Parlamento austriaco

Acalorado debate en el Parlamento de Viena

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Ayer viernes, los casi tres kilómetros cuadrados en los que se concentran las instituciones austriacas estuvieron al rojo vivo.

25 de Febrero.- Ayer viernes, los casi tres kilómetros cuadrados en donde se concentran las instituciones austriacas, estuvieron al rojo vivo.

En el Parlamento, por la mañana, se produjo un debate muy acalorado. Los diputados ya venían “calientes” de casa. El miércoles de ceniza, durante el acto tradicional que convoca la extrema derecha, un Herbert Kickl rabioso vomitó todo tipo de insultos contra el Gobierno y el Presidente de la República, a quien llamó, entre otras lindezas, “momia senil” y “peligro para el estado” y para el que pidió que se le arrebatara el poder (por incompetencia, se supone). La fiscalía, como suele suceder en estos casos, examinó los insultos por si fueran constitutivos de delito contra el jefe del Estado (difamación). En cualquier caso, no parece que vayan a tener mayores consecuencias: para que Herbert Kickl fuera procesado debería iniciarse un complejo proceso jurídico, que incluiría primero, que el propio Alexander van der Bellen le denunciase. Después, el Parlamento debería despojar a Herbert Kickl de su inmunidad y por último, sería juzgado.

No parece que el Presidente de la República vaya a iniciar este proceso que, con toda probabilidad, Herbert Kickl contó con provocar de alguna manera. Sería convertir al líder de la extrema derecha austriaca en un mártir, cosa que nadie quiere, como es natural.

Los insultos vertidos por Kickl han provocado una ola de (justa) indignación en el resto de las fuerzas parlamentarias. Al día siguiente de que el político ultra se despachase a su gusto, todos los demás partidos acudieron al consabido eufemismo, o sea a decir que las palabras de Kickl “recordaban a los momentos más oscuros de la Historia austriaca”. Con esto de los momentos más oscuros se suele aludir, sin nombrarlo, al nazismo.

Fue también el nazismo lo que surgió en el debate de ayer.

Se ventilaba el primer aniversario de la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Herbert Kickl, como era esperable, aludió a la “culpa de las dos partes”. O sea, a esa equidistancia vomitiva que no es más que un eco de los asquerosos argumentos de Moscú y de sus redes de propaganda para justificar la invasión. Cuando Kickl abandonó la tribuna de oradores, un diputado socialdemócrata dijo (con razón) que “así habría argumentado Hitler”. No se escuchó públicamente, pero la diputada de extrema derecha Dagmar Belakowitsch denunció el comentario, lo cual obligó a hacer un receso para que la presidencia comprobara el diario de sesiones.

En vano pidieron al FPÖ que condenara de una vez la invasión rusa de la guerra de Ucrania.

Durante la sesión parlamentaria de ayer Kickl acusó al Gobierno de “maximizar el daño” a los austriacos con su estrategia de ayudar a Ucrania, acusándo al ejecutivo de provocar “la inflación”. Los verdes, a través de su portavoz, Sigrid Maurer, le respondieron que la inflación no es culpa de las sanciones, sino de la guerra. Otro diputado acusó a Kickl de ser “el largo brazo del Kremlin” en Austria y de defender los intereses de Putin en Europa.

EL BAILE

Por la tarde, en el Hofburg, pared con pared de donde se habían reunido los delegados de la OSCE el jueves (rusos incluidos) se celebró el llamado Akademikerball, conocido como baile de los “Burschenschaften”.

El baile lo convoca la extrema derecha austriaca y en él, tradicionalmente, se ha reunido lo mejor de cada casa. De Marine Lepen para arriba.

Tan tradicional como el baile son las protestas que se convocan fuera. Este año, por cierto, sin mayores incidentes. La manifestación convocada por diferentes organizaciones de izquierdas reunió a unos ocho mil participantes, que corearon lemas contra los asistentes al baile. No asistió Herbert Kickl pero sí el jefe de los ultras vieneses Dominik Nepp (ese hombre que ni a su familia le cae simpático). Nepp, en el estilo grimoso que caracteriza a su partido, dijo que “dentro (del baile) estaban los patriotas y fuera los idiotas”.

Sorprendentemente, acudió al baile también Richard Lugner (esta vez sin ninguna de las compañías de pago que frecuenta). No estuvieron los delegados rusos que habían acudido a la asamblea de la OSCE, a pesar de que, por tiempo y lugar, hubiera sido posible que estuvieran.

 

 


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