Un análisis del negacionismo (6): Vidas de primera, vidas de segunda

Cuando el negacionismo se dio cuenta de que tenía la batalla perdida por la existencia del virus, se vio en la necesidad de mutar. Apareció entonces una corriente ideológica que hunde sus raíces en doctrinas de principios del siglo pasado y que, en último término, defiende que el coronavirus ha venido „a mejorar la raza“.

RESUMEN DE LO PUBLICADO : Casi al mismo tiempo que la pandemia de coronavirus surgió el negacionismo, como un movimiento que intentaba encontrar « verdades alternativas » al hecho incuestionable de que la gente se contagiaba y moría a causa de una enfermedad nueva.

El negacionismo ha pasado por distintas fases, empezando por negar la mera existencia del virus y terminando (de momento) con el antivacunismo. El negacionismo se sostiene sobre las respuestas a tres preguntas básicas: ¿Qué ha pasado? Una „mentira“ se ha impuesto a nivel mundial ¿Cómo ha pasado? Mediante una falsificación („la más grande de la Historia“) perpetrada por diferentes instancias.

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6 de Diciembre.- más o menos a la altura de los primeros meses del 2020, el negacionismo, presionado por la fuerza de los acontecimientos, se vio en la necesidad de mutar.

El movimiento, al que ya hemos visto pluriforme, cimentado a veces en corrientes más antiguas de la subcultura (como veremos más adelante, alguno de sus activistas lleva años enrolado en el negocio de las teorías de la conspiración), pasó de negar la existencia del virus y de la pandemia, a empezar a ser una enmienda a la totalidad de los medios utilizados para controlarla.

A lo largo de los sucesivos capítulos trataremos de ver qué razones aporta y cómo lo ha intentado hacer.

Por cierto: por razones de extensión, he dejado voluntariamente fuera de este pequeño estudio una „isla temática“ dentro del negacionismo, que sí que se encuadra dentro de los conceptos más tradicionales de la teoría de la conspiración. Es aquella corriente que sostiene que el coronavirus fue creado en un laboratorio de la cidad china de Wu Han y, bien por accidente o bien debido a un plan premeditado, fue „liberado“ en algún momento de finales del año 2019, desencadenando una catástrofe mundial.

Como pueden ver los lectores de Viena Directo, esta teoría conspirativa no sería „negacionismo puro“, por lo que he decidido dejarla fuera, aunque quizá la aborde en algún momento.

Como decía, durante los primeros meses de 2020, el negacionismo pasó de propugnar la inexistencia del virus a relativizarlo. Empezó la fase

People seat on a stadium tribune

B. EL „NO-ES-PARA-TANTISMO“

Estoy escribiendo en Austria, un país de habla alemana. Todos los que hablamos varios idiomas nos damos cuenta de un fenómeno y es el de que lo que en un idioma se puede decir de manera muy eficiente, resulta de difícil tradución en otro y obliga a dar rodeos.

En alemán existe la palabra „verharmlosung“, que viene de harmlos „inofensivo“ y que en español podría traducirse con un neologísmo que es, aparte de largo, bien feo: „inofensivización“.

Cuando me vi enfrentado por primera vez a escribir sobre el tema, yo acuñé „un palabro“ de emergencia no demasiado afortunado, pero que fue lo más descriptivo que se me ocurrió: el „no-es-para-tantismo“.

De suyo va que los que se encuadran en esta doctrina son los „no-es-para-tantistas“.

El „no-es-para-tantismo“ surgió en una segunda fase de la pandemia, sobre todo después de la primera gran ola española e italiana que provocó miles de muertos en las residencias de ancianos (lo cual, si bien se mira, y teniendo en cuenta la esencia de esta „mutación“, no deja de ser un sarcasmo).

Reducido a lo esencial, el „no-es-para-tantismo“ sostiene que la mortalidad y la peligrosidad del coronavirus y de la enfermedad que provoca, la CoVid, se han sobreestimado de una manera monstruosa y que, por lo tanto, todas las medidas utilizadas para contener la pandemia son, no solo innecesarias, sino también nocivas y podrían o ser eliminadas o sustituidas por „remedios naturales“.

De esta „inofensivización“ de la CoVid cuelga otra derivada: mascarillas (especialmente las mascarillas, un accesorio muy odiado por los negacionistas, de esta época viene el llamarlas „bozal“), tests, confinamientos y otros medios de limitar la interacción social, son en realidad medidas de control social puestas en práctica por las élites para

a) crear un clima de excepción durante el cual la élite mundial pudiera poner en práctica sus perversos planes y

b) en una segunda fase doblegar la resistencia de los rebeldes.

Durante esta segunda fase del negacionsimo empezó a cobrar protagonismo una red de organzaciones pseudocientíficas con origen en Alemania pero que pronto se extendieron por el ámbito de habla hispana y a las que dedicaremos el siguiente capítulo de esta serie: los autodenominados „médicos por la verdad“.

