Contra el “efecto Werther”

El tema del suicidio es un tema que, en Austria, suele tratarse con mucha delicadeza. Hay excepciones. Pocas, gracias a Dios.

27 de Octubre.- Ayer celebramos el día de la Fiesta Nacional austriaca. Este domingo, en La Tarde en Directo, me extenderé a propósito de la opinión que los lectores tienen de este país porque, tras la publicación del artículo de hace dos días, algunas personas más se han animado a dar su parecer y, la verdad, han salido temas muy curiosos.

Hay una cosa, sin embargo, que no se ha dicho y que hoy voy a ilustrar con un ejemplito.

Una de las cosas que hace este país más vivible es que hay un Presserat, o sea, un organismo de autorregulación de los medios cuya misión es velar porque informen con ética.

Por supuesto, en los medios destinados a la parte de la población que tiene el encefalograma con menos relieve, existe la tensión entre informar con ética y ganar dinero.

El organismo de autorregulación intenta poner coto a los desmanes más gordos, pero no siempre lo consigue. Y así, el Oe24 (cochambre antes conocida como Österreich, menesteroso papel propiedad de la familia Fellner) o el Kronen Zeitung, a nada que el Presserat se descuida, olvidan la ética y aún la estética, apelando a las más bajas pasiones de sus encallecidos lectores sirviéndoles diariamente un áspero menú de vísceras, racismo, sexo pajillero y novias de Lugner.

Los demás medios, vaya que vaya, siguen el código deontológico pero, como el mejor escribano hace un borrón, también de vez en cuando el consejo les llama al orden.

Así ha sido esta semana con el Falter, semanario vienés de notoria tendencia izquierdista, cuya redacción, a veces, pierde un poco el oremus cuando sucede alguna noticia relacionada con el Partido Popular austriaco.

Recordarán los lectores que hace unos días falleció Christian Pilnacek, antiguo “mandamucho” del Ministerio de Justicia. Se supone -aún no se ha confirmado- que al Sr. Pilnacek, debido a diferentes sinsabores de su vida profesional, le entró una impaciencia invencible por abandonar este mundo, de manera que puso fin él mismo a su vida.

O sea, que supuestamente se suicidó (no se ha confirmado y tardará un tiempo en que se confirme).

En un artículo de Falter, que lleva el irónico título de “Elegía para Christian Pilnacek” (“elegía”, no del verbo elegir, como es natural, sino con el significado de lamento) el editor, Armin Thurnher, mostraba comprensión hacia la decisión de Pilnacek de abandonar este mundo cruel y venía a decir que no le extrañaba nada, que si él hubiera sido “un desgraciao tan desgraciao como el Sr. Pilnacek según él era, también hubiera tenido prisa por abandonar este valle de lágrimas.

El Presserat le ha llamado la atención a Thurher por varios motivos. Hablar mal de los muertos está mal, pero hablar del suicidio con tanta ligereza, podría vulnerar el código deontológico de los periodistas austriacos.

En este país se informa, con razón, con mucha prudencia a propósito del suicidio. Primero, porque es un asunto muy trágico y después porque, como es normal, de lo que se trata es de reducir la cifra de personas que se suicidan. Está demostrado que informar del suicidio con pelos y señales (me estoy acordando yo del infame tratamiento que hicieron los medios españoles de la trágica muerte de Verónica Forqué) lleva a lo que se llama “efecto Werther”. O sea, que hay personas a las que el suicidio de otros les lleva a considerar su propio caso.

El efecto Werther se llama así porque, cuando se publicó el libro, hubo una ola de suicidios de hombres jóvenes siguiendo el mismo método que el utilizado por el famoso personaje de Goethe.

También porque la experiencia clínica indica que, por lo general, las personas que deciden suicidarse no lo hacen por un motivo solo y que, por lo tanto, no es la cosa tan sencilla ni debe ser tratada con trivialidad.

El Presserat o consejo de autorregulación de los medios, se reunirá a primeros de noviembre para discutir el asunto y decidir por lo tanto si inicia un proceso contra el Falter por el tratamiento que ha dado de la muerte de Christian Pilnacek.

A propósito de esto, yo creo que debe primar la delicadeza. Ponerse en el lugar de las personas que han perdido a un familiar de esta manera. Independientemente de lo que haya hecho el difunto mientras estaba vivo, hay que considerar que antes que nada todos somos personas.

Uno de los lujos que puedo permitirme en Viena Directo es escribir solamente de los temas que a mí me parecen importantes y dignos de ser reseñados. Habrán observado quienes me lean que muy rara vez hay en este espacio sucesos y, si no hay más remedio, procuro abrir el foco para que la noticia no se quede en la muerte de la persona de que se trate, sino para ilustrar alguna realidad relativa a Austria que a mí me parezca conveniente resaltar. Con la esperanza de conseguirlo me pongo al teclado todos los días.

 


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