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La Filarmónica de Viena da una lección de dignidad en Nueva York

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La filarmónica de Viena ha dado en Nueva York una lección de dignidad frente a la criminal invasión rusa. La extrema derecha austriaca, no tanto.

26 de Febrero.- La Filarmónica de Viena no se ha caracterizado, a lo largo de su Historia, por ser el colmo de la progresía, precisamente.

Más bien al contrario.

Por ser un cuerpo cerrado y cerradamente masculino hasta, como quien dice, antes de ayer, los señores filarmónicos han tenido fama de ser unos caballeros bastante rancios incluyendo acusaciones de simpatía por el diablo pardo. Sin embargo, como dijo aquel, al césar, lo que es del césar. Ayer tuvieron una reacción que les honra.

Di que iban a tocar en el Carnegie Hall de Nueva York y les iba a dirigir un maestro ruso llamado Valery Gergiev.

(Como es bien sabido, los señores filarmónicos no tienen un director fijo, y según va tocando ellos le van otorgando “el honor” a las más distinguidas batutas de cada momento).

En esto, surgió la catástrofe de Ucrania, y los señores filarmónicos, como cualquier persona decente, estaban horrorizados e indignados por lo que es, a todas luces, un acto criminal que recuerda a las peores épocas de la Humanidad.

Los señores filarmónicos, comedidos, serios y contundentes, le transmitieron al Sr. Gergiev que solo se dejarían dirigir por él si condenaba las acciones de Putin.

Gergiev se negó a condenar públicamente esta guerra injusta (es de todos conocido que es un ferviente admirador del nieto del cocinero de Stalin -el abuelo de Putin le hacía el Borsch al criminal aquel-) de manera que los filarmónicos le dijeron a Gergiev que se fuera a dirigir a su babushka. Así que ayer comparecieron ante el público culto neoyorquino dirigidos por una persona más decente.

La extrema derecha austriaca en apuros por su cercanía con Moscú

En Austria, las reacciones ante la guerra de Ucrania, han sido de repulsa casi unánime ¿Y quiénes han sido los únicos que han matizado esta condena y esta repulsa? Como era previsible, la extrema derecha.

(Aprovecho esta oportunidad para resaltar el hecho de que si uno superpone los conjuntos de ciudadanos “cenutrios antivacunas” y los “comprensivos con Putin”, casi le da la misma superficie, lo que son las cosas).

Sigamos.

El líder de la extrema derecha austriaca, Vladimir Kickl…Digooooo no, Herbert, Herbert Kickl, mostró su repulsa por la invasión de Ucrania por parte de la Federación Rusa en unos términos que fueron los justos y necesarios para que lo que dijo pudiera considerarse una condena.

Un segundo después, Herbert Kickl y el representante de política exterior del FPÖ, Axel Kasseger, han atacado fuertemente a los Estados Unidos, a la Unión Europea y, cómo no, al Gobierno austriaco, denunciando lo que consideran una política errónea con respeto a Vladimir Putin y a su criminal proceder.

Según Kickl, el Gobierno austriaco no está haciendo gala de una neutralidad suficiente, de acuerdo con lo establecido por el tratado fundacional de la República Austriaca, de 1955 y la política de ese Gobierno, de la Unión Europea y de los Estados Unidos, por ese orden, es errónea y altamente peligrosa y no acorta el sufrimiento de la población ucraniana.

Ayer, en la antesala de la reunión del Consejo de Seguridad Nacional austriaco, que tiene su sede en un edificio del centro de Viena dotado de medidas antiespionaje, ya que las reuniones son siempre a puerta cerrada y el contenido de las deliberaciones es secreto, representantes del FPÖ mostraron su reticencia a las sanciones que los miembros de la Unión Europea le han aplicado al Gobierno del putín de Putin. Han sido especialmente críticos con aquella que aún no se ha aplicado pero que, de aplicarse, pondría a la Federación Rusa en serios aprietos durante los próximos meses, hasta que consiguiera pagar en criptomonedas: el desenganche de los bancos rusos del sistema SWIFT.

El sistema SWIFT es un sistema de comunicación entre bancos que, ojo, no es público, sino una entidad privada, y que es neutral (por lo cual es sumamente problemático también para los estados conseguir aislar a uno). Agrupa a varios miles de entidades de unos 200 países y está diseñado para que las transacciones interbancarias (por ejemplo las transferencias, pero también otros medios de pago imprescindibles en el comercio internacional, como los créditos documentarios) se puedan hacer con seguridad y fluidez.

A día de hoy, el 99,9% de las transferencias mundiales se hacen o se pueden hacer por Swift, de manera que hacer transacciones fuera del sistema es practicamente imposible.

Para mis lectores austriacos, cuando escriben los códigos BIC para hacer las transferencias, están utilizando el sistema Swift.

Por cierto, lo dirige un español, Javier Perez-Tasso.

Como en el caso anterior, dándole al césar lo suyo, es cierto que aislar a un país del sistema Swift conlleva serios riesgos.

No solo para el país sancionado, sino también para los sancionadores los cuales, al no poder hacer pagos o recibirlos no podrían comerciar con ese país.

Es una medida, de todas formas, de una eficacia relativa y sería un “experimento” inédito en la Historia. Por lo menos, con una economía del tamaño de la rusa (Rusia, aunque parezca mentira por su extensión, tiene un PIB de un tamaño similar al español). La única vez que se ha intentado antes ha sido con Irán como sanción por su programa nuclear.

De cualquier manera y, al contrario de lo que pasa con los señores filarmónicos, es bien conocida la cercanía de la extrema derecha austriaca al Gobierno de Moscú.

Durante años, el FPÖ ha mantenido estrechísimas relaciones con Rusia, lo mismo que otros partidos de extrema derecha europeos, que han sido utilizados por el Kremlin para intentar desestabilizar la Unión Europea (una institución que, a pesar de ser constantemente ninguneada por Moscú al Kremlin le da más urticaria que comer caviar caducado).

Esta cercanía tuvo su punto culminante con la etapa de Karin Kneissl al frente del Ministerio de Exteriores austriaco (fue famosa la foto de Kneissel, hoy comentarista de Russia Today, haciéndole una reverencia a Putin en esa ocasión). De hecho en la Unión se veía a Austria como un “caballo de Troya” del Gobierno ruso.

El FPÖ se encuentra ahora mismo empeñado en el juego de la equidistancia cuando, éticamente, no hay equidistancia posible, al verse claramente de qué lado está la decencia en esta situación.

Es un poco, mutatis mutandis, como esa idiotez que dice mucha gente mal informada. Aquella papanatez de:

-Yo, ni machismo ni feminismo. Yo, igualdad.


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