Los trepidantes cuatro años de Alexander Van der Bellen

Hoy hace cuatro años que los austriacos y los que vivimos en Austria disfrutamos de un lujo a nuestro alcance. Echemos la vista atrás.

26 de Enero.- Ya he vuelto del futuro. Hoy, queridos lectores, sí que he puesto bien la fecha. Como alguna lectora atenta me ha señalado, ayer para mí era 25 de Octubre (¿Por qué octubre? Ni yo mismo lo sé). De cualquier forma, eespués de quince años, ya sabréis que soy bastante despistado y, a veces, me pasan estas cosas. Espero que sepáis perdonarme (aunque, claro, si no supiérais perdonarme las faltas, con la de ocasiones que os doy, yo creo que no estaríais ahí, pero bueno).

Hoy, el post de Viena Directo va a ser un poquito especial, porque no voy a hablar de la pandemia y porque va a ser un post monográfico. Y es que tal día como hoy, hace cuatro años, nuestro Bundespresi, Alexander van der Bellen, tomó posesión de su cargo.

Y, como cantaba Perlita de Huelva, se merece un homenaje, nuestro amigo conductor.

UNAS ELECCIONES PRESIDENCIALES INSÓLITAS (Y REPETIDAS)

Quizá recuerden mis lectores que el relevo de su antecesor en el cargo, Heinz Fischer, fue bastante accidentado.

En Austria, la elección de Bundespresi tiene una mecánica particular y es que se hace en dos vueltas.

La primera, es eliminatoria y en la segunda se enfrentan los dos candidatos que hayan tenido más votos.

De la primera vuelta, en 2016, salieron dos candidatos. El primero, el propio Alexander van der Bellen (21,34% de los sufragios) y el segundo el candidato ultraderechista Norbert Hofer (con un 35,05). Dos personas muy distintas y dos maneras muy diferentes de entender el mundo.

El resultado de la segunda vuelta dio ganador, si bien por un estrechísimo margen (menos de un 1%), a Alexander van der Bellen. Lo ajustado del resultado y, por qué no, el clima político del momento, con una ultraderecha muy crecida, llevó a que el FPÖ impugnase la elección presidencial ante el Tribunal Constitucional austriaco, amparándose en defectos de forma.

El Constitucional Austriaco aceptó esta impugnación y decidió que las elecciones debían repetirse.

Y se repitieron. Vaya si se repitieron.

Con eficacia centroeuropea, se repitió la campaña electoral, se repitieron los debates y se repitieron las polémicas. Hofer abogaba porque una figura presidencial „a la Putin“. O sea, el viejo mito del „hombre fuerte“, tan caro por el lado de la calle que él frecuentaba y frecuenta. Por contraste, Van der Bellen, con su respeto por las instituciones, resultaba en los cara a cara un cadidato mate.

Como ha sucedido con Biden en 2020, se levantaban voces quejumbrosas lamentando que „los buenos“ fueran defendidos por alguien tan poco resultón. Las respuestas de Van der Bellen eran, sin excepción, sensatas y pausadas, siempre en un tono de voz amable, educado. Tan amable y tan pausado, tan poco „televisivo“ y tan poco „carismático“ (quizá en el peor sentido de la palabra) que yo me uní al coro de los que se tiraban de los pelos y empecé a llamarle el Profesor Siesta (Santa Lucía me conserve la vista).

No sabíamos entonces que, apenas dos años más tarde, aquellos dos hombres estarían frente a frente en una situación bien distinta. Una situación en la que Van der Bellen terminaría demostrando que era el hombre que todos habíamos necesitado desde siempre sin saberlo.

Pero nos estamos adelantando a la Historia.

Foto: Facebook del equipo de Van der Bellen

¿NO HAY DOS SIN TRES?

Aquella velada electoral en la que Norbert Hofer no tuvo más remedio que aceptar que no sería Presidente de Esta Pequeña República, suscitó la lógica expectación internacional. Y no era para menos.

El país natal de Hitler, poco más de setenta años después de su muerte, se veía abocado otra vez a elegir entre un candidato que representaba todas las aburridas esencias de la democracia y el candidato de un partido que contaba en su expediente con multitud de „casos únicos“ de negacionistas, identitarios, reivindicadores del nazismo, minimizadores del holocausto y olé. Estaba muy reciente el Brexit, estaba muy reciente Trump. Se columbraban en Austria también nuevas elecciones generales ¿No habría dos sin tres?

La victoria de Van der Bellen, aquella gélida tarde, disipó (afortunadamente) aquel morbo.

A la mañana siguiente de que se supiera que en el famoso despacho del Hofburg no se sentaría un ultraderechista, los medios internacionales se fueron con la música a otra parte y Viena volvió a ser ese puntito en el mapa en donde las señoras mayores dan sorbitos a las tazas de café con leche en las sucursales de Aida.

