Karl Nehammer dispuesto a parar la ola

Ayer, en Wels, Karl Nehammer, el actual canciller, dio el proverbial pistoletazo de salida a la próxima campaña electoral. Quizá la más importante de la historia reciente de Austria.

27 de Enero.- Ayer, en Wels, el Partido Popular austriaco, con Karl Nehammer, el actual canciller, al frente, dio el proverbial pistoletazo de salida a la próxima campaña electoral. Al acto -bien largo- no le faltó un perejil. Incluso hubo un largo beso de Nehammer a su mujer, recreando un esquema que lleva funcionando en la cultura occidental desde que la novia de San Jorge lo envió a luchar contra el dragón.

O sea, primera dama florero, en la mejor tradición conservadora.

UN HOMBRE PASA A LA ACCIÓN

Durante su discurso, Nehammer expuso un programa conservador con las consabidas llamadas a “esa Austria que madruga” que diría aquel. Que si había que recompensar el trabajo, que si había que bajar los impuestos, que si había que luchar contra la inmigración ilegal y todo lo demás que, sobre poco más o menos, ya expusimos aquí.

A pesar de que al oír ciertas cosas uno no podía por menos que echarse las manos a la cabeza, lo cierto es que resultaba una novedad ver a Nehammer tomando la iniciativa.

Para él, estas elecciones son transcendentales. Y es que Nehammer lleva gobernando Austria varios años sin haber pasado nunca la reválida de unos comicios.

Durante todo su mandato, ha sido el bombero que se ha comido todos los marrones de esta República. Ha ido siempre al trantrán, apagando los fuegos que otros habían encendido por él. En algunos momentos, sujeto a una gran presión.

Llegó a canciller tras la dimisión de un Sebastian Kurz acosado por los casos de corrupción -casos que se juzgan en estos momentos, por cierto- cuando todos pensábamos que, si el escándalo de Ibiza no había terminado con su carrera política, Sebastian Kurz era la mala hierba del refrán.

Luego, la pandemia le pasó por encima. Confinamientos, medidas excepcionales un día sí y otro también. Manifestantes antivacunas que aterrorizaban a los niños de las guarderías y mordían a los policías.

Hace dos años, cuando todos pensábamos que el virus estaba controlado, le estalló entre las manos una guerra. Tuvo que sacar gas de debajo de las piedras, tuvo que enfrentarse a la desinformación con la que la extrema derecha intentaba hundirle. Y tuvo que enfrentarse también a los constantes tiros en el pie que el Partido se daba a sí mismo, en forma de diversos casos de corrupción (hola, Sobotka).

Todo lo anterior tiene su mérito sobre todo si consideramos que Karl Nehammer no es, de ninguna manera, una persona extremadamente inteligente ni muy culta, ni siquiera ha estudiado “en la escuela de la vida” que es eso que pone en Facebook esa gente que no tiene dónde caerse muerta, académicamente hablando.

No. Nehammer es ese señor normalito que se metió a militar como hay muchos que se meten a militar, porque sin ser tontos, si les ponen un libro entre las manos no saben bien qué hacer con él.

De todo tiene que haber en la viña del Señor y no todo el mundo tiene que ir a la Universidad.

O ÉL, O O YO

De cualquier manera, hubo un aspecto muy llamativo de toda la cuestión y es que Nehammer mencionó en todo momento a la persona cuya victoria todo el mundo ve como inevitable: Herbert Kickl.

La cosa se planteó en estos términos: o Kickl o yo, obviando de la ecuación a un Andreas Babler que, en el universo conservador (esa mitad aproximada del electorado austriaco que se maneja bien con el modelo “hombre blanco heterosexual”) apenas cuenta.

La cosa estaría muy bien si no fuera por un pequeño detalle. En el actual podio de las encuestas, el Partido Popular austriaco lleva bastantes semanas llevándose la medalla de bronce, en tanto que Andreas Babler (por poquito, eso sí) es el segundo en liza.

La pregunta es obvia. Toda la parafernalia de ayer ¿Será bastante? ¿Se librará Austria, con los esfuerzos combinados de la gente decente de este país, de convertirse en una democracia en condicional, como lo es Hungría, por ejemplo? ¿Conseguirá el pueblo austriaco parar la ola marrón de Herbert Kickl? Solo el tiempo lo dirá.

 

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