Nadie es perfecto

Examinamos hoy la situación en Baja Austria con una presidenta se dispone a tragarse un par de sapos en nombre de la gobernabilidad.

14 de Marzo.- Y como no hay dos sin tres, después de analizar el discurso del canciller y la guerra intestina en la socialdemocracia austriaca (puede ser que se resuelva mañana) vamos a ponernos con otra cuestión que tiene al país en vilo. Quizá recuerden mis lectores que hace poco más de un mes, el día 29 de enero, hubo elecciones en Baja Austria.

CUANDO CUMPLA DIECISÉIS, VOTARÉ AL ÖVP

Hasta ese momento, Austria la baja pasaba por ser ese sitio en donde los críos, cuando veían la luz del mundo, en vez de llorar decían “cuando cumpla dieciséis votaré al ÖVP”. Sin embargo, esta tendencia, que parecía grabada en los genes de los habitantes de esa bonita región, se fue un poco a hacer puñetas aquel domingo. Johanna Mikl-Leitner, la presidenta de ese Land perdió la mayoría absoluta y con ella la tranquilidad. Si quiere seguir en el puesto, tendrá que llegar a un acuerdo con alguno de los partidos que obtuvieron muchos votos.

En el primer momento, los candidatos lógicos eran los socialdemócratas. Casi un mes entero ha durado la negociación, el tira y afloja, la educada lucha en el barro, el yo te doy esto si tú me das lo otro. Sin embargo, la noticia de la ruptura de las negociaciones por falta de acuerdo no pilló por sorpresa a nadie. Mikl-Leitner lo achacó a la excesiva ambición de los socialdemócratas los cuales, según ella, querían pinchar y cortar más de lo que sus votos les permitían. Los contrarios, entre tanto, acusaron a Mikl-Leitner de ser poco flexible.

Rota la baraja, la presidenta se sentó con la extrema derecha, a ver si los ultras se mostraban más proclives al entendimiento. Los ultras están comandados por Udo Landbauer, ese hombre. Durante la campaña electoral que desembocó en la situación actual, la extrema derecha acosó salvajemente a Johanna Mikl-Leitner. Burlas crueles, pósteres con montajes fotográficos en donde se la veía vestida de musulmana, juramentos por Mein Kampf y sobre la memoria de Eva Braun de que nunca nunca nunca se sentarían a negociar con ella…En fin: lo esperable.

SU ÚLTIMO CARTUCHO

Y sin embargo, los ultras están sentados con ella y esperan sacar no poco rédito de estas reuniones. A nivel regional sobre todo pero también a nivel nacional como base de un Gobierno futuro de coalición. Saben que Johanna Mikl-Leitner los necesita, porque se hacen la composición de lugar de que, si ha quemado los puentes con los socialdemócratas, ellos son los únicos que pueden sostenerla. Pero los ultras también saben que tienen tras de sí a unos votantes que les exigen resultados y que, en el caso de que haya una repetición de las elecciones, puede penalizarles.

Landbauer y sus huestes saben que han recogido los votos, principalmente, de los negacionistas y de los antivacunas. Y quieren seguir conservando ese valioso caladero. Y también, naturalmente, vengarse del Partido Popular austriaco, humillar al Gobierno de Viena en la persona de Johanna Mikl-Leitner. No le perdonan todavía que, tras el escándalo de Ibiza, los conservadores siguieran gobernando como si nada (bueno, o casi) mientras que ellos tenían que pasar una humillante travesía del desierto.

Así pues, cuando se anunció el inicio de las negociaciones, Udo Landbauer sacó toda la artillería pesada y dijo que entre sus condiciones estaba una especie de amnistía para todos los sancionados o multados por haber incumplido las medidas contra la expansión del coronavirus. Que se devolviera el dinero de esas multas, como primera medida. Y terminar con la discriminación de los no vacunados en todos los ámbitos. En una palabra: la versión de Landbauer de la  “reconciliación”  (una palabra que se oye mucho estos días en este contexto) pasa por que Mikl-Leitner se trague el sapo de decir más o menos expresamente que los antivacunas que acogotaban a criaturas a las puertas de los colegios, que taponaba las urgencias de los hospitales, que difundían noticias falsas sobre medicamentos de uso veterinario, tenían razón.

Esa es la primera fase y luego, según Landbauer, vendrá todo lo demás.

Johanna Mikl-Leitner ya se ha puesto delante del plato con el sapo y le ha dado el primer mordisco. Hoy ha declarado que “nadie es perfecto” y que la decisión de la vacunación obligatoria “vista desde hoy fue un error”. Que se tomó porque los científicos así lo recomendaron unánimemente y que los políticos prácticamente no tuvieron elección.

Así están las cosas.


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