Los primeros tiempos de Van der Bellen, como si el nuevo presidente quisiera concentrarse en hacer olvidar lo accidentada que había sido su llegada al cargo, fueron gris marengo. Solo hubo un primer pequeño traspies en un discurso, una torpeza de un primerizo que, siendo justos, no lo era tanto.

Supongo que, después de aquello, Van der Bellen aprendió a ser más cuidadoso con lo que decía. O quizá se rodeó con un inteligente equipo de relaciones públicas (las redes sociales del Presidente están no ya cuidadas, sino mimadas, para que llegue al público su imagen de abuelo inteligente, un si es no es juguetón).

UN ÁRBITRO EN LA SOMBRA, UN ÁRBITRO DISPUESTO A ACTUAR CON CONTUNDENCIA CUANDO HACE FALTA

Desde el principio, Van der Bellen se concentró en no salirse ni un punto del papel que le reserva la constitución austriaca, que es el de árbitro del devenir político del país.

Una figura que, en su caso, garantiza la estabilidad del sistema y que, como tal, y conviene recordarlo, no es neutral de ninguna manera. No puede ser neutral el que tiene claros los límites del campo de juego y tiene claro que su deber es garantizar el fair play.

En Austria, el Presidente no está adscrito a ningún partido político, pero goza de un enorme márgen de maniobra para imponer su sello a su mandato. De una manera muy respetuosa y muy centroeuropea, en la sombra, como Van der Bellen lo ha hecho en la mayoría de las ocasiones durante estos cuatro años, pero también de una forma muy contundente si a mano viene.

La llegada de Sebastian Kurz y su coalición con la ultraderecha debió de suponer un brete delicado para Van der Bellen, habida cuenta de su propio pasado político (Van der Bellen fue el líder de Los Verdes austriacos, o sea que se encontraba muy lejos del mainstream político dominante de la segunda mitad de la pasada década). Durante las negociaciones que siguieron a las elecciones y que precedieron a aquella coalición, parece ser que Van der Bellen solo puso una condición y es que Johann Gudenus no entrase en aquel primer Gobierno que, a la postre, sería el único. Este veto ad hominem se llevó con muchísima discreción. No supuso, en cualquier caso, ninguna vergüenza pública para el interesado (el interesado, como luego supimos, se las pintaba solo para cubrirse él solito de vergüenza, sin necesitar ninguna ayuda externa)

Entre los gestos públicos que Van der Bellen realizó estuvieron el utilizar por primera vez una prerrogativa que la Constitución austriaca concede al presidente y es la de destituir a un Ministro del Gobierno.

El destituido fue Herbert Kickl durante cuyo turbio mandato saltaron los servicios secretos austriacos por los aires (aunque por falta de espacio no le estoy prestando atención, en estos momentos se encuentran salpicados por otro escándalo que data precisamente de aquel tiempo, el llamado escándalo Wirecard).

Aquellos días, los del escándalo de Ibiza, fueron la prueba de fuego de Van der Bellen y en donde demostró que, no solo como político, sino como hombre de hondo sentido común y larga experiencia, valía su peso en oro.

AUSTRIA DE SUSTO EN SUSTO, PERO ALEXANDER VAN DER BELLEN, MUY EN SU PAPEL

Fue él el que, sin lugar a dudas, salvó a la República en aquellos momentos de tensión extrema. Porque no hay nada que tranquilice más en un momento de zozobra que ver que, quién debería estar nervioso conserva la calma. Apareció varias veces en televisión, acompañando un proceso que llevó a que Austria tuviera la primera canciller de su historia y su primer gobierno paritario.

Qué distintas hubieran sido las cosas si el ganador de aquellas elecciones hubiera sido Norbert Hofer. Para peor. Para muchísimo peor, es evidente.

LOS HÉROES DE VERDAD

Ibiza no ha sido la única crisis, como es natural. El papel de Van der Bellen durante los inicios de la pandemia también fue fundamental. En aquellos momentos de miedo e incertidumbre, era y es emocionante verle dirigirse a la Nación austriaca y, los que no hemos nacido aquí, le agradecemos en el alma que sea el único político austriaco que comienza sus discursos con „Queridas austriacas, queridos austriacos, queridas personas que viven aquí“.

Durante estos cuatro años, la figura de Alexander Van der Bellen ha crecido hasta llenar el molde del cargo y, si bien no es indiscutible (y es bien sano que así sea) el Bundespresi es muy popular. Mucho más popular de lo que hubiera presagiado nunca el principio de su mandato. Porque es un hombre cercano, pero está a años luz de esa campechanía falsa del poderoso que se dirige a quien está por debajo de él no como un ciudadano, sino como el señorito Iván se dirigía a su siervo, Paco el Bajo, en Los Santos Inocentes. No necesita hacerse el simpático, porque lo es. Y no necesita ninguna muleta para que le respeten, porque se lo ha ganado con sus muchas cualidades. Con su inteligencia, con su sentido común, con su humanidad, con su valentía.

Los verdaderos héroes son así: hacen que parezca fácil. Y por eso mola. Felicidades, señor Presidente. Muchas gracias por todo.


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