Hoy, en el post diario de Viena Directo, “Monófobos”, “Puticlistas” y Polígamos. Lo mejor de cada casa, vamos.
23 de Enero.- ¡Qué sería de la temporada de bailes sin estas pequeñas cosas que, como cantaba Serrat, nos dejó un tiempo de rosas!
Si ayer eran los neonancis que se tiraban los trastos con los autodenominados “antifascistas” hoy, en un registro más mundano, pero no menos descerebrado, es Richard Lugner el que le canta las cuarenta a Alfons Haider.
Recuérdese que el otro día, en la rueda de prensa de presentación del Opernball o Baile de la Ópera (estatal, porque en Viena hay varias) el prestigioso presentador, ídolo de las señoras en edad pre y postclimatérica –entre las que se incluye “la señá Desi” la coordinadora del evento- cargó contra las “invitadas” con las que Lugner se persona todos los años al baile. Las tachó poco menos que de “puticlistas”, como decía aquel, e incluso se despachó a base de bien diciendo que Kim Kardashian tiene el culo muy gordo (cosa que ya sabemos todos y que la propia Kardashian promociona “en las redes sociales” por todos los medios a su alcance).
“La señá Desi”, que para eso es una dama de alta cuna y de baja cama, prefirió no pronunciarse y solo preguntó ¿Lugner? ¿Qué Lugner? ¿Quién es ese señor? Yo, perdone, no hago comentarios sobre esa gallofa.
Richard Lugner, al enterarse, también ha convocado a los medios que le son afectos (el Österreich –gran periódico- se hace eco, pero las declaraciones fueron en Puls 4) y, como diría cualquier redactora analfabeta del ramo en España, “ha arremetido” contra Haider y se ha marcado un Prückel en toda regla, diciendo cosas como que quién se cree que es ese señor (por Haider) y que qué va a saber él de culos de señoras si no es más que un “arrogante pájaro homosexual” (überheblicher homosexueller Vögel) que como pertenece a “ese lobby” ya se cree con derecho a darle lecciones a la gente y que no, señora, que lo único que es, es un hombre como todos los demás, pero con unas apetencias raras (einer komischen Neigung).
Tras esta defensa cerrada de la heterosexualidad, que hubiera sido tan del gusto de la alcaldesa matritense, Richard Lugner, el que debe de ser uno de los mayores consumidores de Viagra de este lado de los Alpes, ha creido oportuno dejar sentadas sus propias apetencias (“yo tengo una mujer”, ha dicho, aunque a los ochenta y dos, hubiera sido más apropiado que hubiese dicho que la mujer le tiene a él). Después, le ha mandado un mensaje clarito al pobre de Alfons Haider, diciendo que “él y los que son como él deberían estar contentos de no vivir en Rusia” (¿Estará sugiriendo Lugner que el trato que hay que darle a los gays es el que les da el putín de Putin?) “y de poder expresar sus apetencias sin que nadie les moleste” (o sea, sin que les cubran de brea y plumas y luego les peguen fuego, debe ser).
Es poco probable que Alfons Haider diga nada a propósito de las declaraciones de Richard Lugner. El presentador es ya perro viejo en estos trances y sabe que las reglas principales en estos casos son dos. La primera, que “al enemigo, ni agua” . O sea, que no entrar en el juego del Belenestebanismo. Y dos, “el que resiste (callado, añado yo) gana”.
Por otra parte, los argumentos (por llamarles algo) de Richard Lugner, naufragan por la retaguardia !Ay, si el mundo fuera como hace cuarenta años, cuando todo estaba tan claro, y las peras con las peras y las manzanas con las manzanas, y pare usted de contar! Pero es que la “normalidad” de los señores de ochenta y dos años que se casan con jovencitas de veinticinco, tampoco es ya lo que era.
Hoy, un “halodri” (qué palabra vienesa más bonita, significa un ligón) que no tenía ninguna de las “inclinaciones raras” que Lugner denunciaba, sino que era todo un machote, ha tenido que comparecer ante la justicia por haber engañado, presuntamente a 15 vienesas a las que prometió matrimonio (ya lo dice el dicho, gráfico a la par de basto, “prometer hasta meter y, una vez metido, olvidarse de lo prometido”).
Nuestro Casanova, procedente de Gambia, le puso ojos de corderito degollado a un nutrido grupo de damnificadas (las cuales, obviamente, no sabían nada de la existencia unas de otras). El hombre utilizaba sus “talentos” para que las señoras perdieran por él no solo la cabeza y el corazón, sino también los euros de la cuenta. Un modus vivendi, vaya.
El acusado se ha defendido: “era un toma y daca”. No lo dudamos, caballero, no lo dudamos.
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