Durante una época, ellos fueron el principal instrumento de difusión tanto de las teorías „no-es-para-tantistas“ como de diferentes bulos relacionados, sobre todo, con el uso de las mascarillas y sobre la ineficacia de los tests.

Para entender un poco más la raíz última del „no-es-para-tantismo“ quizá habría que retroceder un poco.

LO QUE NO TE MATA TE HACE MÁS FUERTE

En opinión de este articulista, no es casualidad de que los llamados „Médicos por la Verdad“ así como las llamadas „Comisiones Extraparlamentarias de Investigación sobre la CoVid“ tuvieran su origen en Alemania.

A principios del siglo pasado, se pone de moda en Europa la noción de la „eugenesia“ o sea de que la raza humana, en cuanto a tal, puede y debe mejorarse. Se ponen de moda en esta época doctrinas que nos acompañan hasta hoy, como la de la higiene entendida como la lucha sin tregua contra las infecciones o la entrega al cuidado del cuerpo, o la alimentación sana; este corpus que sigue una dirección que podríamos llamar „positiva“ empieza a volverse monstruoso cuando sus periferias colisionan con ideologías ultranacionalistas o se impregnan con pseudociencias como la homeopatía.

La mejora de la raza no tarda en verse no a un nivel que podríamos llamar „micro“ (o sea, de persona a persona) sino a un nivel „macro“, o sea: mejora del cuerpo social en general.

Se empieza a hablar de „vidas útiles“ y, por lo tanto, „vidas de primera y vidas de segunda“ o sea, vidas en cuya conservación la Volk, el cuerpo social, debería invertir y vidas que el cuerpo social, la Volk, la raza, debería dejar ir por no considerarse que contribuyan a la salud del cuerpo social y a una mejora y perfeccionamiento del mismo.

En otras palabras: solo deben sobrevivir aquellos que lo merezcan, aquellos que sean más fuertes y que, a la larga, resulten más útiles a la Volk.

Cuando el negacionismo siente que la batalla por la existencia del virus está perdida, empieza a virar en otra dirección mucho más siniestra.

Es esta:

Si hay personas que mueren, esto es, sobre todo si hay ancianos que mueren o jóvenes que mueren „con patologías previas“ es porque son vidas que, en cualquier caso „se hubieran perdido“.

En otras palabras, el coronavirus, que antes se negaba, ha venido „a mejorar la raza“.

LA OBSESIÓN ENFERMIZA POR „LO NATURAL“

A esta corriente de opinión y con la misma raíz pertenece otro mantra negacionista/“no-es-para-tantista“.

Es el de „yo llevo una vida sana, soy joven, dejemos trabajar a mi sistema inmune“ que tiene otra variación, la de „yo llevo una vida sana, soy joven, yo solo tomo remedios naturales y no dejo entrar ninguna química en mi cuerpo“.

Las ramas pseudocientíficas de la llamada „medicina natural“ (la homeopatía, por ejemplo, tan popular en Austria) ven la enfermedad como manifestaciones de determinados desequilibrios que, por acción u omisión, se producen en el cuerpo de las personas.

Si esto es así, la respuesta, naturalmente, está clara: corrijamos ese desequlibrio aportándole al cuerpo las sustancias que no produce o apartémosle de las sustancias que le hacen daño y la salud volverá.

Naturalmente, lo mismo que el fascismo, en lo político, se remite siempre a un supuesto edén primigénio en el que la Volk vivía en equilibrio y felicidad fuera de la influencia de elementos ajenos a ella, estas confusas medicinas supuestamente naturales y „pseudocientíficas“ también lo fían todo a un supuesto edén pre-industrial y asocian neuróticamente la enfermedad a los productos elaborados, a la „química“ y a „los medicamentos“ sin darse cuenta de que la inmensa mayoría de ellos no son más que extractos de plantas concentrados y depurados.

Va de suyo, naturalmente que, según estas personas, si el cuerpo, enfrentado a un determinado patógeno, no consigue hacerle frente es porque „sucumbir estaba en su naturaleza“ (o sea, que la persona que, por ejemplo, fallece de CoVid era en realidad una carga para el grupo social, una vida inútil que no merecía la pena conservar).

En casos extremos incluso acuden a un mantra que resulta doblemente siniestro cuando se oye de boca de personas jóvenes.

A estas alturas todos lo hemos leído en algún foro de internet: „morir es parte de la vida“.

Por supuesto, cuando se ponía/ se pone a los „no-es-para-tantistas“ frente a la evidencia de que, con las famosas teorías de „poner en circulación el virus y que sea lo que Dios quiera“ están en realidad sosteniendo que hay vidas de primera y vidas de segunda y preconizando que mueran los débiles para que el cuerpo social, a la larga, quede fortalecido, su incomodidad aumenta considerablemente.

Quizá como un mecanismo de compensación, surgió pronto en los círculos „no-es-para-tantistas“ una preocupación teatral (y teatrera) a propósito de los seres desvalidos por excelencia: los niños.

Mañana: Médicos y comisiones


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