Tras los acontecimientos de ayer, siguen sucediéndose los acontecimientos. El Partido Popular tiene nuevo líder y el Presidente ha tomado una decisión.
5 de Enero.- Austria se encuentra, en estos momentos, en medio de una crisis que, en los últimos tiempos, desgraciadamente, no es nueva en Europa. Frente a un panorama parlamentario fragmentado e incierto, los partidos políticos tradicionales no saben bien por dónde tirar y acaban beneficiando a la extrema derecha.
Como recordarán los lectores de Viena Directo, hace cosa de tres meses fueron las últimas elecciones legislativas en Austria. La aritmética, que es implacable, llevó a que (conviene recordarlo) ninguno de los partidos austriacos obtuviera una mayoría suficiente para gobernar en solitario. Era necesaria (es necesaria) una coalición. El procedimiento usual, hasta ahora, había sido que el Presidente de la República le encargase a la lista más votada la formación de Gobierno. Sin embargo, dado que esta vez la lista más votada fue la de la extrema derecha y, al frente de ella, está un hombre tan dañino como Herbert Kickl, el Presidente consideró oportuno, como primera medida, encargar al canciller en funciones, Nehammer, del partido conservador, a la sazón jefe de la segunda lista más votada, la formación de Gobierno.
Después de tres meses de negociaciones, las tres fuerzas implicadas (ÖVP, SPÖ y Neos) no han conseguido llegar a ningún acuerdo viable de gobierno. Antes de ayer, los Neos abandonaron la mesa de negociación. Socialdemócratas y populares expresaron su intención de seguir negociando. Sin embargo, ayer, a las siete de la tarde, el canciller Nehammer hizo público que daba por fracasada la negociación ante las exigencias (según él desmedidas) de los socialdemócratas. Acto seguido, presentaba su dimisión como canciller y como jefe del partido popular austriaco, comprometiéndose a una “transición ordenada”.
Se abría así una crisis que ha continuado hoy produciendo acontecimientos. El primero, el recambio al frente del partido popular austriaco. Tras una reunión de la cúpula del ÖVP, se ha decidido que Christian Stocker (Wiener Neustadt, 1960) hasta ahora secretario general del ÖVP ocupe de forma interina la dirección del Partido Popular.
A él le tocará no solamente regir los destinos de los conservadores austriacos hasta nuevo aviso sino también gestionar la segunda novedad del día.
Alexander van der Bellen, el Presidente de la República, se ha dirigido a la nación para anunciar que, ante el cambio que se ha producido en la situación, mañana hablará con Herbert Kickl. De manera que es previsible que le encargue iniciar las conversaciones para formar un gobierno.
Como también era previsible, Herbert Kickl ha hecho pública su opinión al respecto de esta convocatoria para mañana.
El texto, difundido por Facebook (!?) es deliveradamente ambíguo, pero insiste en la palabra, llena de resonancias funestas para cualquiera que haya leído algo de historia del siglo XX, “Volk”. Volk, como población, pero más como la comunidad racial (la versión española de esto sería aquello de la “unidad de destino en lo universal”).
Por supuesto, no estamos dentro de la Volk los ciudadanos comunitarios y aún menos los refugiados o las personas que profesen la religión musulmana. De suyo va que incluso los austriacos que no profesan la ideología de Kickl están fuera de esa comunidad, incluso aquellos austriacos de nación que no hayan nacido aquí y hayan adquirido la nacionalidad a posteriori.
Es previsible (aunque no seguro al 100%) que Herbert Kickl reciba mañana el mandato presidencial de intentar formar Gobierno, aunque también quizá lo reciba solo si cumple determinadas condiciones.
A partir de ahí Herbert Kickl tendrá que intentar formar una mayoría parlamentaria con el partido conservador y, si Dios no lo remedia, convertirse en el primer canciller ultraderechista de Austria desde el final de la segunda guerra mundial.
Aunque, a priori, los números le favorezcan y le basten, no está garantizado que vaya a conseguir que nadie le acompañe en un viaje que puede tener consecuencias muy graves para Austria y, por ende, para la Unión Europea.
Deja una respuesta