El tiempo mejora y es la oportunidad de dar un paseo por Viena con los ojos abiertos ¿Me acompañas?
31 de Mayo.- Estos días atrás, se ha estrenado en Austria la última película de Helen Mirren, en la que da vida a la señora judía que reclamó la Adele de Gustav Klimt. En las entrevistas promocionales, se congratulaba la actriz británica de que Viena hubiera cambiado tan poco en los últimos ciento cincuenta años. Aún así, en este que se conmemoran las siete décadas del final de la segunda guerra mundial, invito a mis lectores a que me acompañen a dar un paseo a través de lo que el nazismo y la segunda guerra mundial dejaron en Viena. Unas huellas a veces poco evidentes pero de innegable importancia histórica.
Empezaremos nuestro recorrido en lo que podríamos llamar “la prehistoria” de la segunda guerra mundial. Adolf Hitler, un paleto de Linz sin oficio ni beneficio viene a vivir a Viena a principios del siglo pasado para presentarse al examen de la escuela de Bellas Artes. Examen que suspende. Durante la preparación y el tiempo inmediatamente posterior, Adolf Hitler va descendiendo por la escala social hasta convertirse en un indigente. El estallido de la primera guerra mundial le lleva a Munich en donde encuentra una nueva razón para vivir: el ejército.
La primera parada de nuestro paseo será pues la Stumpergasse, en las cercanías de Mariahilferstrasse, en un edificio de aspecto inocente en donde (por razones comprensibles) no hay ninguna señal de quién fue una vez su siniestro inquilino. Si mis lectores se quedan con ganas de saber más, pueden consultar este post, este, este y este, se enterarán de la Historia completa.
La siguiente parada de nuestro recorrido por la Viena nazi será esta:
Sí: durante el nazismo y hasta que Viena fue liberada en 1945, la Rathausplatz se llamó Plaza de Adolf Hitler y en ella estuvo colocado un busto que hoy, junto con la placa de la plaza, se guarda en el Arsenal o museo del Ejército de Viena. Hoy, la Rathausplatz es uno de los sitios preferidos de los vieneses para divertirse e incluso se dedica a muchas cosas, como el Lifeball, que hubieran hecho que a Hitler le salieran ronchas. Gracias a Dios.
Nuestro siguiente lugar nazi de Viena está en la Marktgasse. Allí, en una gemeindebau estuvo expuesta, sin que nadie reparase en ella, una parrafada del mismísimo Adolf Hitler (la historia completa, aquí). En el zócalo de una estatua, por cierto, muy de la época. Hoy en día, el nombre de Adolf Hitler al pie de la estatua es todavía reconocible pero la ciudad de Viena ha colocado carteles explicativos (¿Una solución para nuestro Valle de los Caídos?).
Una parte de la población austriaca estuvo encantadísima de la anexión de Austria al imperio nazi (no sabían lo que se les venía encima). Sin embargo, hubo un grupo de austriacos que se integraron en la clandestinidad y resistieron, a veces pagándolo con su vida. Se agruparon en la organización O5. Estos esforzados dejaron su huella en el mismísimo corazón de Austria: la catedral de San Esteban. Hoy en día, la O y el 5 grabados en la piedra (OE, la quinta letra, es la Ö de Austria) están protegidos de los elementos por una placa de metacrilato.
Naturalmente, otro lugar de Viena asociado al nazismo es Schwedenplatz. Allí estuvo la línea de frente que separaba a los rusos de los nazis (la zona quedó devastada como era esperable) y en Schwedenplatz estuvo también la central de la Gestapo en el edificio que, antes de que el mundo no se pusiera para bromas, había sido un lujoso hotel. Hoy, en el mismo sitio hay un parque y un monumento que, a pesar de lo que significa, es horroroso. La central de la Gestapo no estaba donde está el monumento, sino enfrente, en el edificio en cuyos bajos hay hoy una tienda de fotocopias.
Búnkeres. Naturalmente los búnkeres antiaéreos. No solo el del Esterhazypark, que mencionábamos el otro día, sino también los de Augarten y los de la zona de Rochusmarkt. Siguen, imponentes, testigos mudos de una época afortunadamente desaparecida, dominando las zonas residenciales de Viena.
Hoy, paramos aquí, pero hay más, muchos sitios más, en donde la Historia, que duerme pero no desaparece, sale a nuestro encuentro.
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