24 de Septiembre.- A veces pienso que si yo, que no tengo intención de morirme nunca, tuviera la desgracia de fallecer a causa de algo suficientemente espectacular para merecer la atención de la prensa amarilla me temo que este blog supondría la aniquilación total, no sólo de mi reputación, sino también la de mis familiares y mis amigos más cercanos.
Si me atragantase, pongamos, con un cacho de schnitzel, los periodistas, después de decir, con la frase habitual, que todos los esfuerzos de la “Rettung” por salvarme “llegaron demasiado tarde”, entrarían a saco en mi biografía.
Dirían que soy español (como la heladera asesina, se apresurarían a puntualizar, a pesar de que servidor, el cemento y las pistolas, los observa desde lejos con mucha precaución). Afirmarían sin temor a equivocarse que soy medianamente conocido en la comunidad hispanohablante austriaca y, por puesto, llegarían a Viena Directo. Suculento botín.
Quién sabe si, sacando de contexto algunos artículos, no dirían que me ponen las abuelas o que siento un extraño placer al sentir chamuscados los pelos de mi oreja (derecha). Y es que, ante ciertos periodistas, señoras y señores, el ciudadano común y silvestre está completamente indefenso (que se lo digan si no a la pobre duquesa británica que ha visto la imagen de sus tetas impresa en media prensa mundial, so pretexto del sagrado derecho de la chusma a tener información exacta sobre la copa de sujetador que usa y la forma de sus pezones).
Un familiar mío, que conoce el paño y también es, por qué no decirlo, un poco anarca, llama hienas a los profesionales de la información, porque dice que sólo acuden, como los risueños carroñeros, cuando sucede algún hecho luctuoso con resultado de muerte. Yo, ni entro ni salgo, pero visto que la profesión periodística está, en la estimación pública, al mismo nivel que la de los palanganeros de burdel, aunque ejerza de tal con toda la decencia que sé, prefiero llamarme bloguero por lo que pueda pasar.
¿Y a qué viene esta reflexión?
Pues di que estaba yo leyendo hoy el Österreich (gran periódico), como todas las mañanas, cuando me he topado con la noticia de la desaparición de Frau Heidelinde R. –Heidelinde, qué nombre tan músico y significativo, que hubiera dicho don Quijote-.
La Sra. R. es una político adscrita al FPÖ (esa entrañable formación que agrupa a todos los amigos de los niños –arios, claro-).
La buena de Heidelinde falta de su domicilio desde hace algunos días –seis, creo recordar- y su marido y su hijo de trece años, no sólo no se explican qué ha podido sucederle, sino que se encuentran lógicamente inquietos porque, aparte de la madre de familia, despues de remover el hogar de los R.hasta el último alfiler, sólo han echado a faltar una pistola Glock (glups).
Y ahora:
Todo lo que se encuentra entre las palabras de este post “pues” y “glups” es lo que efectivamente se sabe del caso pero, como en el Österreich debían de andar cortos de noticias, le han debido de pedir al redactor que inflase el tema lo que pudiese. La mitad lo han conseguido poniendo una foto tamaño poster de la Frau R. equipada con el traje típico de su región, la otra mitad haciendo una búsqueda en internet, de cuyos extractos se deduce que la señora R. no sólo es “muy como Dios manda” (o sea, como mandaba el Dios del Antiguo Testamento, el de la sangre, el fuego y la venganza) sino que, merced al retrato que hacen de ella, debe de ser una asidua compradora de escobas, caballera de las cuales se pasea por los cielos austriacos en las noches de luna llena.
No se sabe si los del Österreich pretendían conseguir que, al terminar el artículo, el lector pensase que, si bien la señora R. había desaparecido, bien desaparecida estaba.
En fin: de –algunos- periodistas, líbranos Señor.
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