Romy Schneider, 40 años de la muerte de una mujer libre (3)

Romy Schneider nos dejó hace cuatro décadas. Echamos un vistazo a su vida, que no fue siempre fácil, pero que siempre fue muy interesante.

La primera parte de esta historia está aquí

La segunda parte de esta historia está aquí

30 de Mayo.- A finales de los años cincuenta del siglo pasado es probable que no hubiera en Europa una actriz tan conocida como Romy Schneider.

Las dos primeras películas de la serie de Sissi fueron auténticos bombazos de taquilla. Para demostrarlo existe la famosa anécdota. Se cuenta de que, con motivo del estreno en España de Sissi Emperatriz coincidieron en el mismo avión hacia Madrid dos austriacos con destino muy distinto. Por un lado, un viejecito calvorota y con bigotito, Otón Habsburgo-Lorena, pretendiente oficial a la monarquía austriaca y su paisana, la vienesa Romy Schneider.

Aterrizado que fue el avión el aeródromo de Barajas, el príncipe destronado “se froyó” mucho de ver a pie de pista a una multitud tan expectante como jubilosa. Le sorprendió un poco que en Madrid hubiera tantos monárquicos austriacos, pero sin duda debió de atribuirlo a su carisma. Cuál fue su sorpresa cuando se bajó del avión y vio que nadie le hacía ni puñetero caso, en contraste con el que le hacían a una muchacha que iba detrás de él en el avión, monilla y tal, pero en la que él no se había fijado.

A pesar de esta arrolladora popularidad, que hacía comprensiblemente feliz a su padrastro y administrador, Romy Schneider se negaba a hacer más películas de Sissi. Aceptó la última “El destino de Sissi” pero se negó en redondo a hacer una cuarta. Incluso a cambio de unos principescos honorarios para la época. Un millón de marcos alemanes.

La decisión de Romy Schneider de no ponerse las crinolinas nunca más fue un duro golpe para su padrastro, el cual la explotaba vilmente y sin ningún miramiento, pero también para su madre. El impulso que la carrera de Magda Schneider había recibido al encargar a la archiduquesa Ludovica se paró en seco. Entonces como ahora escaseaban los papeles para mujeres de su edad y también es probable que se hubiera acostumbrado a un nivel de vida que no podía conseguir por sus propios medios.

Tras un viaje por la India y los Estados Unidos, Romy Schneider toma una decisión arriesgada -tan arriesgada que una decisión parecida terminó con la carrera de su partenaire en las películas de Sissi, Karl Heinz Böhm- y decide hacer una película que se llama Madchen in Uniform, chicas de uniforme. El film, cuya historia sucede a principios del siglo pasado, trata de una chica que se enamora de su maestra. Y así, Romy Schneider-Sissi, blanca y pura como la Vírgen María, se transforma en Romy Schneider actriz.

Y vaya actriz.

La prensa se vuelve loca y aclama a la película y a la actriz.

Entre bambalinas, Romy Schneider empieza a rebelarse contra el yugo familiar. Una rebelión que estallará, violenta e incontenible en 1958, durante el rodaje de Christine, un remake de una película que Magda Schneider ya había hecho en 1933. Romy hace el papel que veinte años antes había hecho su madre. Fue quizá aquel cine europeo, tan distinto del de ahora, el que hizo la magia, porque en Christine conoce a un joven actor francés, 23 años entonces de esplendor, ojos azules y talante castigador (unos ojos tan azules y tan bonitos como los de la propia Romy Schneider, por cierto). Se trata de Alain Delon.

Pronto, Delon y Schneider se convierten en pareja también fuera de la pantalla. Comprensiblemente, la familia de Romy Schneider vio con horror como perdían el control sobre la gallina de los huevos de oro. Intentan por todos los medios dificultar la relación pero Romy Schneider está decidida no solo a seguir liada (gozosamente liada) con Alain Delon sino a marcharse con él a Francia aunque se hundiese el mundo. La familia de Romy Schneider accede con la condición de que le den un barniz burgués a la cuestión (en aquella época las formas aún son importantes). Romy Schneider y Alain Delon anuncian su compromiso y, acto seguido, se marchan a vivir a París.

La prensa germanoparlante ve la marcha de Romy Schneider como su relación con Alain Delon como una traición y durante mucho tiempo la menosprecia y la cubre de improperios. Pero ella está decidida a seguir como sea.

Desde Francia, a lo largo de 1959, liquida las obligaciones contractuales que tiene en Aelmania y se zambulle en el proceloso -y difícil- mar del teatro francés. Un mundo con unas reglas muy rígidas que, en principio, no estaba preparado para recibirla con los brazos abiertos.

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