Guerra civil en la socialdemocracia austriaca (y 2)

Juan Pedro“ Doskozil y Pamela Rendi-Wagner llevan diez días despedazándose mútuamente a través de entrevistas. Mala cosa. Para ellos y para la socialdemocracia austriaca.

Viene de aquí

11 de Julio .- ¿Y Kern? Christian Kern, ex canciller, la tercera pata de este extraño terceto de personas reunidas por el azar, debe de ser una de las mejores cabezas de Austria.

Un hombre de inteligencia tan precisa como su manera de hablar cuyo único error fue subestimar el potencial de Sebastian Kurz cuando aún era un artefacto político destinado a detener la vertiginosa decadencia de los conservadores austriacos.

Para Kern, probablemente, Kurz no era más que un niñato sin un título universitario, en tanto que él había sido el jefe de una de las empresas más importantes de Austria: los ferrocarriles.

Christian Kern, cuando llegó a canciller, llevaba muchos años acostumbrado a que le llamasen Herr Kern y su voluntad fuese ley, y a que la gente entrase a su despacho con un temor reverencial tras pasar por la untuosa amabilidad de un plantel de secretarias. Desde hace muchos años, las suelas impolutas de sus zapatos italianos no han pisado más que mullidas moquetas (de esas que te cargan de electricidad estática). Kern está (estaba) acostumbrado a mandar y por eso podía y puede permitirse no levantar la voz ni decir una palabra más alta que otra. También, en cierto modo como Pamela Rendi-Wagner, está acostumbrado también a moverse „entre gente civilizada“. O sea, gente sujeta a una serie de códigos no escritos que incluyen una cierta cortesía y unas maneras.

Es un hombre muy pragmático también. A pesar de las diferencias ideológicas, entre Kern y Doskozil neutralizaron el „cordón sanitario“ al que, en su momento, estaba sometida la ultraderecha austriaca.

El cálculo de Kern que, a la postre, se mostró acertado, era que lo único que hacía ese cordón sanitario era convertir a la ultraderecha en algo prohibido y por lo tanto deseable. Démosle poder en dosis controladas, dijo Kern. El poder desgasta lo quieras o no, pero tratándose de esta gente, bastará con que la gente sepa de verdad cómo son para que dejen de votarles.

Así, con la aquiescencia de Doskozil, Christian Kern, en nombre del SPÖ, consintió un pacto de Gobierno en Burgenland (se deshizo inmediatamente después de que estallase el escándalo de Ibiza).

En parte por los buenos resultados de ese pacto, Strache consiguió acariciar por breve tiempo el sueño de ser un hombre respetado y respetable. Luego, conforme Kern había calculado, todo saltó por los aires.

Pero esa es otra historia.

Los últimos tiempos en la cancillería de Sebastian Kern fueron muy complicados y, para alguien como él, poco amante de los conflictos abiertos, mucho más duros si cabe.

La situación tenía mucho en común con la que existe ahora dentro del mismo partido socialdemócrata austriaco. Llegó un momento, hacia el final de la enésima coalición entre socialdemócratas y populares, en el que las peleas se desarrollaban si no cara al público, si cara a los periodistas que cubrían las ruedas de prensa. El ambiente se podía cortar con un cuchillo y era francamente incómodo.

Después, Sebastian Kurz, en un limpio movimiento (limpio, pero no incruento) sustituyó a Reinhold Mitterlehner al frente de los conservadores austriacos y también Christian Kern fue expulsado del poder.

¿Por qué digo que la situación aquella era parecida a la actual en el SPÖ? Pues por esto: cuando se monta una alianza entre dos partidos o entre dos empresas, tanto da, los jefes no suelen descender al barro. Quedan como una última instancia que dan su plácet si acaso, pero a los que no se exige que hablen entre ellos. Hay una serie de personas que no salen en las noticias que son los que negocian los flecos, la compleja red de quid pro quos en que se basan estos acuerdos. El ahora ministro Mueckstein, por ejemplo, fue una de estas personas en su momento, cuando se negoció la actual coalición.

Esas personas tienen dos misiones: una, la de sacar adelante los acuerdos, naturalmente, pero otra mucho más importante es que los mascarones no entren en contacto directo. Como el aceite de un motor, evitan la fricción entre las piezas de la máquina del Gobierno.

Cuando un motor no tiene aceite lubricante, se quema. Cuando un constructo como una coalición o un partido pierde esos mensajeros y se taponan los canales de comunicación, las tensiones salen a la vista del público.

Es lo que pasó entonces y lo que está pasando ahora.

Pamela Rendi-Wagner y „Juan Pedro“ Doskozil llevan cosa de diez días hablándose a través de los periódicos. Y se están llamando de todo menos guapos.

De momento, por cierto, va ganando Doskozil, porque ha atraido hacia su órbita a Christian Kern, en forma de asesor al Gobierno de Burgenland.

Le está devolviendo el favor. Porque Kern le sacó a él de Burgenland y le convirtió en un popularísimo Ministro del Interior que pronto demostró una vena populista (muy parecida, por cierto, a la de Michael Häupl, el antiguo alcalde de Viena) que neutralizó a la ultraderecha a base de apropiarse de sus temas tradicionales. O sea, refugiados, extranjería etc.

Después de ser fichado por Doskozil, Kern también ha movido ficha y ha concedido al Kurier una entrevista en la que compara la situación actual de los socialdemócratas austriacos con la de los conservadores antes del advenimiento de Sebastian Kurz, cuando estaba al frente Reihold Mitterlehner, un político macizo, feo, fuerte y formal, pero inevitablemente rebasado por la Historia. Es un golpe certero dirigido a la línea de flotación del liderazgo de Pamela Rendi-Wagner.

De momento, la potente tenaza formada por Doskozil y Kern tiene acorralada a Pamela Rendi-Wagner. Los dos, cada uno por su lado, saben que están exhibiendo armas contra las que Rendi-Wagner no se puede defender.

El intento de defensa de la que (de momento) es la jefa de los socialdemócratas austriacos ha sido bastante patético o, en todo caso, de eficacia bastante limitada. Ante las acusaciones de Kern y de Doskozil de que es una inepta sin redención posible, Pamela Rendi-Wagner ha dicho que recibe cartas todos los días de fans emocionados que no quieren que deje la dirección del partido.

Intentando mejorar la situación no ha hecho más que empeorarla con un movimiento muy torpe, quedando como lo que Doskozil y Kern quieren que parezca (y, peor, como lo que probablemente es): una señora pija sin ningún contacto con la calle más que las gafas de color de rosa que le pone esa correspondencia con sus fans.

¿Qué decir? La pelea es a muerte y probablemente, dado todo lo anterior, Pamela Rendi-Wagner tiene todas las de perder. No solo porque ella, por carácter, por psicología, no sería capaz de defenderse contra ataques tan bien urdidos y de una visceralidad que se salen completamente de su radar de señora socialdemócrata de clase alta que no ha visto a un obrero en su vida, y que debe de tener una idea algo nebulosa de la justicia social, sino porque la cultura del medio en el que se mueve, ferozmente misógina y enormemente machista, está en contra de ella. Es un pez de colores nadando en un estanque de tiburones.

Este niño lector, que es un adulto escritor, se atreve a decir que ya ha empezado la cuenta atrás.

Tres, dos, uno…¿Adios Pamela?

Lo veremos pronto.


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