Jugar con fuego

Una popular política austriaca y un periódico están alentando una campaña de linchamiento contra un personaje austriaco ¿Qué hay detrás?

18 de Julio.- Una de las ideas-fuerza sobre las que se sustenta todo el discurso de los populismos, igual da que sean de izquierda o de derecha, es la contraposición entre unas supuestas élites, libres e impunes, y el hombre y la mujer corrientes, que tienen que sufrir en sus carnes unos límites que no valen para los que tienen la sartén por el mango.

Así pues, dos veces de cada tres, cuando Herbert Kickl tiene delante un artilugio grabador reordena cualquier cuestión para poder utilizar este marco de pensamiento.

LA HIERBA DEL VECINO SIEMPRE ES MÁS VERDE

Se trata de suscitar ese sentimiento que se resume en que el cesped es siempre más verde del lado del vecino. Cualquier político populista sabe que, para que su discurso cale, lo único que tiene que hacer es contraponer lo bien que viven (supuestamente) los miembros de las élites con lo mal que vivimos usted y yo. Todos, en el fondo, nos sentimos pobres en algún sentido. Todos, en el fondo, envidiamos a alguien que tiene más dinero que nosotros, o es más atractivo sexualmente, o tiene un trabajo mejor o, a juzgar por su Instagram, está todo el santo día de vacaciones tocándose los huevos. De manera que, a poco que el político se emplee, es fácil activar este resorte de la masa.

Uno de los componentes fundamentales de este mecanismo es que, para tener éxito, tiene que apuntar a una emoción. Por ejemplo la frustración. Por ejemplo, la ira.

La emoción suspende el pensamiento crítico (esa parada es el premio gordo de cualquier político populista).

LAS FAMOSAS PAGUITAS

Pongamos un ejemplo que se va a entender perfectamente: hace unos días, en el Hofburg, Viktor Orbán hablaba de los inmigrantes musulmanes que viven a cuerpo de rey con las ayudas que les dan ciertos Estados tontos como Austria (las famosas “paguitas”) pero que les niegan ciertos “Estados listos” (por ejemplo, Hungría). Esta idea tiene todos los ingredientes que son el sueño húmedo de cualquier populista. “Las élites” (Orbán incluso nombró al magnate George Soros en este contexto) derrochan dinero que atrae a inmigrantes musulmanes a Europa ¿Sufren ellos -según Orbán- a esos inmigrantes en sus calles, en sus barrios? No. Los sufren los pobres.

Voilá: el truco está hecho.

Una emoción, como soporte de cualquier idea, tiene la ventaja de que no hay que tener conocimientos previos para asumirla. Todos lo sufrimos durante la pandemia -seguimos sufriéndolo- con los antivacunas. Toda esa gente que desprecia el conocimiento científico porque decía (la emoción) que “ellos sabían lo que era verdad” y “podían pensar por sí mismos”. En realidad, lo que estaban diciendo era “mire usted: no me puedo parar a aprender todas las cosas que necesitaría saber para discernir si los médicos dicen la verdad, así que déjese usted de mandangas y déjeme a mí creer lo que me salga del pito”. Resultado: gente emperrada en que cuando te vacunaban te ponen un chip (otra emoción, quizá la más poderosa: el miedo).

LAS OPINIONES MODERADAS LO TIENEN CRUDO

Lo malo de todo lo anterior es que crea un clima en el que todos vivimos. Como todo el mundo sabe, en una carrera por atraer la atención, las opiniones moderadas quedan automáticamente desplazadas a los márgenes y parecen irrelevantes. Para poder atraer más público hay que competir con un grupo de seres vociferantes que utilizan tácticas tramposas (a veces muy refinadas) para atraer la atención.

Indefectiblemente siempre acuden a lo que funciona: a la emoción.

Por ejemplo: la Secretaria de Estado para la juventud, Claudia Plakolm (ÖVP) no es una de las personas más inteligentes de Austria, pero sabe perfectamente que, en esta “economía de la atención”, si uno quiere que sus palabras y sus obras se comenten y se impriman, tienen que apelar a la emoción. Mis lectores españoles me entenderán si les digo que es sus manifestaciones son muy parecidas a las de Isabel Díaz Ayuso (esa mezcla de ignorancia y malicia).

Estos días atrás, en una entrevista que mantuvo con un periodista de Die Presse, el periódico conservador de Austria, dijo que era “insoportable” que Florian Teichmeister, el actor del Burgtheater acusado de posesión de pornografía infantil, “se pasease por el distrito uno de Viena como si nada”. Teichmaister, que tampoco debe de ser ser “la bombilla que más alumbra” ha sido visto estas semanas en varios restaurantes caros de esta capital. Está a la espera de juicio (se celebrará en septiembre). Esto ha sido percibido por muchas personas como una provocación.

Las palabras de Plakolm han sido el detonante de una campaña de linchamiento público por parte de la prensa amarilla (especialmente el antiguo Österreich, de Fellner) que tiene todos los ingredientes de esto que hablaba más arriba: en primer lugar, la contraposición entre el adinerado personaje que, sintiéndose impune, vive en libertad sin responder por sus actos (Teichmeister) mientras todos los demás, que no pertenemos a la élite, tenemos que vivir en un mundo que nos mantiene a la intemperie, y en el que tenemos que sufrir las consecuencias de cada uno de nuestros errores, por muy pequeños que sean.

Por otro lado, la emoción. Plakolm primero y la prensa amarilla después han buscado conscientemente indignar a los lectores de Die Presse para que suspendieran algo que es la esencia misma de nuestro pacto de convivencia: la creencia de que a) todo el mundo es inocente hasta que no se demuestra lo contrario según un juicio justo y b) que el monopolio de esa justicia lo tiene el Estado, el cual tiene que proporcionar las garantías suficientes para que el proceso de una persona sea lo más objetivo posible.

Sin esas dos premisas la sociedad, rotas todas esas garantías, colapsaría y dejaría de ser tal y como la conocemos, para ser una entidad en la que el hombre sería un lobo para el hombre. O sea, aún más que ahora.

Para terminar, me gustaría decir una cosa para que quede clara y meridiana: este artículo no es una defensa de Florian Teichmeister el cual, presuntamente, ha cometido delitos gravísimos y justamente punibles. Este artículo es una manifestación de asco por el linchamiento. Y una manifestación de miedo. Hoy es Teichmeister que es, según parece, culpable de los delitos que se le imputan. Mañana podríamos ser usted o yo, independiente de que nuestra hoja de servicios estuviera impoluta.

Que una persona con un cargo en el Estado juegue con fuego de esta manera es peligrosísimo.

Su voz tenía el poder de paralizar un país entero. En la radio, sufría como una bestia, pero en la vida era una mujer luchadora y feminista. Juana Ginzo: más allá de Ama Rosa.

Para leer la historia completa, pincha en este enlace.https://fotobernalvienna.com/2023/07/18/quien-fue-juana-ginzo/

 


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