es que aquí son tan serios…Uno puede cachondearse de alguien, le puede verarschen, que así se dice. Pero hasta donde a mí se me alcanza no hay una palabra tan eficaz como la nuestra.
–Trapichear: el trapicheo es, en origen, traficar a pequeña escala con sustancias prohibidas, pero lo cierto es que el verbo y la palabra pueden extenderse a casi cualquier comercio oculto o cualquier actividad turbia que se quiera tener fuera de la vista del público (o de la ley). Por ejemplo, los políticos trapichean con las influencias (se las cambian como cromos). No hay un verbo en alemán que tenga un sonido, sobre todo el sonido, tan elocuente.
Hale, mañana, a las tres, más.
Deja una respuesta