La cara colorá

Cuando Johanna Mikl-Leitner pensaba que había terminado de comerse su sapo, se ha encontrado con que le quedaba todavía el bocado que más bola se le iba a hacer.

24 de Marzo.- En un país democrático, como lo es Austria, las tomas de posesión de los cargos públicos suelen ser acontecimientos entre lo anodino y lo festivo. El superior, en el caso que hoy nos ocupa el presidente de la república, suele dar una especie de “enhorabuena a los premiados” al tiempo que hace unas breves (y paternales) recomendaciones de buena conducta, extensibles a cualquier funcionario público o, sencillamente, a cualquier trabajador.

La cosa se suele despachar con los rituales mínimos, la firma de rigor, las palmaditas en la espalda y las fotos.

Hoy, sin embargo, y por una buena razón, no ha sido así.

EL PACTO

Recordarán los lectores de Viena Directo que hace una semana exactamente se supo que la derecha y la extrema derecha habían llegado a un acuerdo para gobernar en Baja Austria. A cambio de que la hasta entonces presidenta, Johanna Mikl-Leitner, siguiera “mandatando” con ayuda de los ultras, la mencionada señora accedía a comerse un sapo del tamaño de un pavo bien cebado, consistente en una serie de leyes que exigían de ella ciertas humillaciones, por ejemplo, la de tener que admitir en público que los científicos que habían recomendado la vacuna contra el coronavirus estaban equivocados, mientras que estaba en lo cierto la gentuza que abominaba de la vacuna con los pretextos más peregrinos (chips y cosas así).

Por no hablar de que la persona, Udo Landbauer, con la que Johanna Mikl-Leitner había firmado ese acuerdo de gobierno era un hombre de virtud más que sospechosa, entre cuyos colaboradores había gente (no quiero abusar de la palabra “gentuza”, ponga aquí el lector el epíteto que más le guste) que no tenía empacho de hacer reproches abiertamente racistas a niños de instituto o a encerrar a menores de edad entre cercas de alambre de espino.

Desde que se firmó ese acuerdo de gobierno con personas tan poco recomendables, ha caído un aguacero de críticas sobre Mikl-Leitner, procedentes de todos los estamentos de la sociedad austriaca.

Para la interesada se ha debido de tratar de un trago amargo, pero lo que ella no podía sospechar (o sí, quién sabe) era que hoy, en el día de su investidura, le quedaba por apurar la hez del cáliz que la vida le ha puesto delante.

EL DISCURSO DEL PRESIDENTE

Duras han sido las palabras que ha tenido que escuchar del Presidente de la República, Alexánder van der Bellen, que no ha querido dejar pasar la ocasión.

VdB ha empezado por decir que la preocupación que ha levantado el pacto de gobierno en Baja Austria es “comprensible”. Ha mencionado Van der Bellen a quienes han expresado su preocupación por el estado de cosas en Baja Austria, empezando por los artistas y personas del mundo de la cultura que han firmado un manifiesto tratando de convencer a Johanna Mikl-Leitner de que no pacte con los ultras y terminando con representantes de la religión judía en Austria.

Ha aludido Van der Bellen al notorio antieuropeismo (cuyo rastro es fácil de seguir hasta el Kremlin) de la extrema derecha austriaca y ha dicho que quien juega con la salida de Austria de la Unión Europea (el Öxit) está jugando con el futuro y la prosperidad de esta república.

También ha recordado que los derechos humanos -que la extrema derecha puso en entredicho, al hablar de los refugiados- eran parte de la constitución austriaca.

Asimismo, ha recordado que es imprescindible que se respeten las instituciones, y el estado de derecho, y la libertad de los medios, y ha resaltado el compromiso que los gobernantes deben tener con los hechos y que es misión de cualquier representante público evitar la desinformación (“fake facts”, los ha llamado él).

La extrema derecha austriaca, con la que Johanna Mikl-Leitner ha pactado, ha demostrado durante estos últimos tres años su absoluta falta de escrúpulos a este respecto, denunciando por ejemplo -falsamente- que las UCIs de los hospitales estaban llenas de personas vacunadas, o recomendando sustancias nocivas, como la Ivermectina, para “tratar” el coronavirus.

Ha dicho también el presidente de la República que “nunca más” debe llegarse a la situación de los años veinte y treinta del siglo pasado y cito textualmente “en donde se buscaron culpables -los judíos- se humilló a la gente, se escarnecía a los que pensaban de manera distinta, se hizo decible lo que no se debía decir (…) apelando siempre a los bajos instintos” (sobran los ejemplos actuales, así que no daré ninguno aquí).

Van der Bellen ha dicho que mucha gente, de dentro y de fuera de Austria, estará atenta a lo que suceda en Baja Austria y, utilizando la vieja fórmula, verá si el Gobierno actúa según su “leal saber y entender”.

Quizá para aligerar un poco el tono de reproche, Van der Bellen ha dicho que los habitantes de Baja Austria han visto siempre a Johanna Mikl-Leitner como una gobernadora competente y ha expresado su seguridad de que pueden confiar en que parará a tiempo cualquier deriva autoritaria, antidemocrática o que lesione la dignidad de las personas.

Johanna Mikl-Leitner ha escuchado todo esto, comprensiblemente seria (cualquier persona en su lugar hubiera tenido el corazón encogido) y ha respondido a su jefe, o sea, al Presidente, representante de la nación austriaca, que “tomaba sus palabras completamente en serio”.

A ver si es verdad.

 


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