El presunto entramado de corrupción bajo Sebastian Kurz, al descubierto

Hoy ha sido un día bastante movido en los despachos del poder de Viena. Thomas Schmid, antiguo hombre de confianza de Kurz, ha decidido cantar e incriminarle.

18 de Octubre.- Hace unos días explicaba yo aquí que Sebastian Kurz había publicado un libro en el que venía a decir que el hijo de la señora Kurz era el ex canciller más majo de Esta Pequeña República.

Según los observadores de la política austriaca, la publicación de este libro era un primer paso para volver a la arena pública, después de haber estado en el dique seco un año, tras tener que dimitir salpicado por escándalos de corrupción en su círculo cercanísimo. Más en concreto, por el llamado “affaire de los anuncios” el cual consistía, básicamente, en una trama chorizal por la cual gente del “Kurzismo” repartía publicidad institucional a medios “escogidos” a cambio de que estos medios publicaran encuestas falseadas en las que Kurz salía guapísimo.

Kurz se apartó de la arena política para así “poder defenderse mejor” de las acusaciones y para hacer con su inocencia lo que hace la Real Academia con el idioma. O sea, limpiarla, fijarla y darle, por lo tanto, esplendor.

Pues no sé por qué pero parece que, a partir de hoy, lo va a tener un poquitillo más difícil.

THOMAS SCHMID CANTA LA TRAVIATA

Y es que hoy ha sido un día movidito en lo que podríamos llamar “la viena enmoquetada”.

De buena mañana, la fiscalía anticorrupción de Austria (WKStA) anunciaba que Thomas Schmid, figura clave en numerosos sumarios abiertos a raíz del llamado escándalo de Ibiza y sucesivos, antiguo secretario de estado y fontanero del Partido Popular austriaco, había decidido ser testigo de cargo y, por lo tanto, soltar por su boca todo lo que sabía.

Poco después, se sabía que la misma fiscalía anticorrupción había registrado los locales de la empresa Signa, perteneciente a René Benko, uno de los hombres más ricos de Austria (y, naturalmente, como rico y potentado, poco simpatizante de las izquierdas). Por último, trascendían algunos detalles de los quince días de interrogatorios (!Quince!) por los que Thomas Schmid había pasado y que no dejaban en buen lugar ni a Sebastian Kurz, ni a René Benko, ni a numerosos miembros del Partido Popular austriaco, entre ellos algunos altos cargos, como Sobotka.

¿Y por qué, precisamente en este momento, Thomas Schmid ha decidido cantar la Traviata y Rigoletto? ¿Para amargarle la promoción del libro al hijo de la señora Kurz? No, por cierto.

Schmid ha dicho que se le han inflado los sumarios de que la gente le utilice y que no quiere ser el chivo expiatorio de cosas que, según él, se hicieron con el concurso de Sebastian Kurz (esas “cosas” son, naturalmente, corruptelas).

El propósito de Schmid es “comenzar de nuevo” y quiere hacerlo, según él, con la conciencia como una patena.

Su confesión ha sido larga y pormenorizada e inculpa tanto a Sebastian Kurz, como a Gernot Blümel como a muchos de sus antiguos compañeros de partido.

La lista de los temas sobre los que Schmid ha ejercido sus habilidades cantoras es larga y en ella figuran todos los sumarios que más ruido han hecho en estos últimos cinco años. Además del mencionado asunto de los anuncios y las encuestas, están los presuntamente falsos testimonios de Kurz y de su hombre de confianza, Bernhard Bonelli y de la ex jefa de Casinos Austria Bettina Glatz-Kremsner, los acuerdos turbios entre Novomatic y Casinos Austria y la extrema derecha para repartirse los puestos de dirección y evadir impuestos. A propósito de la financiación ilegal del ÖVP a través de asociaciones (vereine) Schmid no ha podido decir nada.

NUEVAS LÍNEAS DE INVESTIGACIÓN

Además de lo anterior, en sus sesiones de canto, Schmid ha abierto melones nuevos. Por ejemplo, ha afirmado haber usado, con pleno conocimiento de Sebastian Kurz, recursos del Ministerio de Finanzas y, por tanto, dinero público, para sostener la carrera política de Sebastian Kurz en diferentes aspectos, por ejemplo, pagando publicidad del Partido Popular austriaco. Por no alargar demasiado este cuento, Schmid ha contado con pelos y señales cómo, durante años (desde antes de que Sebastian Kurz fuera el líder del ÖVP) se creó un entramado en el que la entonces ministra de familia, Karmasin y la familia Fellner, trabajaban para que Sebastian Kurz saliese muchas veces en los medios del grupo Österreich y todo se pagaba con dinero del contribuyente.

Por otro lado, y según parece, René Benko le habría ofrecido a Schmid un puest(az)o en sus empresas con 300.000 eur(az)os de sueldo anual y otro tanto de bonus para asegurarse de que el Estado metiese lo menos posible las narices en los impuestos que pagaba o dejaba de pagar.

Si es verdad lo que Schmid ha contado (las acusaciones son gravísimas) el sistema Kurz fue, desde sus cimientos y hasta su final un entramado de corrupción y saqueo de lo público al servicio de una sola persona: el que después se convirtió en canciller.

 


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