Fumata bianca

Ha costado más de lo previsto, pero ya es oficial: Austria tiene un nuevo Gobierno con un tripartito de Neos, Socialdemócratas y Populares.

 

Washington Square, HD Primera parte

22 de Agosto.- El 29 de septiembre pasado fueron las últimas elecciones legislativas en Austria. La extrema derecha fue la fuerza más votada, con casi un treinta por ciento de los sufragios. Se abrió entonces la primera ronda de consultas y casi un mes más tarde, el día 22 de Octubre, Alexander van der Bellen, ante la negativa de las demás fuerzas políticas de colaborar con Herbert Kickl, le dio el mandato de formar gobierno al entonces jefe de los conservadores austriacos, Karl Nehammer.

Seguía así el camino que todos habíamos supuesto que seguiría y que tenía como objetivo (por supuesto, no confesado) de evitar un Gobierno de extrema derecha en Austria cosa que, no se le oculta a nadie, hubiera sido enormemente perniciosa para el país.

La negociación, que empezaba bajo tan buenos auspicios, fue complicada desde el pincipio. La mayoría que podía sostener un gobierno del partido popular y del partido socialdemócrata era más bien exígua. Se necesitaba un gobierno con una base más amplia y algunas semanas más tarde, ya en noviembre del año pasado, los Neos se sentaron también en la mesa de las negociaciones.

Se trataba de formar una versión austriaca del tripartito alemán, llamado Ampel, o sea, semáforo, por los colores de los partidos que había en él.

Alguien, con mucha guasa, llamó a la versión austriaca Ömpel (quienes sepan alemán, sabrán por qué esto era un chiste).

En fin, mientras la gente decoraba el árbol de navidad (cosa que es una labor que en Austria se tiene por muy importante) los rumores eran que tendríamos gobierno para reyes. Y sin embargo, el día 3 de enero se nos atragantó el roscón.

Los Neos se plantaron y al día siguiente los socialdemócratas fueron detrás.

Vaya por Dios.

Mientras tanto, muchas personas opinaban que el presidente Van der Bellen se había equivocado al ofrecerle a Nehammer la oportunidad de formar Gobierno, porque Kickl subía en las encuestas y todo el mundo pensaba (y ese peligro, por desgracia, no está conjurado) que unas nuevas elecciones harían irremediable que la ultraderecha nos gobernase.

Van der Bellen, se supone que resignado a lo peor pero sin alternativas, terminó por encargarle a Kickl la formación de un Gobierno. Entre tanto, Nehammer había dimitido (es posible que gritando “estoy hasta los cojones de todos nosotros”, como aquel presidente de la primera república española) y había sido sucedido por Stocker.

En cuanto se vio con la libertad necesaria, Herbert Kickl se empeñó en personificar al proverbial Paco que viene con la rebaja. Al principio, los conservadores, haciendo de tripas corazón, lo toleraron. Pero los desplantes de Kickl y los suyos fuera y dentro de la mesa de negociaciones, hicieron que el ÖVP mirase alrededor buscando una mano tendida.

Fuentes conocedoras de estos sucesos sostienen que fue el alcalde de Viena, Herbert Ludwig, quien ofreció esa mano. Y tras una pelea (probablemente provocada) debido al reparto de los ministerios, las negociaciones entre la extrema derecha y la derecha se rompieron y un suspiro de alivio recorrió Esta Pequeña República hasta sus más pequeños rincones.

Socialdemócratas y populares volvieron a encontrarse hace ocho días, el 14 de febrero (día de los enamorados, feliz presagio) y empezaron a negociar frenéticamente aprovechando lo que ya tenían adelantado de la primera ronda. Ayer se supo que los Neos acudirían a fortalecer la mayoría de los socialdemócratas y los populares.

Hoy ya ha sido oficial. Los tres jefes de los grandes partidos austriacos han acudido a informar al Presidente de la República y hay fumata blanca.

Austria tiene, después de cinco meses de tiras y aflojas, de búsquedas y reproches, un nuevo Gobierno.

Un Gobierno que no lo va a tener nada fácil, porque la situación, dentro y fuera de Austria, es muy complicada. El segundo mandato de Donald Trump ha sumido al mundo en un vórtice de acontecimientos explosivos y, lo que es más grave, absolutamente imprevisibles, cuya onda expansiva es previsible que llegue a Austria impactando, sobre todo, en su economía.

Por supuesto, la extrema derecha, la gran marginada de este auténtico gobierno de concentración nacional, en el que la única fuerza que falta es la de los verdes, no se lo va a poner fácil al nuevo ejecutivo y va a practicar una oposición, si cabe, muchísimo más sucia de lo que llevamos viendo hasta ahora. Utilizará todas sus armas para intentar degradar todo lo posible el debate público.

En su mensaje televisado Alexander van der Bellen ha dado hoy algunas claves y ha dicho que la misión del nuevo ejecutivo es no solo sanear el persupuesto, sino también “sanear el ambiente” y esparcir la creencia de que “la mejora de la situación es posible”. Veremos si le dejan.

Al tiempo de acabar estas líneas, se ha sabido que el aún canciller, Alexander Schallenberg, después de seis años en la vida pública, se retira de la política.


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