Por qué el próximo presidente austriaco será un ultraderechista

WonderlandSi hoy hubiera elecciones en Austria, la ultraderecha del FPÖ ganaría por goleada. Utilizando el sentido común, se comprende perfectamente.

10 de Abril.- La política es una cosa misteriosa y el corazón de los votantes un arcano que, en vano, intentan descifrar desde hace decenios científicos con más o menos aparato teórico. Al final, como herramienta termina sirviendo solo el sentido común y a veces, la verdad, ni eso.

Hoy, varios medios se hacen eco de una encuesta hecha por la cadena de televisión austriaca ATV en la que se ha pedido al pueblo soberano que responda a la consabida pregunta: „ Si las elecciones fueran hoy, dígame usted carita de emperaor/a ¿A quién votaría usted?“

Y la verdad es que los resultados dan que pensar porque parece que, salvo que en los próximos meses suceda algo hoy imprevisible (aunque todo es posible en Granada) la ultraderecha ganará las próximas elecciones por una goleada nunca vista. Ahora mismo, los dos partidos en el Gobierno, socialistas y populares, acumularían un 44% de los sufragios, en tanto que la ultraderecha un 32% (y sigue subiendo).

Hay muchas razones para esto, todas de sentido común (aunque a veces el sentido común trabaja en contra de sí mismo) y, desde que escribo Viena Directo, pronto hará diez años, vengo repitiéndolas con cierta frecuencia.

En primer lugar, a los dos partidos en el poder les sucede lo que a las vacunas. O sea, que mueren de éxito.

Los modorros/inconscientes/amantes de la Pachamama/llámelos usted X, que deciden no vacunar a aus hijos, lo hacen utilizando el argumento de que „total, no les va a pasar nada, porque ningún niño se pone ya enfermo de según qué cosas“. O sea, que gracias a una gestión mejorable, qué duda cabe, pero razonable, el votante da por supuestas según qué cosas y no las valora como si fueran naturales y esto, naturalmente, incide en el resultado de los partidos digamos „consagrados“.

En segundo lugar, hay un componente sociológico fundamental. Los dos partidos en el Gobierno se perciben, desde muchos sectores de la juventud como estructuras anticuadas y fosilizadas en el poder. SPÖ y ÖVP son percibidos como los partidos de papá o del abuelo. También influye, claro, el deterioro, indudable, como en todo el mundo occidental, del sistema educativo. En Austria, no llegamos a la miseria de Chulos de Discoteca, Pendones desorejados y Viceversa, pero está claro que lo que la socialdemocracia de Kreisky hacía con los niños en las escuelas ya es solamente un bello recuerdo. Una juventud deficientemente formada termina votando cualquier cosa. Y se verá en las próximas elecciones.

En tercer lugar influye (y no poco) el contexto mundial.

Obviamente, el mundo y Europa de manera muy fuerte con él, se está enfrentando a un cambio de época. No sabemos qué sobrevivirá de nuestro difunto (y querido, que hubiera dicho Carmen Sevilla) siglo XX, pero está claro que el XXI no se presenta tan estable. Por lo pronto, la industria europea está muriendo a marchas forzadas o, por lo menos, se está dando de morros contra la evidencia de que el crecimiento perpétuo es una falacia, la zanahoria atada a un palo que le ponían al burro europeo para que fuese andando. Los hijos temen vivir peor que sus padres (y lo harán, como no hinquen los codos y Europa no se aferre a lo que la ha hecho grande, su I+D) y, frente a estas turbulencias, la ultraderecha se presenta a sí misma como la única fuerza que puede hacer que el reloj no marque las horas. Solo que, como en el bolero, es probable que cuando detenga el tiempo en sus manos, la noche se haga perpétua.

Frente a los partidos „normales“ que dudan que frenan, que avanzan, la ultraderecha presenta un corpus ideológico y de acción, una herramienta para operar sobre la realidad, muy definida, clara y fácil de seguir hasta para una ameba (naturalmente, porque nunca se ha enfrentado con la suciedad de la realidad, ya veremos cuando tenga que hacerlo próximamente). El ser humano, ya lo decía un profesor mío de añoradísima memoria, es un animal vago por naturaleza. Cuanto más masticadito se lo das todo, más le gusta.

Variante de lo anterior y cuarto factor: la crisis de los refugiados. Hasta antes de ayer (septiembre del año pasado) el austriaco medio tenía la agradable sensación de que todos los cambios que están sucediendo en Europa y en el mundo no iban con Esta Pequeña República. O sea, que aquí nunca pasaba nada.

Pero de pronto, las estaciones se empezaron a llenar de gente (para colmo, de piel oscurita) que venían, llamaban a la puerta y querían quedarse. Desde el principio, la ultraderecha inició una estrategia absolutamente nauseabunda en internet (el campo en el que se hará la política del siglo XXI) y el Gobierno se colocó del lado humanitario. En Austria, el diálogo entre esas dos posiciones la „buenista“ del Gobierno y la „rigorista“ (por llamarle algo) de la ultraderecha, han marcado la gestión de la crisis. Al final, el Gobierno ha reculado y ha adoptado un curso marcado por la adopción de muchas de las ideas de la ultraderecha pero para cuando ha querido reaccionar, ya era tarde, porque el votante medio ha reaccionado del modo previsible: ¿Para qué irme a por la imitación si el original está ahí desde el principio? Por otro lado, el viraje del Gobierno austriaco también ha sido visto por el votante medio como una confirmación de que la ultraderecha tenía razón.

Quisiera añadir otro factor, el último: a pesar de que, quienes predecían que la entrada en el Gobierno de la ultraderecha solo traería desgracias (como ya sucedió en Carintia) lo cierto es que la ultraderecha gobierna en coalición y Gobiernos regionales y el mundo no se ha parado ni se está escuchando una voz más alta que otra, más allá de algunas salidas de pata de banco al principio, motivadas fundamentalmente por esa discordancia que yo apuntaba más arriba, entre la alegría con la que se pueden decir las cosas en la oposición y lo que sucede cuando uno desciende a la arena de la realidad.

Todas estas cosas citadas anteriormente tienen otro beneficiario, por cierto, los verdes, que suben tres puntos. Aunque eso es otra historia.


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Comentarios

Una respuesta a «Por qué el próximo presidente austriaco será un ultraderechista»

  1. Avatar de asertus
    asertus

    Ése es el problema cuando hay una “gran coalición”, que el votante ve que no hay alternativa real en los partidos del sistema, sea ligeramente conservador o ligeramente socialista, y va a lo que considera alternativa real a lo que hay. En el caso austríaco el FPÖ, en Alemania, poco a poco, AfD, o en España podría ser Podemos.

    En Francia claramente pasa esto con el FN, pero de momento el sistema electoral impide que gane poder real, pero todo puede cambiar.

    En Bélgica, como directamente es un mosaico de partidos lingüísticos y demás, al final ni se sabe a quién votar ni quién manda..

    Saludos

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