2 de Septiembre.- Hace una semana hablaba yo de la crisis y de los estereotipos (verdaderos pero falsos, como todos) que la crisis ha engendrado tanto dentro como fuera de España.
¿Estamos todos locos o qué?
Di que hoy estaba yo afeitándome y, en el informativo de las ocho de la emisora de música culta de la ORF (tan morigerado que parece hecho por un equipo de ursulinas especialmente entrenadas) una de las noticias de apertura ha sido el fichaje de un tal Bale por el Real Madrid.
Con una nota de escándalo en la voz, la locutora le ha comunicado a los radioyentes austriacos que:
-El “Real” ha pagado por el galés una cantidad equivalente al valor de los traspasos de toda la selección autriaca de fútbol.
La hermana locutora contrastaba asimismo la obscena cantidad de millones pagada por el Real Madrid con
a) la propia situaciòn de la empresa Real Madrid S.A.D., cuyas arcas se encuentran vacías y que ha tenido que tirar de crédito para comprar al jugador
y b) la situación del Estado español, el cual, mediante créditos financia a la banca la cual, a su vez, financia al Madrid. Con lo cual, si bien se mira, todos los españoles están (estamos) financiando indirectamente la compra de Bale –no sé si me siguen mis lectores-
¿Estamos todos locos o qué? Parecía preguntarse la sorprendida ursulina radiofónica.
Es a esto exactamente a lo que yo me refería cuando decía que la crisis, en España es, ante todo, una cuestión de cultura, de manera de ser y de establecimiento de prioridades.
Cuando todo un país se rinde no al becerro de oro sino, como dice Antonio Gala, al oro del becerro ¿Qué se puede esperar?
Cuando el modelo de éxito que se ofrece a los niños es gente como este Bale o Cristiano Ronaldo, el malote de los coches de choque, un tipo que lo único que hace en la vida es pegarle patadas a un balón, anunciar gayumbos de Armani, depilarse las cejas y esforzarse a brazo partido por ser musa de los homosexuales (con todo el respeto que, obviamente, me merecen los homosexuales) ¿Qué se puede esperar?
Por otro lado, esto del Madrid, portándose como aquellas chonis que, antaño, pedían un crédito personal para ponerle al coche llantas de aleación o para irse de crucero a la Riviera Maya deja abiertas otras preguntas que, a los emigrantes, nos afectan más, sin duda.
Entre todas, esta es la principal:
¿Con qué cara vamos los españoles y contamos aquí el melodrama de los recortes y de la niña descalza que vende cerillas en la calle a temperaturas bajo cero y de los que han estudiado sopotocientas carreras y limpian parabrisas en los semáforos de la Castellana?
O sea ¿Cómo lo hacemos sin que se nos caiga la cara de vergüenza? –bien espontáneamente o bien porque nos pongan la cara colorada a nosotros diciendo que “tan mal no estará el país cuando el Madrid se puede gastar noventa millones de euracos en contratar a este hombre”-.
Vuelta al cole
En fin: hoy ha sido el primer día de colegio en la ciudad de Viena, con algunas novedades entre las que , en contra de lo esperable, no se encuentra una asignatura especial de fútbol para que los niños puedan aspirar a ejercer el oficio mejor pagado (pena). En vez de eso, la ciudad, en colaboración con el Ministerio de Educación austriaco ha insistido en dos medidas que ya resultaron polémicas el año pasado: por un lado, la implantación progresiva de la llamada Zentralmatura (la explicación, si se pincha en la palabra) y, por otro, la llamada ganztagschule (o escuela de horario contínuo). Esto es: que los niños puedan quedarse a comer en el colegio y que no exista la pausa que actualmente existe (de manera, entre otras cosas, que no sea necesario que la madre –o el padre, aunque estadísticamente la proporción de padres en este fregado sea insignificante- tenga que quedarse en casa para darle de comer al churumbel y pueda trabajar).
Los principales adversarios de la escuela con horario contínuo son los señores del Partido Popular Austriaco. Los cuales, sin duda influidos por la ideología católica que forma el núcleo duro de su pensamiento, quieren para la mujer lo mismo que el papa Paquirri: o sea, la hembra de la especie en su papel de objeto de contemplación como madrecita del alma querida (ya que como monja, participativa y eso, pero en segundo plano, no puede ser por lo de la maternidad); esa mujer que se olvida de su carrera profesional y (de grado, o por la fuerza del qué dirán, para que no la llamen Rabenmutter) se entrega a la crianza de los niños y no se mete en jardines que, naturalmente, y según esta visión, le corresponderían al hombre.
Lo que sucede es que, con los tiempos como están, o la mujer está casada con un Bale, o ya me dirás.
Deja una respuesta