Los reyes Felipe y Letizia vendrán próximamente a Austria para hacer una cosa que ningún jefe de Estado español ha hecho antes.
6 de mayo.- La memoria histórica es una cuestión bastante delicada en todos los países. Básicamente, porque a nadie le gusta que le recuerden que su abuelito querido del alma, en vida, y cuando llevaba uniforme, era un hijo de babilónica con ventanas a la calle. Los descendientes de los poderosos prefieren vivir con el autoengaño de que, aunque en el mundo pasaran cosas espantosas, sus ancestros eran personas majísimas, que nunca se metieron en fregados o, todo lo más, que si se metieron en fregados fue solamente porque no tuvieron más remedio que hacerlo.
En este negociado, Austria y España se parecen mucho. En España, para preservar la estabilidad del país tras la muerte de Franco en 1975 (y quien dice la estabilidad dice las valiosas inversiones de los americanos en España), se decidió que fuera la muerte, esa gran igualadora, la que vaciara el país de franquistas (el experimento, como todos sabemos, salió regularcillo).
En Austria, otro tanto de lo mismo. Terminada la guerra, los austriacos, para congraciarse con el nuevo estado de cosas, metieron en la cárcel al principio a muchos ex nazis pero ¡Ay, amiga! Cuando se acabó la ocupación en 1955, los Gobiernos austriacos de entonces se apresuraron a firmar sendas amnistías que pusieron en la calle a muchos hijos de puta que se convirtieron, por lo menos superficialmente, en cariñosos abuelitos de cuyos crímenes sus nietos no querían saber ni media palabra, como es natural.
Baste decir que, hasta finales de los setenta, no se hizo el primer museo en Mauthausen y que muchos que colaboraron felices con el régimen murieron tranquilamente en su camita, cubiertos de honores.
El consenso tácito era que había que actuar como si no hubiera habido nazis en Austria y que había cosas que es mejor no removerlas, por si las moscas. Así, el recuerdo de los abuelitos terribles permaneció incólume.
Esto no les gusta a los nietos de los abuelitos que fueron víctimas de otros abuelitos sanguinarios, como es natural.
El día 11 de mayo se conmemorará solemnemente la liberación del campo de concentración de Mauthausen.
El Presidente Van der Bellen ha invitado para esta ocasión tan señalada a los reyes, nuestros señores, su majestad Felipe uve palito y su “majestada” la reina Letizia. Será la primera vez que el jefe del Estado y su santa honren a los 7000 españoles que estuvieron presos en aquel moridero. Españoles por los que, sobra decirlo, nadie en Madrid movió un folio ni levantó un dedo. Aquellos pobres fueron víctimas de un doble olvido. Cuando se terminó la guerra mundial en España, Franco hizo el ignorito (¿Hitler? Yo no sé quién es ese señor del que usted me habla). Muerto Franco, se prefirió no remover la historia de aquellos españoles que, de todas formas, habían muerto a tomar por saco de Canillejas (¿Austria? ¿Ahí no había canguros y koalas?).
Atención a lo que voy a escribir ahora: hasta la presidencia de Rodríguez Zapatero, ya en este siglo, no asistió ningún jefe de Gobierno español a las conmemoraciones de la liberación de Mauthausen (2005). Y esta del día 11 va a ser la primera vez que el jefe del Estado comparezca. Hay quien dice que el rey ha accedido a cambio de no tener que ocupar un lugar demasiado prominente en la conmemoración de las cinco décadas de la muerte de Franco (quizá lo lógico hubiera sido conmemorar los cincuenta de las primeras elecciones democráticas, porque, cuando se murió Franco, no se acabó la rabia de ninguna manera, pero eso es otra historia).
Los medios austriacos se hacen eco de la petición de la ARMH (Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica) de que el rey no comparezca en Mauthausen el próximo día 11. Los miembros de la asociación argumentan que el rey Juan Carlos lo fue “por la gracia de Franco” y que por lo tanto su descendiente, por muy majo que sea (que lo es) queda deslegitimado para representar a las victimas de Mauthausen. Bueno, es una opinión. España es desde hace décadas una democracia perfectamente homologable con las de su entorno (y, en muchos casos, hasta mejor que las de su entorno). El Rey Felipe es tan demócrata como pueda serlo, por ejemplo, su primo el orejones Windsor (lo de orejones, con cariño, por supuesto). También argumentan que ni el Rey, ni el jefe de la oposición, Alberto Nuñez Feijoo ni, para sorpresa de nadie, Santiago Abascal, jefe de Vox, tercera fuerza (!) del Parlamento, han condenado el franquismo ningún momento (spoiler: no lo van a hacer, por diferentes razones que sería demasiado prolijo escribir aquí).
Aunque para qué ahondar en cosas que todo el mundo sabe.
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