Estrés navideño en Viena

KarlskircheViena Directo pretende ser una ventana a la vida de una persona normal que viva y trabaje en Viena. Hoy, el estrés navideño.

6 de Diciembre.- La mayoría de mis lectores españoles estarán en estos momentos disfrutando de esa tranquilidad que da el no tener que trabajar mañana. Yo, desgraciadamente, no. Y es que en Austria los puentes, conocidos aquí como „días de ventana“ (Fenstertag) no son una cosa que se dé por supuesta y mañana, para muchos de nosotros, sonará el despertador y tendremos que levantarnos como todos los días.

Es una cosa curiosa esta, porque cuando llega el primero de Diciembre en Austria suena, para todos los que viven en este país, el pistoletazo de salida de un estrés social que incluye un suplemento calórico extra nada despreciable y grandes dosis de alcoholes (algunos de alta graduación).

Como Viena Directo también se propone ser una ventana a la vida de una persona normal que viva y trabaje en EPR, dejo aquí un ejemplo de lo que ha sido mi día de hoy que podría ser transferible a todo aquel que viva en Austria y se encuentre vinculado a la vida del país.

A las doce y media de esta mañana (hora española, aquí mediodía) me he reunido con una serie de buenos amigos, cuyos nombres mantendré, por su deseo y por el mío, en un sano „economato“, a celebrar nuestra anual comida navideña. Se ha celebrado esta en un céntrico restaurante (bueno, sólido, pero no superlujoso). Hemos disfrutado de una comida típica vienesa. En la mesa de al lado, a mí me ha parecido reconocer la cara de una comensal. Tan alta, tan rubia, tan…¿Quién era? ¿Era la presentadora del telediario? (hay una que se le parece mucho). No, era la frau Nachbaur, portavoz que fue del Team Stronach en el Parlamento vienés.

Llegada la hora de pedir la cuenta, el camarero ha hecho honor a la fama de rancios que tienen los camareros de los locales caros vieneses (solo que, para estropear el tópico, este camarero no era vienés, ni siquiera austriaco). Se le ha pagado y la troupe española ha emprendido el camino de un céntrico mercado navideño, en donde se ha tomado un ponche (un vino caliente, en mi caso). Los españoles, ante la mirada atónita de muchos pasantes, que no sabían bien de qué iba la historia, hemos interpretado -de manera bastante profesional- la canción navideña en la que unas especies piscícolas ignoradas se entregan al bebercio (Los Peces en el Río) y, a petición popular -de algunas de las cónyuges presentes- también hemos cantado Tell Me Baby, whom you are (o sea, Dime Niño, de Quién Eres).

No ha habido tiempo de más. Tras desearnos toda la felicidad posible en lo que queda de este año y en el siguiente, ha habido que salir corriendo para casa.

¿Por qué? Otra circunstancia estresante del adviento austriaco es que usted, si quiere estar integrado, tiene que hacer galletas ¿Con lo baratas que están en el Súper? Pues sí. Da igual lo baratas que estén. Uno tiene que hacerlas y repartirlas. Por la manaña, habíamos dejado hecha la masa de las Vanillekipferl (deliciosos minicroisants de vainilla), así que nos hemos ido a casa para hacerlas. La operación „Galleta navideña 2015“ ha empezado a las cinco de la tarde. Sólo había dos horas para llevarla a cabo. A las siete, tenía el bloguero cita con un amigo alemán y su novia, una muchacha muy maja, ucraniana, que trabaja en Viena.

Mientras nos tomábamos en casa un vienete, uno pensaba que, si todo el mundo fuera como nosotros, no habría ni Marine Le Pens ni Straches que valiesen. Ahí estábamos, alrededor de la mesa, alemanes, austriacos, españoles, ucranianos y no se oía una palabra más alta que otra. Es un gran bien para las relaciones internacionales el tema de que las personas se conozcan y, sobre todo, que hablen el inglés suficiente como para comunicarse.

Terminado el vienete, cúmplase el ritual austriaco navideño de beber alcohol al raso. Coja usted otra vez el tranvía y persónese en un mercado navideño. Que si ponche con gengibre, que si vino caliente, que si esta ronda la pago yo, que no, que tú has pagado la de antes, que la pago yo. En fin: el hígado bailando la Macarena.

A las nueve, cierran los puestos del mercado navideño ¿Y ahora qué hacemos, que la Nacht ist Jung? Pues mi profe de música toca el piano en un sitio ¿Y si vamos a verle? Pues allá que vamos. Y nos ponemos en camino, y atravesamos el centro de Viena, y pasan a nuestro lado las gentes abrigadas (hace frío, hay niebla). Llegamos a un céntrico café. Son las diez de la noche y, desmintiendo el tópico, los vieneses hablan, se divierten y se ríen. Cuando mi profe de música termina su jornada laboral, se acerca a nuestra mesa, nos echamos unas risas, hasta que llega el camarero y nos dice que nos tiene que cobrar, que cierra el local y hay que marcharse a casa.

El bloguero atraviesa, contento, el centro de Viena, la torre de la catedral se interna, como un índice dirigido hacia el cielo, entre las nubes. Y uno piensa que vive en una de las ciudades más bonitas del mundo y que qué suerte tiene de que sea así.

Al llegar a la ópera, el bloguero y sus amigos toman un taxi, la ucraniana habla de sus clases de alemán y, cuando arrastra las erres, le parece escuchar al bloguero el sonido del viento corriendo entre los trigales de los Cárpatos, sitio en donde se divirtió tantísimo fue tan feliz.

Cuando la chica de Ucrania y su novio se bajan del taxi, el bloguero sabe lo que escribirá cuando llegue a casa.


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Comentarios

Una respuesta a «Estrés navideño en Viena»

  1. Avatar de Pablo Vergara Perez

    No suena tan estresante (menos la parte de las galletas, eso sí).

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