Facebook, esa fuente de placer. En los últimos tiempos, entre los ciudadanos aborígenes y, creo que más aún, entre los turistas, se ha puesto de moda la página “1000 cosas que hacer en Viena” (1000 Things to do in Vienna). Creo yo que más entre los turistas o los que están de paso, o los que están intentando proteger sus becas Erasmus de las garras del ministro Wert que entre otra gene, porque la página está en inglés. Las recomendaciones, si uno lleva aquí poco tiempo, no están mal, y permiten hacerse una idea bastante aproximada de ese cierto número de cosas que uno tiene que conocer de Viena para poder hablar con conocimiento de causa. Para los que, por otro lado, tenemos ya, con perdón de la expresión “el culo pelao” de patear las calles de la que, honradamente, creo que es una de las ciudades más bonitas del mundo, la verdad es que las recomendaciones son un poco moñas y, por qué no decirlo, también bastante sospechosas de ser publicidad encubierta.
Como muestra de que el sentido del humor vienés es además de negro un poquito zumbón, a este grupo “angelical” le ha salido un espejo “maléfico” que tiene bastante gracia y que es mucho más interesante para nosotros, aquellos que estamos por la integración, porque tiene bromas hechas por austriacos para austriacos, sobre cosas que, de verdad, a ellos les importan y les hacen gracia. La página tiene su punto cabroncete y, la verdad, mola mucho más que el moñas. Se llama “1000 cosas que NO hacer en Viena” (1000 things not to do in Vienna). Yo, dejo las direcciones de las dos para que mis lectores, de acuerdo con su inclinación hacia el mal (y con su equipaje idiomático, porque la segunda página está en el idioma del emperador Paco Pepe, que en paz descanse) elijan la que más les acomode.
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